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Programando futuro: estudiantes de UTU enseñan robótica en contextos vulnerables

El verano es sinónimo de voluntariado para una decena de estudiantes de UTU que dedican su tiempo para enseñar robótica y programación a niños y adolescentes de barrios carenciados
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11 de febrero de 2019 a las 05:02

Lucía tiene 8 años y un robot en su mano. Intenta programar sus movimientos mediante órdenes que establece en una computadora. Apoyada en una pequeña mesa de madera, en un reducido salón con bolsas de pórtland que reposan contra paredes sin pintar, mira al androide fascinada y dice: “Nunca antes había visto esto”. 

Corre la primera semana de febrero y Lucía está de vacaciones. No está manejando el robot en un centro educativo ni en ninguna actividad especial de Antel. Lo hace en una casa –aún en construcción– que se ubica al lado de la de ella, en un pequeño corredor de viviendas del barrio Nuevo París. Lo hace porque una decena de estudiantes de UTU decidieron volcar su tiempo y conocimientos para que niños y adolescentes como Lucía puedan disfrutar aprendiendo.

“Nuestra idea es mostrarle a cantidad de chicos las cosas que se pueden hacer con la tecnología y a su vez darles herramientas para guiarlos en que estudiar. Y también darles un espacio recreativo porque muchos chicos no tienen la posibilidad de acceder a vacaciones en la playa”, explicó a El Observador Yamila Figueredo, estudiante de 20  años del programa de formación profesional básica (FPB) de la UTU de Colón.

Los jóvenes estudiantes lo hacen como integrantes de Uniendo Barrios, una asociación vecinal con fines sociales que organizan actividades de ayuda a la comunidad en diferentes barrios de la capital. Esta en especial lleva el nombre de Tecno Verano y es apoyada por Antel, Inefop, UTU y Codicen, que han colaborado con la donación de los  materiales que los jóvenes disponen para sus clases (computadoras, robots, placas).

La idea comenzó en 2017 cuando cuatro estudiantes de UTU –entre ellos, Figueredo– se conocieron en un curso paralelo que realizaron en el Parque Tecnológico Industrial (PTI) del Cerro sobre Alfabetización Tecnológica donde se enseñaba programación, robótica, creación de sitios web, entre otras temáticas. 

“Nos conocimos en el Cerro y decidimos juntarnos para hacer algo distinto, para ayudar a la comunidad. Entonces en enero de 2018 comenzamos la experiencia de Tecno Verano hasta las primeras semanas de marzo”, cuenta Figueredo. Ahora, para esta nueva temporada de verano, el grupo se expandió y llegó a completar una decena. Decidieron dividirse y formar dos grupos que en la misma semana vayan a distintos barrios. Un grupo va martes, miércoles y jueves; el otro va lunes, martes y miércoles. Ambos dictan sus clases informales entre las 15:30 y 18:00. Cada semana cambian de barrio.

En el salón, donde están juntos los dos grupos de “docentes”, hay dos mesas de madera. En una se apoyan dos robots que se manejan mediante controles de un celular. En otra está el Butiá, el robot más codiciado por los niños, que se programa mediante órdenes que se disponen en la aplicación Turtlebot de una computadora del Plan Ceibal. A su vez, hay computadoras de escritorio en plena fase de desarme, de análisis de sus piezas internas.    

“Primero que nada le mostramos cada parte del CPU, para qué es, para que sirve, cuál es su nombre, lo básico. Después le vamos mostrando como ir desarmando las piezas  y luego las tienen que identificar y contarnos a nosotros para qué son y para qué sirven. Luego les vamos mostrando como conectar los cables, como son los periféricos, de entrada y salida, entre otras cosas”, explica Figueredo mientras mueve las piezas de las PC.

La estudiante cuenta que en sus actividades han participado hasta ochenta niños, pero que esta vez se instalaron en esa zona de Nuevo París sabiendo que no  iban a superar los diez porque “lo importante no es que haya muchos o pocos, lo importante es que puedan aprender sobre esto que tanto nos gusta”, dice.

Experiencias

Lucía ahora tiene una duda sobre el funcionamiento del robot que maneja. Al consultarle a uno de los jóvenes como resolver su dificultad, otra niña, Belén (11), le dice decidida: “Dame, yo te ayudo”.

Belén ya había participado en otra actividad, en su barrio, y esta vez les pidió a los jóvenes poder seguir aprendiendo en esta nueva actividad, en otro barrio. La facilidad que tiene para el manejo tecnológico es notoria y ahora le enseña a Lucía como si fuera una  joven docente más. Sus indicaciones son claras y espera a ver si tiene una reacción positiva del otro lado antes de preguntar “¿entendés?”.

El rol de docente es un papel que no siempre es fácil cumplirlo. Así lo entiende Juan Rodríguez, otro de los estudiantes de UTU, de 20 años.  “Yo siempre fui alumno y esto es como un papel nuevo para mí. Es complicado al principio, pero es cuestión de experiencia y de saber comunicarse con los niños, porque a cada edad te comunicás de diferente manera. Eso lo vas aprendiendo con las clases que vas dando”, dice.

Rodríguez había dejado de estudiar formalmente cuatro años hasta que en 2017 ingresó en el curso de Alfabetización Tecnológica en el PTI, conoció a Figueredo y otros dos jóvenes más y participó en el surgimiento de esta idea. “Ahí me volvieron las ganas de estudiar de nuevo”, cuenta quien finalizó este año la Educación Media Tecnológica (EMT) de Informática en UTU.

Cuando reflexiona en el deseo que los motivó a emprender esta idea piensa que es una inversión retributiva. “Queríamos hacer un voluntariado por medio de lo que nos gusta. Así aprendemos los dos: nosotros aprendemos a como ser –entre comillas– docentes y ellos aprenden de nosotros lo que conocemos, y así vamos”, dice.

Pasan uno segundos y expresa una nueva frase que, según cree, resume el propósito del proyecto: “Yo te doy y vos me das”. 

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