El anuncio de la lista de Uruguay fue el click: el jueves, a las siete de la tarde, empezó el Mundial para los uruguayos. Lo dicen las métricas de Google, de redes sociales, las de El Observador: el foco de la gente pasó a centrarse en la Copa del Mundo, y crecerá a niveles insólitos en los días que faltan para el debut del 24 de noviembre ante Corea del Sur.
Es único lo que pasa con los mundiales: ese misterioso fenómeno capaz de captar la atención de los fanáticos del fútbol y de los que lo detestan, pero no pueden resistirse a ver a su selección y a las del resto del planeta corriendo atrás de una pelota
Encima es un Mundial especial: se juega a fin de año, cerquita de Navidad, lo que hace que, en la práctica, el año para la gente termina la próxima semana: lo saben los políticos, que no gastaran grandes tiros en el último mes del año, y las empresas que se están apurando por realizar sus eventos de despedida de 2022.
Para Uruguay es un Mundial muy especial, que marcará la despedida de la generación de Sudáfrica 2010 y la Copa América 2011. Y ninguno llega como salvador: Diego Godin luchó todo este semestre contra una lesión de rodilla y se metió a último momento, Martin Cáceres viene con minutos en la MLS, un honorable destino de despedida para antiguas estrellas, Edinson Cavani está lesionado y llega con actividad salteada en Valencia, Fernando Muslera se perfila a ser suplente de Sergio Rochet.
Luis Suárez es el que llega mejor, y aunque fue campeón uruguayo con Nacional y recibió el cariño de los hinchas tricolores, no desniveló como podía esperarse, lo que pone la vara más alta para la implacable exigencia mundialista.
Pero están los jóvenes que hoy deslumbran al Mundo. Valverde y Bentancur, volantes top; Giorgian de Arrascaeta, figura como 10 en Brasil, el país de los 10: Nico de la Cruz, estrella de River, Darwin Nuñez, que se abre paso en Inglaterra, el fútbol más difícil para adaptarse en el mundo, por la exigencia adentro y afuera de la cancha.
Este Uruguay es pesado en mitad de cancha, y no tanto atrás y adelante. Pero tiene una interesante mezcla de jóvenes talentosos y una generación que sabe que es su última gran oportunidad en el fútbol mundial y están dando lo que no tienen para que Qatar no pase desapercibido en su curriculum.
En el banco tienen a Diego Alonso, un discípulo de Julio Ribas, algo loco por momentos pero con su misma capacidad para convencer planteles y encenderlos, y con una planificación obsesiva y moderna. Lejos de la previsibilidad de Tabárez, hay que esperar para ver con qué sorprende el Tornado en Qatar.
Para Uruguay será, pase lo que pase, un torneo de grandes emociones. A prepararse para vivirlo a la altura de todo eso.
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