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Milonga de abrazos uruguayos

El lugar donde los aficionados al tango se juntan a bailar es un espacio con un lenguaje propio, no solo en la danza, sino en la interacción entre sus participantes, que se diferencia, además, de las milongas porteñas
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04 de octubre de 2013 a las 20:53

En el baile del tango todo comienza por el abrazo. “El contacto de ambos esternones es el centro neurálgico de información, puesto que desde allí el hombre indica la velocidad, la traslación, la fuerza, la contención, la frenada, el retroceso”, indica José María Otero en su libro El tango, esa danza mágica. Pero, para cualquier milonguero, el abrazo es mucho más que eso.

En la milonga no importan las clases sociales, las edades, las ideologías, porque lo que cuenta es la conexión de dos personas que, aunque nunca se hayan visto, confían en el otro. Es entonces que unen sus pechos, entrelazan sus manos y recuestan sus sienes en la cabeza de su acompañante con el fin de alcanzar ese chispazo sensorial que dura tres minutos, el tiempo de cada tango.

“Lo primero, para bailar tango, es sentirlo. Cuando dos personas al compás de la música se mueven como si fueran una sola, hay una renuncia de los dos a la individualidad”, comenta Raúl González, un milonguero de 64 años que, pese a que se jubiló de odontólogo, trabaja como profesor de tango por placer. “Cuando termina la música uno quisiera quedarse abrazado un segundo más, es mágico”, señala durante la noche del jueves en la milonga La 2x3.

Aprender a bailar tango no suele ser fácil, tanto por la complejidad de la danza como por la vergüenza que, inevitablemente, sienten los principiantes cuando bailan con alguien de un nivel más avanzado. Por ello, en las pistas de baile suelen quedar los persistentes. Y si esa persistencia es posible, es por el poder narcótico que genera esta actividad. A la milonga siempre se vuelve por la dosis, tarde o temprano, con ansias o a regañadientes.

La pista se transforma en un ser colectivo donde el baile es en pareja, pero también en conjunto. En medio de aquel torbellino de piernas, que se mueve rápido y picadito, si suena la Orquesta de D'arienzo, o navega entre la energía y el adagio, si se asoma Pugliese, la pareja solo es un componente más del grupo que se mueve en contra de las agujas del reloj. El hombre guía a la mujer en la danza, indicándole a su pareja a partir del movimiento de su torso el rumbo a seguir, sin dejar de estar pendiente de las demás parejas en la pista. Cuando la mujer confía, no es raro que cierre los ojos y se entregue a la pura sensación. Lejos está de ser, no obstante, un mero receptáculo, ya que a través de los sutiles movimientos de sus piernas, de su postura y energía, es quien más hace lucir el baile.

Por lo general, las milongas suelen establecerse en salones de distinto tipo en los que hay una pista de baile en el medio y mesas alrededor, donde la gente conversa, toma algo, come y escrutina la pista de baile. En esta rigen varios códigos: oler y lucir de forma aceptable (aunque esto último se ha ido relajando con el tiempo), no bailar demasiadas tandas con el mismo compañero, respetar los espacios en la pista y terminar la tanda con la pareja (que suele durar cuatro tangos, milongas o valses). Sin embargo, hay casos en los que la situación se hace insostenible y la mujer despide a su compañero con la palabra “gracias”. Tampoco está bien visto conversar durante la danza, ni usarla como simple vehículo de levante.

“Me gusta la milonga en comparación a otro tipo de boliches, acá es todo muy respetuoso”; dice Giovanna García, de 23 años. “Acá la gente viene a bailar”.

Singularidades uruguayas

El día que Margot Rivoira iba a comenzar a tomar clases de tango se cayó de la escalera y se esguinzó un pie. Tuvo que esperar dos meses para comenzar a bailar, pero no por ello dejó de ir a la milonga. El tango ya la había atrapado y lo sigue haciendo seis años después. Actualmente suele ir a milonguear unas dos veces por semana. Pero, para ella, como para muchos otros, el tango no solo implica la conexión con el otro desde el baile, sino desde lo social y terapéutico. “El tango lo uso para muchas cosas; me gusta la música, mirar. Aprendí a escuchar, a controlar la ansiedad, a esperar”.

Para las mujeres, aprender a esperar suele ser un factor importante, ya que los hombres son los que las invitan a la pista (cuando ellas bailan muy poco se dice que “plancharon”). No obstante, en las milongas de Montevideo, como el ambiente es más chico y menos estructurado que el de Buenos Aires, ellas suelen también sacar a bailar.

Buenos Aires es la referencia ineludible a la hora de establecer cómo son las milongas en Uruguay. En principio hay una diferencia básica. Acá no predomina el “cabeceo”, nombre que se le da al encuentro entre miradas por el que se establece un acuerdo silencioso entre dos personas para salir a bailar. Con el sigilo del cazador, las bailarinas barren la pista con sus ojos-escáneres hasta que el hombre, con un movimiento de mentón las invita. Si hay acuerdo, ella asiente; si no, hace como si no lo hubiera visto.

“La uruguaya no tiene el código porque el sostenerle una mirada al hombre está en nuestra idiosincrasia como una actitud de otro tipo”, señala González. El problema es que la ausencia de esta práctica deja muchas veces a las mujeres con menos margen de acción cuando los hombres se acercan a sus mesas a sacarlas a bailar (nunca es agradable tener que decir que no en la milonga).

No obstante, el tamaño más reducido de Uruguay y la forma de ser de los uruguayos redunda en otras ventajas. “Me gusta que acá la milonga es más informal. En Buenos Aires tratan de mostrarse, parece que son todos profesores. Acá me parece que tiene más sentimiento, lo hacemos para nosotros. Lástima que somos pocos y no hay mucha renovación. Lo malo es el poco apoyo de las instituciones al tango”, comenta Pablo Collazo, de 41 años.

Para Juan Portheiry, organizador de la Milonga Callejera en la plaza Líber Seregni, se necesitan cosas concretas, como locales, subvenciones a los profesores, menores impuestos a las milongas y recibir apoyos como tienen el candombe y el carnaval. “Si bien es muy positivo que el tango sea el tema elegido este año en el Día del Patrimonio, lo extraño es que antes haya habido 12 ediciones sin que lo fuera, cuando es la música ciudadana más importante de Uruguay”, sostiene.

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