Nueva Zelanda anunció este el lunes el alta del último paciente con coronavirus que se encontraba en aislamiento. En las 48 horas previas, el paciente no mostró síntoma alguno de la enfermedad y fue considerado por el ministerio de la Salud como curado. Y con él, el país.
El director general del ministerio de Salud de esta nación oceánica, Ashley Bloomfield, lo interpreta como un éxito. Y no es para menos: el país empezará a recobrar la normalidad desde el martes luego de que las medidas de contención se relajaron a su nivel más bajo, lo que significa que la gente podrá volver a sus trabajos y reanudar sus actividades cotidianas.
A lo largo de la pandemia, este archipiélago del Pacífico Sur, formado por dos grandes islas y otras menores, donde habitan cinco millones de personas, registró 1.504 casos de contagio confirmados y tan solo 22 muertes, según datos de la Universidad Johns Hopkins.
Y sin ningún nuevo infectado en los últimos 17 días.
El país había declarado la "emergencia nacional" el 25 de mazo, cuando había medio centenar de contagiados. “Hoy, 75 días después, estamos listos”, declaró la primera ministra Jacinda Ardern
Nueva Zelanda ha sido elogiada como uno de los casos más exitosos en el manejo de la pandemia de coronavirus. Pero, ¿cuáles han sido las claves de su estrategia?
El primer caso de coronavirus se detectó el 28 de febrero y aunque la evolución de la enfermedad fue lenta, la ministra Ardern estableció de inmediato una cuarentena de 14 días para todo nacional o extranjero que llegara al país. De igual forma se detuvo la llegada de cruceros, una medida sensible para la economía del archipiélago visto como destino turístico.
Unas semanas después, aplicó el cierre total de fronteras, que aún se mantiene, y se comenzó a ejecutar una estrategia de alertas en cuatro fases, que incluía impedir las reuniones de más de cien personas, junto con la petición de quedarse en casa para las personas de edades más avanzadas y con padecimientos.
En el nivel más alto, las autoridades de Nueva Zelanda establecieron la cuarentena obligatoria por cuatro semanas. La gente debía quedarse en las casas y solo podía salir un miembro de la familia para la adquisición de alimentos, medicinas o visitas médicas. La realización de actividades físicas se permitía en los alrededores de la vivienda, pero se cancelaron todas las actividades no consideradas esenciales: cierre de escuelas, comercios (salvo los de alimentación y farmacias), industrias y servicios. En ese momento, el país registraba tan solo un centenar de casos.
El gobierno acompañó el duro encierro con un conjunto de medidas, como apunta una nota de Financial Times: financiar pavimentos más amplios y rutas en bicicleta para ayudar a las personas a mantenerse más separadas; dos canales de televisión para ayudar a la educación en el hogar; envío de miles de computadoras portátiles y materiales de aprendizaje para el hogar a los estudiantes, mientras intentan aumentar sus conexiones al Internet.
El gobierno de Ardern ejecutó, además, un plan de ayudas económicas que llegó a recibir más de un millón y medio de personas que registraron pérdidas en sus ingresos debido a la cuarentena.
Para principios de abril, a los 40 días de entrada del virus en el país, los casos comenzaron a decrecer y para fin de mes incluso se registró algún día sin nuevos infectados.
Para sobrellevar el encierro, se utilizó la estrategia de la burbuja social, en principio limitada al ámbito estrictamente familiar en el que se permitía libertad de intercambios, y luego se fue ampliando a otros familiares, vecinos conocidos y otras personas en aislamiento, teniendo como base la confianza en el cumplimento de las reglas de la relación, mantener la distancia prudente y las prácticas de higiene recomendadas.
En paralelo,se aumentó significativamente la cantidad de pruebas para detectar la enfermedad y el rastreo de contactos una vez que se detectaba un caso positivo, de manera de poder interrumpir cuanto antes cualquier transmisión. Con el uso de aplicaciones tecnológicas, empleadas con éxito en naciones asiáticas.
Junto con el cumplimiento ciudadano, el acompañamiento gubernamental y la salud económica de la nación —vital para desplegar las ayudas a la población— , destacó durante toda la crisis del coronavirus el liderazgo de la primera ministra Jacinda Ardern, que comenzó por aplicar un recorte de 20% en su salario y de sus ministros, y continuó con el desarollo de una política de cercanía hacia la población, con mensajes sobre el significado del encierro y sobre la idea de mantenerse fuertes y calmados.
Además, Ardern, a diferencia de otros liderazgos conocidos, se ha sometido al escrutinio de la oposición e incluso ha integrado al comité de respuesta de la pandemia a dirigentes de los partidos opositores.
Un saldo de la crisis es que esta mujer, que en julio cumplirá 40 años, ha fortalecido su liderazgo y ha logrado para el Partido Laborista un sólido respaldo de 59%, según un sondeo de fines de mayo, un récord para esta agrupación de centro izquierda , como señala un despacho de la AFP.
De hecho, tras conocerse el sondeo, los diputados del Partido Nacional apartaron a su líder Simon Bridges porque vaticinaban su derrota en las elecciones legislativas de septiembre próximo.
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