Steven Yeun en ¡Nop!

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Por qué ver ¡Nop!, la última película de ciencia ficción de Hollywood que lleva al Tiburón de Spielberg al cielo

Jordan Peele, director de ¡Huye! y Nosotros, se mete en la ciencia ficción con su última película
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26 de agosto de 2022 a las 05:03

Jordan Peele puede mirar hacia afuera —como en ¡Huye!—, hacia abajo —como en Nosotros—, o hacia arriba —como en su última película, ¡Nop!—, pero siempre terminará, al final, mirando hacia adentro.

A lo largo de su todavía breve pero frondosa filmografía, el actor y director neoyorquino ha sabido inscribirse en la mejor tradición de los géneros —el terror, la ciencia ficción— para contar historias atrapantes, sofisticadas y de una imaginación enorme que, además, siempre tienen algo que decir sobre los tiempos que corren. Si en su primera película la denuncia evidente iba para el lado del racismo patológico que esconde bajo la piel la sociedad estadounidense, y la segunda apuntaba a una mirada crítica particularmente política, en esta nueva entrega de su obra, Peele se agarra del mundo del cine para hablar de cómo lo consumimos y subsanar, de paso, alguna que otra injusticia histórica. ¿Cómo lo hace? Con una historia de extraterrestres.

En ¡Nop!, que se estrenó este jueves de Independencia en Uruguay y a la que le está yendo particularmente bien en la taquilla estadounidense, Peele pone en pantalla a los hermanos Haywood (Daniel Kaluuya y Keke Palmer), los últimos herederos de una familia de domadores de caballos en el desierto californiano que se dedican a trabajar con animales destinados a las películas, las series o la publicidad. Luego de la misteriosa muerte de su padre por culpa de un proyectil que cae del cielo, ambos se quedan a cargo del rancho y de los animales, aunque poco a poco la empresa empieza a perder liquidez y los tropiezos se acumulan. Los Haywood reclaman ser los últimos bastiones, además, de una estirpe legendaria del cine: según ellos, llevan la sangre del jinete que aparece en el famoso registro hecho por el fotógrafo Eadweard Muybridge, que sirvió de antecedente para la creación del cinematógrafo.

Pero los Haywood pronto tienen problemas más grandes con los que lidiar que el no reconocimiento de su estirpe o su falta de plata. En el cielo de su rancho están pasando cosas, y no del todo buenas. Conviene no adelantar demasiado nada más de lo que la película depara en su trama, pero basta decir que la amenaza no es de esta tierra y que los personajes no intentarán escapar, sino que buscarán la manera de retratarlo, filmarlo o capturarlo en imagen —¿alguien dijo cine?— para mostrarlo en el programa de Oprah y hacer algunos pesos. Y allá van.

Tiburón de los cielos

¡Nop! es una película enorme, la más grande y ambiciosa que Jordan Peele ha creado hasta la fecha. Lo es por su escala visual, deslumbrante y llena de imágenes que se quedan en la retina gracias a la fotografía del talentoso Hoyte Van Hoytema, pero también porque se empapa de una tradición spilbergiana que la convierte en un blockbuster categórico, plagado de guiños inteligentes que no olvida, además, el subtexto que pretende instaurar. Como lo hizo siempre, por otro lado, el terror y la ciencia ficción.

Daniel Kaluuya, Keke Palmer y Brandon Perea en ¡Nop!

Es cierto: la historia de los Haywood no tiene asidero en los hechos reales y la identidad del jinete de Muybridge se ha perdido en el tiempo, pero esto es un dispositivo más que Peele encastra en el esquema de su obra para recordar el escaso crédito que la influencia afroamericana ha tenido en la historia del cine. Al mismo tiempo, la misión de los hermanos los lleva a las entrañas mismas de lo que significa crear imágenes en movimiento, cine, y en su aventura con olor a western tienen margen, además, para conocer y unirse a un grupo de colaboradores estrafalarios, entre ellos una especie de Werner Herzog caricaturizado que no para de tirar frases entre dientes, y que está interpretado de manera excepcional por el actor Michael Wincott.

Con estos elementos, Peele construye un fascinante juego del gato y el ratón, con momentos de terror puro, escenas memorables y algunos chispazos de de lo mejor de su producción —todo lo relacionado a la historia del personaje de Steven Yeun, en la que está involucrado un aterrador chimpancé, por ejemplo—, un conjunto que sin embargo pierde algo de fuerza cuando la película encara su tercer acto y la naturaleza de lo que realmente sucede en el cielo se revela. Visualmente sigue siendo impactante y la idea detrás del mal que acecha a los héroes es interesante, pero algo no termina de convencer. No, al menos, cuando llega de parte de alguien que craneó una de las mejores películas de la última década —¡Huye!, por supuesto—. Digámoslo así: Steven Spielberg demostró que ocultando al tiburón hasta el final, la película ganaba en suspenso, misterio y terror. En este caso sucede lo mismo y mientras la amenaza se oculta en las nubes todo es mejor. Cuando el cielo se despeja, hay algo que se pierde entre la luz del sol. Y el interés disminuye —aunque no desaparece del todo, es cierto—.

Daniel Kaluuya

De todas formas, ¡Nop! resulta ser una experiencia cinematográficamente potente que certifica, además, que lo demostrado por este director y guionista en sus anteriores dos películas no fue casualidad. Esta historia es otra prueba de talento, una estructura paquidérmica que se mueve a su ritmo propio, que es capaz de arrastrar al espectador a dos horas y diez minutos de tensión tamizada, eso sí, por un espíritu humorístico que ya es un sello de Peele, y con un trasfondo que, de nuevo, hurga entre los recovecos de lo que somos, en este caso: perseguidores del milagro, incluso del mal milagro, como un grupo de Ahabs queriendo mercantilizar la idea o la imagen de una nueva ballena blanca. Una que, tras su captura, ponga a los Haywood y a quienes ellos representan otra vez en el centro del mapa.

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