Javier Milei
Romina Manguel

Romina Manguel

Periodista de El Observador Argentina

Opinión > ARGENTINA

Milei, el candidato oscuro que cada vez se parece más a la casta que cuestiona

El referente libertario encara el comienzo de la campaña electoral con un piso del 20 por ciento de los votos. En su ascenso político cada vez se parece más a la casta que cuestiona. El arte de canalizar el hartazgo y seducir a los jóvenes
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21 de octubre de 2022 a las 17:45

Javier Milei es oscuro. Lo llaman el cisne negro, y no solo por su aparición disruptiva e inesperada en la política nacional. En poco más de cinco años hizo una meteórica carrera, desde el desconocimiento más absoluto hasta llegar a la previa de las elecciones con una intención de voto que araña los veinte puntos.

Oscuro. El hombre al que nadie conocía y hoy paran en la calle los jóvenes, como si se tratara de un rockstar se viste de negro, se desacomoda intencionalmente la cabellera en un acto de rebeldía de cincuentón. Entra a los actos con temas de bandas conocidas (hasta que una banda local, La Renga, salió a cuestionarle el uso de su histórico tema Panic show diciéndole entre otras cosas que no querían tener a un disfrazado de amigo hablando de libertad). Arenga al público como en un recital y evita cualquier similitud con actos políticos.

El intento por mostrarse fuera de un sistema al que señala como ineficiente y corrupto choca con su realidad y su historia. Aunque ocupe una banca en el Parlamento, sea diputado nacional en el ámbito de un sistema republicano y aspire a la presidencia de la Nación a través del voto, Milei señala a sus pares y a sus semejantes: ellos son parte del problema y yo la solución, parece decir.

Milei hace uso y abuso de los privilegios de la política. De la boca para afuera cuestiona el entorno dentro del que vive y en el que creció políticamente. De asesor en la Cámara de Diputados de Antonio Domingo Bussi a consultor de grandes empresas. Establishment y casta. Un estilo de vida al que no renuncia, pero cuestiona. Quién es parte de la casta y quién no, es una facultad de decisión que él se arroga con llamativa arbitrariedad. Marck Stanley, embajador norteamericano en Argentina y establishment por definición, no sería casta para Milei, ya que estuvo esta semana en la embajada y se sacó una foto como corresponde. Mi casta, mi decisión.

El diputado que sortea su dieta, por más austero que sea, tiene que vivir. Él dice que vive de charlas, quienes lo conocen dicen en off que cobra hasta una charla privada de diez minutos.

El periodista Hugo Alconada Mon aseguró que no es afecto al trabajo y que, cuando prestaba servicios para el empresario Eduardo Eurnekian solo se le veía su desacomodada cabellera los días que tenía que ir a cobrar. Desde que asumió como diputado nacional, en marzo de este año, Milei no presentó ningún proyecto. Apenas atinó a acompañar con su firma un puñado de iniciativas ajenas.

Los ojos de Milei de un celeste agua, transparentes, contrastan con su oscuridad estética y por momentos, moral. El libertario habló públicamente de la compra y venta de niños y de órganos, de superioridad estética y moral, de quemar el Banco Central. Tampoco dudó en sentarse con Ricardo Bussi, hijo del genocida Antonio Domingo Bussi y referente de la derecha en la provincia de Tucumán, y poner en duda los 30 mil desaparecidos.

Desde su entorno alertan sobre su modo de conducción. El líder mesiánico que se construye hacia afuera no dista mucho del referente que puertas adentro no escucha más allá de su mesa chica. José Luis Espert y Carlos Maslatón, también referentes del liberalismo de este lado del río, dan cuenta de eso.

Buen lector del clima social, rápidamente percibió dos cosas: el hartazgo social con una dirigencia política incapaz de atraer a la juventud y que el caudal de votos potenciales no tiene corazón. O sea, puede caer mal, pésimo, horrible. Puede provocar, hacer que le teman, jugar con una confusa aura mística, destratar mujeres, llamarlas burras, mostrar sin ponerse colorado que ninguna está a la altura para debatir con él y gritarles. Aun así, el rechazo nunca va a ser tal como para que parte de la dirigencia tradicional no se tiente ante esos veinte puntos potenciales y esté pendiente de su crecimiento.

El caudal de votos de Milei, que le abre puertas a ámbitos que antes le eran esquivos, no logra morigerar el desprecio que buena parte de la política siente por él. Lejos de los micrófonos, desde ambos lados de la grieta y desde buena parte del mundo empresario, cuestionan las formas. Molesta la soberbia. Un secreto a voces en el coloquio de IDEA. Más de un empresario admitió haber recibido llamados de su entorno pidiendo “contribuciones”. Más casta no se consigue.

Y el “rebelde” va, y se sienta. Negocia porque es un outsider extraño al que le gusta ser parte. Milei es para algunos ese amigo al que hacen entrar por la puerta de atrás porque los avergüenza. Son pocos los que admiten cuan dispuestos estarán a jugar con él. Te desprecio, pero te necesito. Las reuniones que ha tenido este último año, menos conocidas, apenas susurradas, pero confirmadas por su entorno, hablan por sí solas.

¿Qué propone Milei con su “Libertad Avanza”? Decir ideas de extrema derecha con buen marketing sería algo ramplón.

Quiere terminar con la grieta entre JxC y el kirchnerismo porque fiel a su estilo dice que la grieta no es entre ellos sino entre los parásitos y los que producen. Quiere dinamitar el Banco Central para sanear la economía, llevar al Estado a su mínima expresión. Bajar el gasto público para bajar los impuestos. Promover una reforma tributaria para que en Argentina se paguen solo 10 impuestos. Barrer con las dos docenas de ministerios que tenemos hoy en día para dejar solo ocho, sin especificar cuáles; dejar los planes sociales en manos de los intendentes y fundamentalmente patear el tablero con una profunda reforma laboral, monetaria y financiera.  Otra vez con más ruido que nueces. Grita qué y calla cómo.

El economista, que lee y mucho solo de economía, pasó en tiempo récord de tener una columna en FM Identidad y a ser invitado para analizar las ideas liberales de otros, como un panelista más, a ser el entrevistado y un fenómeno para analizar. El hombre que se jacta de no peinarse desde los 13 años, que se siente irritado ante la voz de las mujeres (salvo Karina, su hermana y mano derecha con quien pasa 23 de las 24 horas del día, Viviana Canosa, la comunicadora que lo subyuga y a la que invitó a participar de su espacio y Patricia Bullrich, el halcón de la oposición de quién le admira “los huevos que tiene”) no improvisa y tiene prohibido que lo interrumpan. El personaje que afirma las cosas con carácter de sentencia judicial y detesta que lo contradigan porque su palabra es dogma, es furor entre los jóvenes de 18 a 30 años y particularmente, varones. Alguien que ha trabajado con él dice a ojo que sus seguidores son en un 10 a 1 del sexo masculino. Llama hijos a sus cuatro perros con los que vive en Benavidez, Murray por Murray Rothbard, Milton (por Friedman) Robert y Lucas.

Lo obsesiona que se lo vea como a un filonazi de esa extrema derecha que tremendo anclaje ha tenido en Europa. Hace esfuerzos constantes por despegarse. Tal vez despegarse de la banda que cierra los actos de Vox con Volver al 36 (en referencia al año en que comenzó la dictadura franquista) sería una opción. Mientras tanto, dice tener un rabino de cabecera y planea en breve un viaje a Israel.

Casi sin darse cuenta en su camino de analista económico a candidato a presidente se va pareciendo a la casta que dice combatir. Cambió tapados por saco y corbata, se cortó el pelo, y se esfuerza por parecer que escucha a su interlocutor.

Milei está convencido que tiene una misión: convertir a la Argentina en un país liberal. ¿Su piso? El 17,3 por ciento de votos que sacó en las últimas elecciones. Las dos bancas en la Cámara de Diputados. Ahí estuvo presente en casi todas las sesiones, salvo contadas e inexplicables excepciones: como cuando se debatió la rebaja impositiva para autónomos y monotributistas y él se encontraba de viaje por Colombia. Si bien es cierto que asiste, también es cierto que el liberal gusta de irse temprano. El registro muestra que de las 22 votaciones que se llevaron a cabo en el recinto hasta mediados de año tan solo participó en 11.

Cuenta con dos asesores cuyos sueldos paga el Estado. El resto de sus colaboradores dicen que lo hacen ad honorem. Desde su entorno aseguran que concurre asiduamente al despacho que tiene en el octavo piso del anexo de Diputados. La seguridad de la Cámara Baja pone en duda esa afirmación. Antipolítico, nueva política, más de lo mismo con retoques cosméticos… ¿Un visionario o un delirante? Pasan los meses se acercan las elecciones y nos seguimos preguntando lo mismo.

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