Hay historias a las que el cine estadounidense siempre vuelve. Algunas vienen del teatro, como las obras de William Shakespeare. Otras vienen de la literatura o del folclore; entre Robin Hood y Los Tres Mosqueteros ostentan 27 versiones cinematográficas. Y otras nacen del mismo cine. Películas que se hacen y se vuelven a hacer, una, y otra y otra vez. El ejemplo más reciente, y uno de los más eficaces, es el de Nace una estrella, que este jueves estrena en las salas locales su cuarta versión, con un historial de tres versiones populares y esta cuarta que amenaza con darle premios Oscar a sus protagonistas, a sus canciones y hasta a la película misma.
Esta versión ha tenido un camino complicado para llegar a la pantalla, con un desfile de nombres tanto delante como detrás de cámara. Clint Eastwood fue considerado como director, Beyoncé se manejó como estrella femenina, y Leonardo DiCaprio, Will Smith y Tom Cruise estuvieron vinculados como los protagonistas masculinos en algún momento. La versión final cuenta con Lady Gaga y Bradley Cooper como coprotagonistas, con este último como director debutante.
Él es una estrella en decadencia, con problemas de abusos de sustancias varias. Ella es una desconocida, con un talento gigantesco. Se conocen, se enamoran, él la ayuda a convertirse en la máxima figura de su disciplina pero, en paralelo, se va convirtiendo en un personaje cada vez menos respetado e importante. Esa es la historia resumida de Nace una estrella, que en sus dos primeras versiones se enfocaba en el mundo del cine, y en las dos más recientes en la música.
La primera vez que Nace una estrella apareció en las pantallas de cine fue en 1937, protagonizada por Janet Gaynor y Frederic March, bajo la dirección de David O. Selznick, uno de los cineastas fundamentales del Hollywood de la época. Inspirada por una película llamada El precio de la fama (1932), la película llamó la atención por mostrar el detrás de escena del mundo del cine, y contar al mismo tiempo una historia de amor, una de superación, y una tragedia. Ganó un Oscar a Mejor guion original.
En 1954 se convirtió en un musical, con Judy Garland en el papel de la anónima que será estrella y James Mason como la estrella que se va transformando en anónimo. Si bien también se ambientaba en Hollywood, ya empezaba a tomar un giro musical. Fue una de las películas más caras de su época (con un costo de US$ 5 millones) y fue dirigida por George Cukor, responsable de la película que inspiró a la original. Con una duración de tres horas, también fue aclamada en su momento y obtuvo seis nominaciones al Oscar.
Nace una estrella volvió en 1976 con una historia ya enfocada en el mundo de la música pop y rock. Kris Kristofferson y Barbra Streisand fueron sus protagonistas, y la actriz y cantante recibió además un premio Oscar (el segundo de su carrera), por la canción Evergreen, una de sus composiciones para el filme. A nivel de crítica fue la peor recibida de todas las remakes que se realizaron de esta historia.
Y ahora se presenta una versión actualizada con Cooper como Jackson Maine, un cantante de country alcohólico y cocainómano, con problemas de escucha, y con Lady Gaga como Ally, una cantante amateur que trabaja como moza y despunta su vicio en un bar de transexuales. Luego de un primer encuentro, él queda obsesionado con ella y se convierte en su mentor y pareja.
A lo largo de la cuatro versiones hay momentos de la historia y temas generales que se repiten. El concepto de la fama como un ciclo en el que una estrella emerge en detrimento de otra, la conjunción de arte, amor, lucha contra los demonios personales y la posibilidad de la industria del entretenimiento de analizarse a si misma, son tentadores para un Hollywood que nunca rechazó la oportunidad de contar historias sobre sí mismo (La la land, El artista y Argo, por mencionar algunas de las más recientes).
Mientras que en las versiones viejas el resentimiento entre los protagonistas es mayor, algo que no está presente en la versión de 2018, hay una mezcla de crítica al mundo del entretenimiento que se mezcla con el relato de que cualquiera puede llegar a la fama, uno de los mitos fundamentales de Hollywood y su difusión del sueño americano. En una nota de la revista Vanity Fair sobre las distintas versiones de la película, la escritora y periodista Karina Longworth explica: "La gente de Hollywood compra esta mitología de que solo hay un espacio determinado en el universo de estrellas, y que para que una ascienda, otra tiene que caer. Es el mito favorito que Hollywood ha formado sobre si mismo. Estas películas, que supuestamente son autocríticas, como si fueran hechas por alguien de fuera de Hollywood, quieren decir 'miren este lugar horrible y lo que le hace a la humanidad', pero que en realidad es también un producto de Hollywood. A la vez que se critica, también alimenta la fascinación del público con como funciona".
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