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Rodrigo Pérez: de limpiar bosta de caballos y no tener zapatos de marca a debutar en Primera

Con 16 años, cursando cuarto de liceo, y concurriendo a entrenar en moto, el delantero de Plaza Colonia sueña con consolidarse y tener su primer contrato
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12 de septiembre de 2020 a las 05:01

Hace unos años limpiaba la bosta de los caballos y les llenaba los baldes con alfalfa. Jugaba con los zapatos más baratos que le podían comprar. En plena tormenta recorría 10 kilómetros en bicicleta para ir a entrenar. Llegó incluso a ir a caballo. Vivió desde chico el sacrificio de su madre Carmen Gutiérrez que cargó con él y todos sus hermanos para que nos les faltara nada.

Para Rodrigo Pérez todo vale doble. Todavía va a liceo. Una tarde de agosto de 2020 había terminado de entrenar y escuchó decir al técnico del primero de Plaza Colonia: “Muchachos, todos los que están concentran”. Se le iluminaron los ojos. Rodrigo dice que jamás había visto tanta comida junta como la noche que concentró por primera vez.

El pasado fin de semana, con apenas 16 años, debutó en Primera división con un sueño: quedarse y tener un contrato.

Rodrigo Pérez arrancó a jugar al fútbol con cinco años en el San Carlos de Colonia de Sacramento. Cuando completó el baby fútbol pasó a la cancha grande. Con 13 años jugaba en sub 14 y sub 15. Hasta que empezó a mirar alrededor y se percató de que los botijas de su generación habían volado. Se estaba quedando solo. Y no lo dudó, siguió el camino del resto de sus compañeros: se fue a Plaza Colonia.

La distancia que tenía que recorrer Rodrigo para llegar al lugar de entrenamiento era de aproximadamente 15 kilómetros.

“Iba en bicicleta. Me levantaba a las siete menos cuarto de la mañana, me tomaba un café con leche con un pedazo de pan y arrancaba. En invierno era bravo, con frío y lluvia llegaba empapado”, recordó en charla con Referí. “No había para el boleto y aparte no pasaba un ómnibus para allá. Entonces tenía que tomar dos y no daba”, reconoció.

Amante de los caballos

La familia Pérez tiene la particularidad de ser amante de los caballos.

“Mi madre fue cuidadora, pretendió ser jocketa, después trabajó en el Hipódromo de Colonia, en las balanzas, entregando boletos. Mi padre laburó como 30 años en hidrografía en el puerto, pero también cuidó caballos. Y uno de mis hermanos es jockey y corre en Maroñas”, reconoció Rodrigo.

De hecho, la casita que tiene la familia la hicieron producto de un caballo que rindió dividendos. La levantaron al fondo de la casa de la abuela de Rodrigo.

“Mis viejos tenían un caballo, ganaron varias carreras con ese caballo y con ese dinero pudieron construir la casa”, comentó el chico de Plaza.

Con esos antecedentes no llamó la atención que, desde los 11 años, Rodrigo anduviera en los studs.

Siendo el menor de cinco hermanos, Rodrigo limpiaba y sacaba la bosta de los caballos. “Era peón, limpiaba, acomodaba la cama, llenaba los baldes de alfalfa. Siempre me gustaron los caballeros y me ganaba uno pesos. A veces mi madre no tenía para comprarme y yo con esa platita me compraba mis cosas”, reconoció Rodrigo.

De aquellos tiempos recuerda que lo hacían viajar obligado a Montevideo para estar tres meses con su hermano en la capital.

“Ah sí, cuando era chico las vacaciones eran en Montevideo. No me gusta Montevideo. Pero me obligaban a ir. Mi hermano alquilaba cerca del hipódromo y allá íbamos. Jugaba al fútbol todo el día y agarraba internet del mismo hipódromo”.

Consultado sobre los motivos por los cuales no le gusta venir a la capital, Rodrigo Pérez respondió: “No me gusta porque yo soy medio miedoso, y allá hay mucho robo, hay que estar encerrado. No me gusta. Acá dejás la moto afuera y no te roban nada. Vivimos con la puerta abierta”, reconoció.

Fue a entrenar a caballo

A los 11 años Rodrigo recibió el fuerte impacto de la pérdida de su padre. En ese entonces, a pesar de que su mamá y su papá estaban separados, la noticia le pegó al chico.

“Fue un golpe porque a pesar de que estaban separados, yo me llevaba bien con él. No era tan pegado con él porque nosotros nos fuimos a vivir con mi madre, pero me dolió. Mi vieja la luchó siempre. Laburaba de lo que viniera, limpiaba casas, trabajó en el hipódromo, y hoy veo todo el esfuerzo que hizo por nosotros”, admitió Rodrigo.

A modo ejemplo el chico contó que su mamá le compraba los zapatos de fútbol con mucho esfuerzo.

“Nunca tuve zapatos de marca, siempre me compraron los más baratos. Somos una familia pobre, humilde, pero un plato de comida siempre hubo acá” expresó.

En junio, cuando los equipos retomaron los entrenamientos, Rodrigo Pérez fue citado a entrenar con el plantel principal al Complejo de Plaza Colonia.

Un buen día no tenía en qué ir a entrenar y se apareció a caballo.

“Me salía más barato que la nafta, le daba agua a la yegua y salía. Fui dos veces en Plaza a entrenar a caballo y ataba a la yegua en el parque. Cuando me vieron mis compañeros se mataban de risa. Nunca me dijeron nada, ni me prohibieron ir a caballo. El Manta (sic) me pidió una foto con el caballo”, dijo entre risas sobre uno de los gerenciadores del club, Carlos Manta.

El hecho es que luego de algunos entrenamientos con el primer equipo Rodrigo se hizo un esguince de rodilla y pasó un mes y medio en recuperación por lo que volvió a su categoría, Quinta división.

“Ni cuenta me di porque yo jamás me había lesionado y seguí jugando como si nada. No tenía ni idea”, expresó desde su inocencia.

A su regreso, Rodrigo apareció a entrenar en moto. “No me daban las patas (sic) para ir en bici. Entonces empecé a preguntarle a un vecino con el que hacía leña si tenía alguna changa con los caballos y me preguntó cuánto necesitaba para comprarme la moto y me dio la plata adelantada”.

Citado y rapado

En agosto, cuando se reanudó el campeonato Apertura, en la previa al partido con Cerro, el técnico Matías Rosa expresó en pleno entrenamiento: “Muchachos, todos los que están concentran, están citados”. Y ahí estaba Rodrigo.

Cuando terminó el movimiento debió pasar por la famosa pasarela donde recibe “golpes” de bienvenida de sus compañeros. Un rato después Ramiro Quintana lo rapó.

La noche previa Rodrigo fue a concentrar a un complejo de cabañas en Colonia Valdense. “Mi primera concentración. Un mundo nuevo. Todo. La comida, nunca había visto tanta comida”, admitió entre risas.

El pasado fin de semana, con 16 años, debutó en Primera división ante Rentistas. Rodrigo inició su carrera futbolística lleno de ilusiones. Sigue viviendo en el humilde barrio San Carlos. Aún va al liceo 2 de Colonia de 14 a 18.45 horas. Cursa cuarto año. Concurre a entrenar en la motito que se compró a pulmón. Y en la semana recibió de regalo su primer par de zapatos de marca. Se los dio Fabián Píriz, el lateral al que hizo debutar Leonardo Ramos en Peñarol y que el año pasado jugó en Villa Española.

¿Su sueño? Tan simple como su vida a los 16 años. “Jugar en Primera. Ahora estoy en el plantel, pero quiero ser titular algún día y tener mi propio contrato, mi sueldo, vivir del fútbol. Ahora no tengo nada”.

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