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Maximiliano Tejera: de modelo publicitario a militante del buen café

Inició un café cultural ambulante en el que difunde su fotografía y hoy inaugura su primera muestra en Atchugarry
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17 de febrero de 2018 a las 05:00
"¡Mirá lo que es esta crema!", expresa entusiasmado Maximiliano Tejera mientras prepara el café de forma artesanal. El actor de formación, ex modelo publicitario y actual fotógrafo de oficio, muele los granos cultivados en un volcán de Colombia en un molinillo manual y filtra el café en una cafetera de émbolo. El vaso dice Bo-café y no viene solo. Una fotografía que Tejera tomó durante sus viajes por el mundo es el obsequio de este "proyecto cultural", como lo llama el emprendedor y artista.

El primer hogar de Tejera, de 34 años, fue el Cine Pigalle, ubicado en una galería comercial subterránea sobre Avenida Gorlero. Su madre llegó a Punta del Este desde Solís de Mataojo y trabajaba cortando los talones de las entradas en el cine. El dueño le ofreció dormir en la sala de proyecciones. No había ventanas. La relación de Tejera con la luz empezó unos seis metros abajo del suelo de Punta del Este.

Fue con el proyector de películas. Tejera cuenta que de niño jugaba con las cintas viejas de las películas y los afiches.

"Antes de ver televisión, vi cine", recuerda.

Tejera vivió ahí hasta los 13 años. Se formó en varias cosas, sobre todo de manera autodidacta. "Soy una persona de oficio", dice. Lo que le gustaba lo aprendía y, después, lo hacía.

Tejera cuenta que de niño jugaba con las cintas viejas de las películas y los afiches.

Movido por su pasión por el cine, le pidió a un fotógrafo argentino que le hiciera un book de fotos. Empezó a presentarse en castings y no le podía ir mejor.

El primer pie que Tejera puso en el mundo del arte fue en el universo audiovisual a través de la publicidad. En ese entonces los focos lo apuntaban a él. Durante muchos años Tejera fue uno de los modelos publicitarios mejor pagos de Uruguay. Hacía dupla con Patricia Wolf y fue cara internacional de Pepsi por cuatro años.

Tejera estudió actuación en la escuela de Comedia Musical de Luis Trochón. En el interín experimentaba con una máquina de fotos de su madre y también hacía publicidades como modelo en Uruguay y el exterior. En los momentos libres, salía a la captura.

El contacto con la imagen, aunque él fuera el protagonista, lo acercaba cada vez más a la fotografía. Incluso grabó comerciales en más de una oportunidad con el mexicano Emmanuel Lubezki, ganador de tres premios Oscar en cinematografía (El renacido, Birdman, Gravedad). Tejera cuenta que, en esos años, no perdía la oportunidad de preguntar sobre cámaras y técnicas sea quien fuere el encargado de la cámara.

En el mejor momento de su carrera en la pantalla dejó la actuación. Fue protagonista de La Oveja Negra en Canal 12 junto a Ruben Rada y Fernanda Callejón, y le ofrecieron hacer el curso de galanes de Televisa en México. Pero se pasó al otro lado del mostrador para dedicarse a la fotografía.
"Ahora soy una persona a la que le gusta fotografiar y que no me saquen fotos", dice Tejera.
Lo que más disfruta de tomar fotos es lo espontáneo, lo que surge de casualidad. Le apasionan los retratos y componer en base a sombras, líneas, y texturas.

En el mejor momento de su carrera en la pantalla, Tejera dejó la actuación y se dedicó a la fotografía.

En 2012 dejó su trabajo estable en un canal de televisión y se fue un año y medio a Asia. Sacó fotos y vivió con la gente del lugar "cualquiera fueran las circunstancias".

En Tailandia y Vietnam durmió en la calle. ¿Si sintió miedo? Dice que sí. Cuenta que lo siguieron, le robaron, pero sobrevivió. Algunas de las fotos de ese viaje son las que comparte con los clientes que se acercan a la bicicleta que acondicionó para su proyecto cultural.

El café

Desde hace muchos años, Tejera siente fascinación por el café, el sabor, el aroma y el ritual. Fue antes de la tendencia de baristas y café gourmet, según aclara.

Durante sus viajes, Tejera empezó a probar café artesanal. "Me rompió la cabeza en Costa Rica. Dije: 'acá estoy tomando café de verdad'", recuerda.

El descubrimiento fue hace unos 10 años. Volvió con bolsas de café en grano.

Pero recién el año pasado, una idea hizo confluir sus dos pasiones.

Tejera acababa de terminar un largo trabajo de restauración de las diapositivas de Carlos Páez Vilaró (ver recuadro) e invirtió casi el 100% de lo que cobró en la recuperación de un esqueleto de bicicleta panadera.

El formato lo vio en uno de sus innumerables viajes. En Europa del este encontró varios coffee bikes y en Asia móviles parecidos pero con otros fines. Así comenzó el proyecto de un café cultural ambulante.
No fue sencillo. Tejera buscó la bicicleta por varios chatarreros de todo el país hasta que la encontró en Maldonado. "Fue como un amor imposible que se dio", cuenta con satisfacción.

Asegura que a diferencia de los food trucks, Bo-café no utiliza energía eléctrica. Se vale de fuego para calentar el café y la música sale de un parlante restaurado marca Pignose que funciona con el bluetooth del celular.

"Me gustó eso de la energía a pedal. Aunque no la genero pedaleando, pero es una energía de tracción a sangre", explicó.

"Bo" significa energía y vida en lenguaje nórdico antiguo. Además coincide con el clásico "Bo" uruguayo.

Con cada vaso, Tejera regala fotografías adentro de un sobre con un clip.

El fotógrafo disfruta del contraste de ir con su café a ferias vecinales y también a las gourmet.

La elaboración lleva cierto tiempo, lo que da lugar a la charla. Tejera lleva en la bici cámaras, música y libros de fotografía para acompañar la experiencia. Por eso le llama "café cultural móvil".

"Bo" significa energía y vida en lenguaje nórdico antiguo. Además coincide con el clásico "Bo" uruguayo.

"Les recomiendo (a los clientes) cómo hacerlo en su casa, acostumbrarlos a que tomen café de otra manera", cuenta el emprendedor.

Ahora regala fotos tomadas en Argentina, Brasil, Costa Rica, fotos de México, Vietnam, Malasia, Tailandia, Indonesia, España, India y Uruguay.

Muchas son de mercados de alimentos. "Es donde verdaderamente conoces la cultura del lugar y charlas con la gente cotidiana", explica el fotógrafo.

Este año se propone involucrar a otros artistas y obsequiar fotos tomadas por otros.

Además, para reutilizar el recipiente del café, Tejera ofrece semillas para que así sus clientes "germinen cultura".

"Es un proyecto reciclable de principio a fin", asegura Tejera.

Muestra en Atchugarry

Foto de muestra Tempus
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El escultor Pablo Atchugarry seguía Bo-café en Instagram y le ponía "me gusta" a las fotos. Un día Tejera se lo cruzó en Punta del Este y le comentó del proyecto y de su arte.

La charla llevó a que este sábado Tejera inaugure su primera muestra individual llamada Tempus en Fundación Atchugarry en Manantiales. Son 10 fotografías de grandes dimensiones que muestran ambientes y composiciones que el fotógrafo logra con luces y movimientos de las fuentes lumínicas y la cámara.

Muestra Tempus Fotografía luces
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Tejera empezó a desarrollar la técnica en total oscuridad con celulares, lámparas, y focos. "Hasta que di con la luz perfecta para pintar y dibujar", explica.

Tejera dice que no sabe si servirá café en su primera exposición. Pero sí reconoce que la energía que movió su proyecto Bo-café lo llevó a Atchugarry. Quién sabe a dónde más pueda llevarlo (y con él a su arte y sus luces) en el futuro.

30/3 Tempus en la Fundación Atchugarry. Queda en Ruta 104, Km 4.5. Abre todos los días de 10 a 21 horas y la entrada es gratuita.

Las diapositivas de Páez Vilaró

Páez Vilaró (No volver a usar)
Diapositiva recuperada de la colección de Carlos Páez Vilaró
Diapositiva recuperada de la colección de Carlos Páez Vilaró

El año pasado Tejera encaró la enorme responsabilidad de recuperar 8.000 diapositivas que pertenecieron al artista Carlos Páez Vilaró. Tejera trabajó en esos registros manchados y estropeados por el paso del tiempo en la cúpula de Casapueblo, donde aún está el taller de Páez Vilaró. Le llevó casi un año la recuperación. Para eso creó una caja negra retro iluminada que fotografiaba con reflex.

Mandaba las imágenes a Lightroom, donde las revelaba. Y en Photoshop rehacía la diapositiva si le faltaban partes. “La gente conoce su vida como pintor, pero como fotógrafo es excelente. Tiene retratos que te emocionan”, dijo Tejera sobre Páez Vilaró.


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