Fútbol

Peñarol y Nacional y cómo el amor puede ser para toda la vida

Ruben Robello y María Virginia Grezzi muestran hasta dónde puede ir la pasión por los colores de los dos grandes
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01 de octubre de 2018 a las 05:02

Una de las preguntas más comunes que muchas personas se hacen es si existe un amor para toda la vida. Alejados del rigor científico pero apegados a los colores de sus equipos, dos uruguayos, de 100 y 84 años, dieron un testimonio más para demostrar la pasión que genera el fútbol.

Ruben Robello cumplió cien años hace un par de domingos y para celebrarlo su nieto Víctor lo llevó a conocer el estadio Campeón del Siglo. María Virginia Grezzi días atrás recibió un reconocimiento del club de sus amores, Nacional, por sus 75 años de socia, en una ceremonia en que fue la única mujer que obtuvo el galardón.

La diferencia que los dos tienen en cuestión de colores no hace distinto al sentimiento que aseguran los acompañó desde niños y que seguirá hasta sus últimos días.

"La juventud fue muy bonita con Peñarol. Siempre tener un amor así es bueno. Creo que voy a morir y voy a ser siempre de Peñarol", dijo Robello, que el 23 de setiembre estuvo por primera vez en el estadio inaugurado por Peñarol en 2016 para presenciar el partido que los aurinegros empataron ante Torque.

Ruben Robello en el Estadio Campeón del Siglo junto a su nieto Víctor y a su bisnieto, Emilio.

El centenario hombre recita de memoria varias delanteras de Peñarol. Uno de los equipos que más lo marcó fue el que veía en su niñez y adolescencia, con el que festejó entre otros campeonatos los de 1928 y 1932, el primero de la era profesional. "Ladislao Pérez,  Pablo Terevinto, José Piendibene, Antonio Sacco y Antonio Campolo", recordó sin hacer mucho esfuerzo. "Alcides Ghiggia, Juan Eduardo Hohberg, Juan Alberto Schiafiino, Oscar Míguez y Ernesto Vidal", dijo instantes después sobre las glorias de la denominada máquina de 1949.

Grezzi, en tanto, a sus 84 años no se pierde ni un partido de Nacional y siempre que puede va al Parque Central con su sobrino Marcelo.

En el living de la casa de "Pitusa" - como apodan a la señora- casi todo es de Nacional. Detrás de la puerta de su apartamento una catarata de stickers en tres colores expresan el "sentimiento inexplicable", recuerdan copas y aluden a paternidades sobre los carboneros. Además tiene un almohadón, una bandeja, y un collar de mostacillas - todo en clave tricolor- que le regaló una empleada de Los Céspedes, el lugar donde entrena Nacional.

En su armario la pasión se hace más grande y allí asoman varias camisetas firmadas y guardadas como reliquia. Una de las que más quiere es una que le regalaron cuando cumplió 80 años autografiada por todo el plantel.

María Virigina Grezzi en el living de su casa.

Para Grezzi "Nacional es el cuadro más lindo del mundo". "Yo mientras viva voy a seguir con la idea de que otro cuadro como Nacional no hay. Para mí no hay diferencia por los resultados. Para mí Nacional sigue siendo Nacional. Ahora, antes, o después. Es aquello que dice uno de los carteles que anda por ahí (en la puerta de su casa). Esto es aunque te mueras", dijo.

De la cuna al cajón

Robello, un frustrado futbolista aurinegro tras quedar por el camino en una prueba de aspirantes a la cantera mirasol, estaba ansioso por contar su historia con Peñarol. Y empezó sin más.

"Cuando era niño siempre iba a un kiosco a comprar un refuercito que costaba un vintén y donde siempre había una banderita aurinegra. Entonces me gustaron los colores y me hice hincha de Peñarol porque estaba esa bandera amarilla y negra. Así me hice hincha y seguí yendo toda la vida. En las malas, en las buenas, siempre", contó.

En esa época el hincha aurinegro vivía sobre la calle Rivera a la altura de Pocitos y todos los días iba caminando a las prácticas de Peñarol, que por ese entonces entrenaba y jugaba en una estadio que quedaba a la altura de donde hoy es el cruce de las calles Charrúa y Coronel Alegre.

José Piendibene, uno de los jugadores más destacados de la primera parte del siglo XX

"¿Sabes cómo entraba a los partidos? Esperaba que apareciera un mayor, le daba la mano para entrar y muchas gracias. Los de la puerta no sabían que ni éramos parientes pero había que ir con un mayor", recordó con picardía.

La historia de Grezzi vino por línea de sangre. Su padre había hecho socio a Santiago, el hermano mayor de Victoria, pero el hombre falleció cuando ella tenía ocho años, por lo que la responsabilidad de afiliar a la nueva hincha la heredó su abuelo "Quiquito". Fue así que la mujer ingresó al padrón social con nueve años, en 1943.

Desde chica a "Pitusa" la llevaban a la cancha los vecinos y conocidos de su familia. Grezzi se crió y vivió por años sobre 8 de octubre en la zona de Tres Cruces, por lo que estaba próxima al Estadio Centenario, al Parque Central y a la sede del club. Luego comenzó a ir con amigas.

Ya pasados los años, Grezzi trabajaba en una empresa y un promotor de Nacional fue a ver su jefe para ofrecerle ser socio de por vida. Entonces, cuando vio que se trataba de una campaña para captar socios vitalicios, se paró frente al hombre y no lo dudó.  "No te vayas sin hablar conmigo", le dijo.

De joven, Robello se probó en Peñarol pero, según recordó, no le fue bien "porque la cancha era muy extensa" y él estaba acostumbrado a los potreros, mucho más cortos.  "Me tocó un puntero que jugaba como los dioses y me dio un pesto bárbaro", lamentó entre risas. Él a Peñarol lo iba a ver hasta a la reserva donde fue testigo, entre otros, de los primeros pasos de Julio César Abbaddie.

El hombre recordó una anécdota de Obdulio Varela, un futbolista que "se pasaba de los límites". "Cuando se le cobraba una infracción tiraba la pelota 100 metros y no pasaba nada. Un día llegó un juez extranjero que lo expulsó y pasó de cinco Juan Schiaffino. Cómo jugó, cómo jugó", repitió con admiración.

Grezzi vivió 20 años en Estados Unidos pero seguía los resultados a través de su hermano, quien falleció este año y fue velado con la bandera de Nacional arriba del cajón. "Antes de llevarlo al cementerio abrieron el cajón y pusieron la bandera adentro. Eso te demuestra cómo somos", relató.

La mujer es butaquista en la tribuna José María Delgado, en la fila 12, pero cuando no puede ir se junta con su amiga de años, Raquel Podestá, a verlo por televisión. Ella dice que no tiene cábalas, pero reconoce que cuando la cosa viene fea después del partido siempre se toma un café con medialunas en un local que está próximo a su casa.

Los más gritados

La delantera de Nacional en 1943 con Luis Castro, Atilio García, Roberto Porta, Aníbal Ciocca y Bibbiano Zapirain

Uno de los equipos que Grezzi más recuerda fue el que en 1943 conquistó el quinquenio. Nombró en el siguiente orden a Roberto Porta, Bibiano Zapirain, Atilio García y Aníbal Ciocca. "Y Aníbal Paz, por supuesto", acotó en alusión al arquero.

Cuando se le preguntó por los goles que más recuerda, no dudó: "Los del Bigote", en referencia al histórico goleador tricolor, Atilio García, que jugó en Nacional entre 1938 y 1951. Pero la mujer tampoco titubeó al hablar de su recuerdo más fresco. "Sobre todo el último del Chino que fue en los descuentos", acerca de un recordado gol clásico de Álvaro Recoba para dar vuelta en la hora un partido contra Peñarol en noviembre de 2014.

Álvaro Recoba la mete en el arco de Pablo Migliore para dar vuelta el partido en noviembre de 2014.

Los recuerdos de Robello son de jugadas de Piendibene, Hohberg y Pablo Forlán. "Tengo gratos recuerdos pero los máximos recuerdos son contra River Plate, contra los millonarios, cuando (Amadeo) Carrizo la paró con el pecho", dijo en referencia a la final de la Copa Libertadores en que Peñarol ganó su tercer torneo continental tras remontar un 2-0 en Santiago de Chile, en un partido donde el legendario equipo argentino había canchereado.

Ladislao Mazurkiewicz saliendo a cortar un centro en las finales de la Libertadores contra River en 1966.

En la época en que Robello sembró su amor por Peñarol no había sustituciones y, según dijo, "los habilidosos se tenían que cuidar". Entonces, en un partido, a Hohberg le dieron tanta murra que se quedó parado del lado de la Olímpica para no salir y que se equipo quede con 10 jugadores.  "Estaba muerto, pero le dieron una pelota y metió un gol que mama querida. No se le acercaban porque creía que no podía caminar", rememoró. Ese, según dijo, fue el tanto que más gritó.

Con su amor a flor de piel, Grezzi recibió el 13 de setiembre el reconocimiento por los 75 años de socia, un galardón que le fue entregado por el actual arquero tricolor, Esteban Conde. Ella fue este año la única mujer que recibió la distinción. "Siempre fui de Nacional, no hay vuelta", dijo.

Para no ser menos, Robello quedó entusiasmado para volver al Campeón del Siglo junto a su familia. "Me parecía que iba a tener frío y no tuve. Hice una buena caminata y quedé preparado para otra ida", dijo delante de su nieto Víctor, como para hacerle sentir la presión.

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