Paola Albé trabaja hace años en un programa de Naciones Unidas que apoya a emprendedores. Hace seis años, Ana de León se acercó al programa para desarrollar su proyecto. Lo que ellas no sabían en ese momento es que terminarían siendo socias.
De León fabricaba carteras de caucho, quería emprender sin contaminar. Albé la ayudó a poner en marcha la idea. Establecieron un negocio sostenible, con el objetivo de no arrojar desechos. Fue entonces cuando a De León se le ocurrió expandir la idea original y que el proyecto no solo contribuya al medio ambiente: “Además de ser un emprendimiento sostenible, quiero que tenga impacto social", recuerda Albé las palabras de su ahora socia.
Por ese entonces, Albé dictaba clases de emprendimiento en las cárceles. Decidieron unir las dos ideas y, más tarde, De León también echó a andar su propio taller para privados de libertad.
Después de adquirir conocimientos sobre las cárceles, De León quiso expandir aún más la idea, pero no podía sola. "Te necesito como socia”, le dijo a Albé. Y así nació Resur. En principio, hicieron un convenio con el Instituto de Rehabilitación para poder dar talleres en las cárceles, llamaron emprendimientos sostenibles que quisieran capacitar a las personas privadas de libertad y después producir desde la cárcel.
Hoy Resur ofrece a sus clientes carteras, prendas e indumentaria sobre todo femenina. También servicios de confección. En el último tiempo se acercaron otras empresas para que sus productos sean confeccionados en las cárceles, sin formar parte de la red de emprendimientos de Resur necesariamente, pero que sí buscan contribuir con ese impacto social. Desde bolsas a carteras, fundas para computadoras o cualquier objeto que lleve costura, “podemos hacerlas en la cárcel con la gente que hemos capacitado'', explicó Albé.
En este momento, están impartiendo un taller de reciclaje en plástico: “Queremos que nuestras prendas sean 100% circulares”. Los privados de libertad fabrican botones, hebillas y elementos para las carteras reciclando plástico. También “recolectamos prendas usadas, las llevamos para la cárcel y ahí se desarman, se toman las partes de las telas que están en mejores condiciones”, explicó Albé sobre el procedimiento de trabajo. “Queremos llevar nuestro proyecto a la economía circular 100%”, dijo la emprendedora.
Cerca de 400 reclusos han pasado por los talleres tanto en la cárcel de Maldonado como en Punta de Rieles. “La capacitación dura un año porque la idea es que lleguen a un nivel de excelencia para que puedan producir una prenda que esté perfecta”, dijo Albé a El Observador.
La exigencia en los talleres se debe a que el propósito de Resur es que los privados de libertad, una vez que vuelven a la sociedad, puedan tener sus propios emprendimientos o ser contratados por cualquier fábrica o taller de confección. “La idea es que tengan conocimiento para buscar un trabajo digno y bien remunerado”, concluyó Albé.
"Queremos que esto crezca, que llegue a todos los departamentos del país”, manifestó la emprendedora. Y manifestó que ganar la edición 2021 de EmprendO ayudará a que el proyecto sea visibilizado y pueda lograr este objetivo.
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