La noche del crimen se estrena este jueves

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¿Querés escapar de Barbie y Oppenheimer? Llega un policial francés que está entre lo mejor del 2023

"La noche del crimen" se estrena este jueves y recuerda a películas como "Zodíaco" o "Memoria de crímenes"
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27 de julio de 2023 a las 05:03

La escena es de una crudeza seca y abrumadora. No hay música, movimiento de cámara o elemento disruptor que acompañe lo que se viene. No hay nada más que una chica caminando de madrugada por las tranquilas calles de su pueblo montañés francés y, de repente, su muerte: la que llega a manos de un asesino que aparece detrás de un árbol mientras ella le manda una selfie a su amiga. El hombre, encapuchado y vestido de negro, la llama por su nombre, la rocía de combustible y la prende fuego. Ella muere unos metros más adelante, carbonizada. La encuentran al otro día. Su caso nunca más se va a resolver. No es un spoiler, esta historia empieza con ese femicidio, pero antes aparece una leyenda: “Cada año, la policía judicial abre más de 800 investigaciones por homicidios y casi el 20 por ciento no se resuelve. Esta película es sobre uno de esos casos.”

La noche del crimen (La nuit du 12, 2022) es una película francesa que aterriza en cines uruguayos este jueves, en medio del frenesí por Barbie y Oppenheimer, y con credenciales más que atendibles para dedicarle, al menos, una buena dosis de atención. Para empezar, arrasó en los últimos César, los denominados Oscar franceses; se llevó seis, incluidos el de Mejor película y Mejor director. Y, justamente, el otro antecedente es el nombre que está por detrás, que es el de Dominik Moll, cineasta francés radicado en Alemania que viene entusiasmando a la crítica internacional desde hace unos años. La noche del crimen termina de confirmarlo como un nombre a seguir. Es un policial áspero, de esos que se quedan clavados en el pecho. Una de esas películas oscuras y casi sin fisuras.

La acción, inmediatamente luego del asesinato que abre la historia, se traslada a la oficina de policía de Grenoble, una ciudad ubicada en la frontera de Francia con Suiza, cercada por la presencia asfixiante de los Alpes y muy cerca del pueblo donde ocurrió el homicidio, y que contiene a los dos investigadores que se van a hacer cargo del caso. El esquema del dúo es el clásico: uno de ellos es Marceau, un policía de mil batallas, curtido, de temperamento explosivo y una vida familiar tempestuosa. El otro, Yohan, el verdadero protagonista de la película —interpretado con maestría y sutileza por Bastien Bouillon—, es bastante idealista, algo taciturno, joven, vive solo, su vida gira en torno a la policía y acaba de ser designado como jefe del departamento tras la jubilación de su superior. 

A partir de allí la investigación tomará los carriles acostumbrados en este tipo de producciones policiales, ya que ahí estarán los consabidos interrogatorios, los sospechosos de siempre, la familia quebrada, los rastros y últimas huellas de Clara, así se llama la chica asesinada, antes de su muerte. Y si bien todo parece apuntar a que nada se apartará de lo habitual, es en ese momento de mayor familiaridad con el registro cuando Moll, el director de La noche del crimen, empieza a jugar sus cartas y el subtexto se desenrolla. 

Porque pronto la película se revela como un tratado amargo sobre las dinámicas represivas de los pueblos pequeños y sofocados por la presión del progreso, sobre la libertad de acción de las mujeres en estos contextos, la mirada sobre los cuerpos adolescentes, la violencia de género, lo que se dice y lo que se calla, los secretos y las mentiras. Sobre la potencia de las palabras y lo importante que es, casi siempre, que se digan las cosas en voz alta. Un interrogatorio puntual a un rapero sospechoso encierra buena parte del comentario de la cinta de Moll en un momento en que Marceau, fuera de sus casillas, le escupe en la cara que las palabras también pueden asesinar a una persona.

Pero además, La noche del crimen empieza a meterse de manera ingeniosa en la forma en la que este caso no se resuelve y se hace cada vez más cuesta arriba para los investigadores. El papeleo es abrumador, la burocracia los deja contra las cuerdas, cada orden judicial demora una vida, el margen de movimiento es mínimo y ambos sienten como, de a poco, la idea del asesino se les escapa hasta de la mente. “Combatimos el mal llenando formularios”, dice con amargura uno de los personajes en un momento de frustración.

En buena parte del metraje la puesta en escena y los rumbos de la investigación permiten asociar La noche del crimen a otras películas similares del género, como Zodíaco de David Fincher y Memorias de crímenes de Bong Joon-ho, dos exponentes de los 2000 en el cine negro que siguen siendo parámetros adecuados para medir la calidad de estas historias. E incluso sin alcanzar la precisión quirúrgica de esas películas, pero sí dejando en el espectador cierto retrogusto agridulce por el devenir de los hechos y teniendo varios puntos de contacto, la película de Moll es una propuesta formidable que por momentos se vuelve hipnótica y que, otra vez, deja en evidencia el desconcierto que nos sobreviene cuando nos enfrentamos al mal y, mirándolo a la cara, nos damos cuenta de que no tenemos y que nunca vamos a tener una explicación para su existencia.

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