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Nítidas señales

"Ojalá nunca más tengan que juntarse 50.000 personas a gritar desesperadamente... ¡basta!"
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30 de enero de 2020 a las 21:33

Por Álvaro Rivas (*), especial para El Observador

Una jornada muy especial fue la de este jueves 23 de enero de 2020. Sin la adrenalina previa, sin el nerviosismo previo, sin la creciente ebullición de hace dos años... y sin ese marco de 50.000 personas colapsando los accesos a Durazno desde todos los puntos cardinales.

Un medio de prensa local titulaba: “Jornada pautada por escaso marco de público y cobertura”, y realizaba un análisis esmerado en la performance de la plaza de comidas, de la venta de tortas fritas, de ese encuentro de masas que no fue tal. Quizá con la lógica del film, “El baño del Papa”.

“¿Para qué lo hacen?”, “¿y ahora qué quieren?”, rezaban algunos comentarios previos muy recurrentes en esos días.

Detractores y seguidores no terminaban de entender a quién iría dedicado el mensaje, a quién se le iba a hablar, a quién se le podía reclamar qué. El acto del jueves 23 de enero de 2020 fue simplemente “una joyita”. Pues bien, las señales fueron nítidas, claras, contundentes. Con una característica que las hacen profundas y con amplio respaldo argumental. Fueron y son planteos nacidos en el corazón mismo del entramado socioeconómico y productivo de la realidad nacional.

Difícilmente se encuentren antecedentes de una confluencia tan variada y heterogénea de instituciones y grupos representativos de las más “diferentes” áreas de la realidad nacional.

Desde las gremiales agropecuarias más importantes de nuestros días, hasta grupos organizados por seguridad, pasando por centros comerciales, cámaras empresariales, confederación de trabajadores, ambientalistas, transportistas, diplomáticos... y la lista sigue.

He aquí la causa del error quizá más importante cometido por el gobierno de turno, por una parte importante del sistema político, por algunas gremiales y corporaciones y hasta por parte de la sociedad: creer o querer creer que los planteos de problemáticas se podían separar y apartar como clasificando una majada, y que mediante gestos puntuales dirigidos a algunos actores en mesas de trabajo y diagnósticos eternos se podían ir llevando en el tiempo hasta que se aplacaran.

Los planteos efectuados cortan transversalmente a todos los actores económicos, productivos y sociales que los proclamaron.

La libertad fue uno  de los puntos más sobresalientes y más señalados en la proclama. ¿No somos libres? ¿No vivimos en un país libre y democrático?

Cuando no puedes trabajar, producir lo que te gusta, lo que sabes hacer, lo que perfeccionaste por generaciones, porque las condiciones actuales no te lo permiten... no eres libre.

Cuando no puedes llevar adelante tu emprendimiento porque te acosa la inseguridad, cuando no puedes trasladarte y movilizarte cómo, cuándo y dónde quieras por temor... no eres libre.

Cuando tienes que abandonar tu lugar porque no tienes oportunidades, no puedes elegir... no eres libre.

Cuando te imponen regulaciones y normas nuevas de todo tipo con el fin de contar con datos de todo lo que haces y cómo lo haces, cuyos beneficios no se conocen ni se perciben y lo único que implica es mayores costos y tiempos, y mayor recaudación y acceso a datos particulares por parte del Estado “Gran Hermano”... no eres libre.

Si eres etiquetado, catalogado y hasta escrachado por manifestarte y platear tus diferencias, cuando no te es permitido manifestarte pacíficamente... no eres libre.

La seguridad fue un reclamo desesperado por parte de todos los grupos que participaron. ¿Acaso la inseguridad no está afectando a todos?

La falta de competitividad fue otro de los puntos más señalados. Este factor hoy afecta a todo el Uruguay de trabajo. Empresas y trabajadores de todos los rubros lo padecen. Hecho que se ha pretendido relativizar y minimizar.

El insostenible peso del Estado... ¿no agobia a los emprendedores y asfixia a trabajadores por los impuesto y tarifas cada vez más importantes?

Y está el tema de la descentralización, viejo problema agudizado en los últimos años provocando un desequilibrio demográfico por falta de equidad en las oportunidades.

¿Acaso la educación hoy no nos está limitando las posibilidades mínimas de desarrollo a todos?

En fin... de eso se trata la proclama 2020. Ni más ni menos que de la realidad.

Hay buenas señales por parte de los futuros gobernantes. El tiempo dirá.

 

Ojalá nunca más tengan que juntarse 50.000 personas a gritar desesperadamente... ¡basta!

 

En la solución de estas limitantes y problemas, ojalá nos encuentre a todos poniendo el hombro.

(*) integrante de Un Solo Uruguay y ex presidente de la Sociedad Rural de Durazno

 

 

 

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