Barrio La Chancha

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Milicos sitiados por chiquilines en zonas rojas

En los barrios La Chancha y Nueva España viven 30 familias de militares y algunos policías
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17 de junio de 2012 a las 21:49

Un militar retirado, que no quiere dar su nombre por temor, cuenta que en el barrio La Chancha están todos armados. “Yo también”, dice antes de cerrar la puerta.

Con amabilidad, una a una las puertas se van cerrando. Al fondo de un almacén con vidrios que vibran al ritmo de cumbia villera, vive otro hombre que abandonó el uniforme militar. Es uno de los 195 militares que se integraron al Ministerio del Interior el 16 de mayo. El ex militar y hoy policía también prefiere callar. ¿El barrio está complicado? “Sí”. Contesta con monosílabos y cierra su puerta.

En los barrios La Chancha y Nueva España, considerados zonas rojas por la Policía, conviven entre 30 y 40 familias de militares con algunos policías y muchos delincuentes.

Esos militares, que ahora controlarán las cárceles, tienen el delito a diario en la puerta de sus hogares.

Solo en la calle Siberia, entre Pasaje Galicia y Pasaje Madrid, viven cuatro militares con sus familias. Uno está retirado. De los tres que permanecen en actividad, dos están en Congo en misión de paz.

A la vuelta de la esquina vive Andrés. Los cuatro hombres del hogar vistieron el uniforme verde oliva. Su padre y su hermano mayor son militares retirados. El otro hermano permanece en actividad. Él, de 25 años, abandonó la banda de músicos del Instituto Militar de las Armas y Especialidades el 31 de octubre de 2011. “Me fui por locura”, cuenta. Hoy está desempleado. Como el resto de sus parientes, no sale a la calle cuando cae la noche.

La familia de Andrés fue una de las primeras en construir una casa en Nueva España. Llegaron en 1994 desde el vecino barrio Abrevadero. “Elegías un terreno desocupado, el Ministerio de Vivienda luego te permitía construir y lo ibas pagando con cuotas de
dos unidades reajustables (UR) al Banco República”, explica la madre de Andrés. La familia sigue pagando las 2 UR ($ 1.164 actuales). Un día la casa será suya. Pero no saben cuándo llegará ese día ni cómo estará el barrio entonces.

La facilidad para instalarse en terrenos baldíos y la cercanía a la Escuela Nacional de Policía y al Batallón 1,2 y 3 explican el surgimiento de un barrio de militares. La proliferación de bocas de pasta base en el barrio La Chancha explica la inseguridad, según los consultados.

“De noche no entran taxis ni el gas”, especifica la madre de Andrés. “Las bandas de chiquilines roban los taxis”, agrega la mujer, que resignada asegura: “¡Ni las ambulancias entran!”

Una nueva policlínica abrió en el barrio, pero atiende solo de mañana, mientras un guardia de seguridad custodia la entrada. Es que a poco de inaugurarse, la robaron. Si alguien necesita ser atendido de emergencia en la noche, los vecinos de Nueva España y La Chancha deben ir hasta Punta de Rieles. Tienen que caminar hasta camino Maldonado para conseguir transporte, desamparados frente a los dueños de la noche, o conseguir que un vecino los lleve hasta el hospital.

Más patrullaje
Un hombre que está parado en uno de los almacenes del barrio comenta que este año grupos juveniles tomaron las calles del barrio. Un joven de 19 años mató a un familiar suyo en una cantina ilegal de Punta de Rieles hace dos semanas, el martes 5 de junio. “Esto hace cuatro meses que se complicó”, se lamenta.

Sin embargo, reconoce que el patrullaje aumentó en las últimas semanas en la zona. Andrés coincide: por su casa pasa todos los días un patrullero de mañana y otro de tardecita. Él y su madre dicen no tener problemas en el barrio. Los conocen todos. El problema surge cuando aparecen muchachos que llegan de otras zonas a buscar droga. “Esos son los bravos”, asegura el músico.

Los championes sobre los cables de alta tensión, señal de que cerca hay una boca de pasta base, decoran las esquinas de La Chancha y Nueva España.

De todas maneras, a diferencia del militar retirado que cerró su puerta, en el hogar de Andrés no están permitidas las armas. El joven explica que hay niños en su casa, y que los niños no se llevan bien con las armas. Pero, como los demás vecinos, después que baja el sol, nadie sale a la calle. Ni grandes, ni chicos. A excepción de su padre, que regresa antes de la medianoche. Es guardia de seguridad.

“Los policías tienen más problemas que los militares acá”, sostiene Andrés. Suena como el eco de los sindicatos policiales: combatir a los delincuentes que viven en el barrio es el karma de muchos agentes.

“Si sacan a los militares a la calle, la situación en el barrio se va a complicar todavía más”, explica el militar retirado, hijo de un militar retirado, hermano de otro militar retirado y de un militar en actividad, vecino de militares, policías y delincuentes.

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