La catástrofe causada por la ruptura de una represa de la minera Vale en la ciudad de Brumadinho, en el sureste de Brasil, deja ya un balance de al menos 40 muertos y entre 250 y 300 desaparecidos.
Un total de 366 personas han sido rescatadas hasta el momento, de los cuales 211 funcionarios de Vale y 145 empleados tercerizados, de acuerdo con el último boletín de los bomberos, que suspendieron las búsquedas hasta la madrugada del domingo.
Otro de los diques de la minera se encuentra en observación debido a las lluvias y ante el riesgo de un nuevo colapso que podría genera más daños en la zona.
Tras regresar del Foro Económico Mundial de Davos, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, sobrevoló este sábado la zona afectada en helicóptero y dijo que su Gobierno "hará todo lo que esté a su alcance" para "pedir justicia" y "prevenir nuevas tragedias" como esta o la ocurrida hace tres años en Mariana, de características similares y en la que murieron 19 personas.
"Es difícil estar delante de todo ese escenario y no emocionarse", subrayó Bolsonaro, quien aceptó la ayuda ofrecida por Israel en las labores de rescate.
En medio de la conmoción y un vaivén de cifras sobre desaparecidos y rescatados, los bomberos mantienen la esperanza de hallar a más personas con vida, a pesar de que el número de víctimas mortales pasó de 11 a 40 en cuestión de horas.
Las autoridades no han aclarado si entre los 40 fallecidos se encuentran los ocupantes de un autobús localizado entre el lodazal y en el que viajaban algunos empleados de la compañía que no sobrevivieron a la marea de residuos.
"Está todo el mundo desolado. Aún no dan informaciones sobre si está vivo, si está muerto y queda esa ansiedad enorme. No se sabe qué va a pasar y la espera es muy angustiante", dice a Efe André Luis Dutra, psicólogo voluntario, de 34 años y que también trabajó asistiendo a las víctimas de Mariana.
Dutra se encarga de transmitir a las familias un "pensamiento positivo" y la idea de que "por más que las posibilidades de sobrevivir sean pequeñas, tienen que agarrarse a ellas" .
Para él, lo ocurrido en Brumadinho, "no es un accidente, es una negligencia y un crimen" y alerta de que hay unas 400 represas similares en Minas Gerais que son auténticas "bombas de tiempo".
"¿Cuántas personas tienen que morir más para que las autoridades tomen alguna providencia?", se preguntó.
Cerca de él se encuentra Giovani de Oliveira, de 22 años. Busca a su amigo de la infancia, quien trabajaba desde hacía unos cinco meses en el complejo minero como montador, y confía en Dios para que le traigan de vuelta. "Las personas no tienen noción de lo que está ocurriendo", afirma.
(EFE)
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