Román Abramovich se deshizo del Chelsea, el club de sus amores

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Occidente tiene en la mira a los magnates rusos sospechados de ser testaferros de Putin

Con sus activos bloqueados, los “oligarcas” se desprenden de sus bienes. Ahora, forzado por el gobierno inglés, Román Abramovich se deshizo del Chelsea, el club de sus amores
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03 de junio de 2022 a las 05:03

La fortuna personal del magnate ruso Roman Abramovich fue estimada en 2020 por Forbes USA en 12.400 millones de dólares. El “oligarca” moscovita que reside en Londres desde hace décadas es uno de los más famosos milmillonarios rusos por sus gustos excéntricos. Posee cinco yates de gran porte, varios aviones de transporte personal, decenas de autos deportivos y colecciones de pintura. Sus negocios están muy diversificados pero la joya de la corona era el Chelsea Football Club, campeón de la Champions League 20-21, del que acaba de desprenderse. Este lunes anunció su venta por un total de 2.500 millones de libras (3.200 millones de dólares) en una operación que parece una batalla más de la que guerra en Ucrania.

El premier ingles Boris Johnson había inmovilizado en marzo los activos de Abramovich y otros magnates rusos propietarios de bancos en represalia por la invasión rusa a Ucrania.  Con las cuentas cerradas, la entidad londinense operaba bajo una licencia del gobierno que caducó este martes. La semana pasada, las autoridades dieron el visto bueno a la transacción tras asegurarse de que Abramovich no se beneficiará de la venta forzosa del club. Los ingresos se transferirán a una cuenta congelada y luego se utilizarán “para apoyar el esfuerzo de ayuda y reconstrucción en Ucrania lo antes posible”, aseveró el gobierno británico.

El Chelsea, del que Abramovich se había hecho cargo personalmente hace 19 años para convertirlo en uno de los más poderosos del futbol mundial por sus costosos fichajes, fue comprado por un consorcio que ya es copropietario del equipo de béisbol estadounidense los Dodgers de Los Ángeles. Según informó el club londinense es la cifra más alta que se haya pagado nunca por la adquisición de un equipo deportivo.  “El cambio de propiedad de hoy marca un nuevo capítulo para el Chelsea”, agregó, “en el mejor interés de sus aficionados, el club y la comunidad futbolística en general”.

A la caza de los “testaferros”

Abramovich pertenece al grupo de ultrarricos surgidos con la disolución de la Unión Soviética en 1991, cuando particulares –en su mayoría ex funcionarios o gerentes de grandes empresas- compraron a precio de regalo los bienes del Estado durante la gestión de Boris Yeltsin. Sin dejar de tener empresas en Rusia y con buenos vínculos con el funcionariato actual, trasegaron partes de sus fortunas aluvionales a países capitalistas desarrollados.

Gran Bretaña fue uno de esos destinos. Ahora el gobierno británico sanciona a Abramovich acusándolo de integrar el “círculo íntimo” de Vladimir Putin y de manejar parte de la fortuna oculta que tendría el jefe del Kremlin. La prensa occidental la ha valuado desde el inicio del conflicto en cifras variables, que llegan hasta los 200.000 millones de dólares denunciados por un financista ante el Congreso norteamericano en 2017.

“De hecho, se sabe muy poco sobre las posesiones de Putin y dónde podrían estar. A pesar de años de especulaciones y rumores, el alcance de su riqueza sigue siendo totalmente opaco, aunque miles de millones de dólares hayan pasado por las cuentas de sus amigos cercanos y se hayan relacionado propiedades de lujo con miembros de su familia”, escribieron Mike McIntire y Michael Forsythe en The New York Times el pasado 28 de febrero. Por eso, rastrear la “plata sucia” que Putin tendría a través de testaferros se ha convertido en un reto bélico de los gobiernos occidentales tras el inicio de su “operación militar especial” en Ucrania, el 24 de febrero. 

Los ingresos oficiales del presidente ruso son de apenas 140 mil dólares al año y vive en un departamento. Se habla de una finca sobre el Mar Negro con un palacio que valdría US$ 1.000 millones y del “yate de Putin”, el lujoso Graceful valuado en US$ 100 millones y que fue detectado saliendo de Alemania con destino a Rusia pocas semanas antes de la invasión de Ucrania. Además de un departamento en Mónaco que habría adquirido una presunta amante, así como una costosa villa en el sur de Francia vinculada a su ex esposa. “El problema para Estados Unidos y sus aliados es que ninguno de estos activos puede relacionarse directamente con el mandatario ruso”, consignó el matutino neoyorkino.

Entre la docena y media de oligarcas rusos sancionados por la Unión Europea figuran los magnates Mijaíl Fridman y Petr Aven. Ambos eran integrantes del directorio del directorio del Alfa Bank, el mayor banco privado de Rusia, y de la inversora LetterOne. Renunciaron a esas posiciones poco antes de que comenzaran las inhibiciones. Fridman es nacido en Ucrania, tiene además nacionalidad Israelí y fue compañero de Putin en la universidad; su fortuna personal se estima en US$ 13.600 millones, luego de vender en 2013 el gigante petrolero TNK-BP. Ha pedido el fin de la guerra, describiéndola como una “tragedia”. Aven, ex diplomático en la URSS, era presidente de Alfa Bank hasta que renunció al cargo; su fortuna personal sería de US$ 4.700 millones, según Forbes.

Muchos de estos magnates optaron por “reestructurar” sus activos luego de que Estados Unidos y la Comunidad Europea los pusieran bajo la mira tras el estallido bélico. Dmitri Mazepin, vendió una participación mayoritaria en Uralchem, uno de los mayores fabricantes de fertilizantes de Rusia, y renunció al cargo de director ejecutivo. El multimillonario Vadim Moshkovich, de 54 años, redujo su participación en el conglomerado agrícola Ros Agro Plc a menos del 50%. Andrei Melnichenko, de 50 años, se retiró como beneficiario del productor de fertilizantes EuroChem y del proveedor de carbón térmico Suek y renunció como director de ambas empresas. Dmitri Pumpyansky se deshizo de su participación en el fabricante de tuberías TMK, con sede en Moscú, y abandonó su junta directiva.

Hasta ahora, los gobiernos occidentales han enfocado sus sanciones en personas sospechosas de servir como apoderados de Putin, con la esperanza de aumentar la presión sobre el jefe ruso, que no parece inmutarse.  Varios de ellos ya habían caído en 2014 con las sanciones que siguieron a la anexión rusa de Crimea. Pero se trata de magnates duchos en ocultar sus fortunas a través de vericuetos financieros creados incluso durante la Unión Soviética.  Los cañones apuntaron ahora a Kirill Shamalov, su ex yerno y uno de los principales accionistas de una empresa petroquímica rusa; Boris Rotenberg, un magnate del sector de la construcción; y Gennady Timchenko, un inversionista que, según se dice, es la sexta persona más rica de Rusia y tuvo amistad personal con Putin. En los Estados Unidos ya hay alrededor de mil cuentas de oligarcas que han sido bloqueadas.

La Comisión Europea presentó la semana pasada un proyecto de ley que torna más difícil que magnates rusos evadan las sanciones del bloque y busca definir un marco legal para la confiscación de activos para pagar la reconstrucción de Ucrania.

Este país, independizado de Moscú en 1991, no ha escapado al fenómeno de los “oligarcas”. Los cien empresarios más ricos de Ucrania controlan alrededor de 44 500 millones de dólares, de origen tan dudoso como los rusos. Según Forbes, representaba el 27 % del PIB ucranio en septiembre de 2021. Uno de ellos es Petró Poroshenko, que ejerció la presidencia entre 2014 y 2019, y es el quinto oligarca más rico del país, con una fortuna estimada en 1600 millones de dólares.

De profesión ingeniero y luego militar, Abramovich había comprado el Chelsea FC en 2003 por casi 200 millones de euros. Lo hizo luego de vender a Gazprom su empresa petrolera Sibneft, cuyas acciones compró junto al entonces presidente Boris Yeltsin en 1995.  Lo acaba de vender a 2.500 millones, un buen negocio que ya no podrá disfrutar.

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