El festejo del gol de Jesús Trindade ante Sud América el sábado pasado, en el minuto 95 y cuando Peñarol se daba de frente a la pesadilla de que Nacional lo superara en la línea de llegada de la temporada, se pareció mucho a aquel de Diego Aguirre ante América de Cali en 1987 para ganar la Copa Libertadores: jugadores tirados en el suelo, llorando (de uno y otro equipo, porque para los buzones significaba el descenso), y festejo desesperado en las tribunas. Afuera y adentro de la cancha, liberación. Dice mucho del club, y del fútbol uruguayo en general, que los festejos de torneos con tantas diferencias de jerarquía hayan sido similares: hace tiempo que los hinchas se acostumbraron a festejar torneos de cabotaje y a casi ni ilusionarse con los internacionales.
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