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Política exterior de EEUU cae en desorden con la partida de Mattis

El próximo secretario de Defensa debe atenuar los impulsos más salvajes de Donald Trump
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30 de diciembre de 2018 a las 05:04

Las vacaciones en Washington no han traído una sensación de relajación sino convulsiones que hacen que la Casa Blanca parezca cada vez más disfuncional, y el presidente de EEUU cada vez más impetuoso. El anuncio de Donald Trump de que las tropas estadounidenses se estaban retirando de Siria provocó la renuncia de Jim Mattis, el secretario de Defensa y uno de los últimos miembros del gabinete que tenían la capacidad para moderar las acciones del presidente. El cierre parcial del gobierno del viernes por la noche, provocado por la renuencia de Trump de abandonar sus demandas para financiar un muro fronterizo entre EEUU y México, alimentó el sentimiento de acritud y de deriva en la política estadounidense.

El cierre es el tercero en un año. Es extraordinario que EEUU, único entre las democracias occidentales, continúe sufriendo tales cierres, a un gran costo para el público y para los propios funcionarios del gobierno. Sugiere que los próximos dos años de Trump pueden ser incluso más partidistas que los primeros. Sin embargo, para los aliados y rivales de EEUU, los desarrollos más importantes son los relacionados con Siria y Mattis.

Justo cuando la pérdida de control de la agenda doméstica del Partido Republicano en el Congreso seguramente iba a impulsar a Trump a girar más hacia la política exterior, la partida de Mattis es un duro golpe. El secretario de Defensa valoraba a los aliados de EEUU y adoptaba una línea firme con los enemigos. Fue el último de los llamados “adultos” en la administración. Intentó contrarrestar la hostilidad del presidente hacia la OTAN e impedir una reducción de tropas en Afganistán.

Después de dos años en los cuales intentó frenar la imprudencia del presidente, se sintió avergonzado por la orden de Trump de enviar personal militar a la frontera con México para evitar una “invasión” de una caravana de refugiados. Pero la manera en la que se tomó la decisión de Trump de retirar a los 2.000 soldados estadounidenses en Siria, anunciada en Twitter, parece haber sido la última gota que derramó el vaso. El tono y el momento de su carta de renuncia, defendiendo la necesidad de “respetar a los aliados” y de ser “firme” con los adversarios, fue condenatorio.

En verdad, no es de extrañar que el ex general de la Marina finalmente se haya rendido. El anuncio de Trump sobre Siria sugiere que el presidente ahora se siente lo suficientemente seguro como para actuar con respecto a política exterior sin prestarle atención al consejo de sus principales asesores. Además, aunque durante mucho tiempo se había comprometido a retirar a las tropas estadounidenses de Siria, el Sr. Trump también ha convertido la lucha contra el Estado Islámico (EI) y la oposición al papel de Irán en la región, en una prioridad. La política estadounidense ahora parece errática e inconsistente.

La retirada de tropas constituye, también, un abandono de aliados clave, las Fuerzas Democráticas Sirias, lideradas por los kurdos, en la lucha contra el EI. Brett McGurk, el enviado estadounidense de la coalición anti-EI, renunció este fin de semana. La afirmación de Trump de que el EI ha sido en gran parte derrotado es fantasiosa. Ha sido expulsado de sus principales fortalezas, pero continúa lanzando ataques mortales estilo insurgente. Si tiene espacio para revitalizarse, el EI podría resurgir.

El anuncio de retirada señala, más ampliamente, una retirada de EEUU del Medio Oriente, y les otorga una victoria simbólica a Teherán y Moscú. Turquía es otro ganador. En verdad, la influencia de EEUU en Siria ha estado disminuyendo desde que el ex presidente Barack Obama no pudo respaldar su “línea roja” para combatir los ataques con armas químicas. Se debilitó aún más cuando Irán y Rusia intervinieron para respaldar el régimen asesino de Bashar al-Assad. Pero la retirada de EEUU elimina cualquier apalancamiento restante que pudiera ejercer. Es cada vez más claro que el destino de Siria no estará determinado por la diplomacia dirigida por EEUU, sino por Assad y el presidente ruso, Vladimir Putin.

Al renunciar, Mattis dijo que el presidente de EEUU debería tener un secretario de Defensa “mejor alineado” con sus puntos de vista. El Senado ahora debe cumplir con su deber constitucional de garantizar que quienquiera que elija Trump sea una figura creíble dispuesta a oponerse a los impulsos más salvajes del presidente. 
 

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