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Respiro inflacionario

El retorno de la inflación anualizada a su nivel de enero de 6,65% le permitirá al gobierno defender las pautas de aumentos nominales escalonados
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05 de abril de 2018 a las 05:00
La caída de la inflación en marzo, dentro del rango meta oficial, impacta favorablemente en varios frentes. Si la tendencia no se revierte en los meses próximos dará algo de alivio al bolsillo de los consumidores, teniendo en cuenta que el buen comportamiento de los precios se produjo en rubros de consumo masivo, especialmente en alimentos y en muchos bienes y servicios. Le da un respiro al gobierno en uno de sus dos flancos más débiles en el campo económico, aunque el otro persiste incambiado por las oscuras perspectivas del déficit fiscal este año y el próximo. Y es de especial gravitación que le quita algo de presión a los reclamos sindicales en momentos en que acaba de iniciarse la última ronda de Consejos de Salarios de este período gubernamental.
El retorno de la inflación anualizada a su nivel de enero de 6,65%, por debajo del tope del 7% del rango meta, no da para echar las campanas a vuelo ya que sigue siendo alta y su evolución inmediata depende de factores no siempre previsibles. Pero le permitirá al gobierno defender las pautas de aumentos nominales escalonados en los más de 200 convenios salariales en marcha y que regirán por dos años. El movimiento sindical ha adelantado su disconformidad con los niveles y el sistema fijado por el gobierno, ya que prefiere convenios basados en la inflación más algunos puntos de mejoramiento asegurado del salario real.
Pero sus planteos tendrán menos fuerza ahora, ya que una inflación por debajo del 7% supone aumento real de los ingresos de los trabajadores, de acuerdo a las pautas anunciadas por el gobierno. Mucho dependerá de lo que ocurra en los meses próximos, durante los cuales se negociará el vasto espectro de convenios colectivos. La baja en marzo, de todos modos, es un indicador que no podrá ser ignorado en las discusiones salariales, aunque la reciente Encuesta de Expectativas Económicas, que El Observador realiza mensualmente, haya vaticinado una inflación del 7,5% para el cierre de 2018.

El respiro inflacionario obviamente no puede distraer de la gravedad de la situación fiscal, pesadilla que quita el sueño al gobierno por las consecuencias que puede aparejar. Nadie, ni dentro ni fuera del gobierno, espera ya que el déficit pueda ser abatido al 2,5% del Producto Interno Bruto (PIB) que la administración Vázquez había comprometido para el fin del período. El resultado medio de la encuesta de El Observador entre bancos, consultoras, instituciones académicas y analistas privados anticipó que este año el déficit fiscal permanecerá en 3,5% del PIB y que incluso aumentará levemente a 3,6% en 2019, ya sin margen de tiempo para bajarlo. Y ese nivel de déficit, severamente escudriñado por las calificadoras de riesgo, puede poner en peligro que el país mantenga el vital grado inversor.

Pero al menos la modesta reducción del Índice de Precios al Consumo (IPC) en marzo abre una cautelosa cuota de esperanza. Si no se dispara por efecto de los muchos factores que inciden en su evolución, puede consolidarse una tendencia que saque eventualmente a Uruguay de los países donde la inflación alta penaliza a todos los asalariados y genera rispideces a la hora de negociar aumentos del salario nominal.




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