Gianni Infantino y Vladimir Putin

Fútbol > CRÓNICA DE VIAJE

Rusia les ganó por goleada a los prejuicios

Con la imponente organización y la calidez de su gente, el anfitrión le mostró su mejor cara al mundo
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18 de julio de 2018 a las 05:00
"Sochi no era así hasta los Juegos de Invierno de 2014", me dijo María, rusa, en un perfecto español. "El agua era sucia y todo estaba bastante descuidado". Recostado a orillas del Mar Negro –ahora con un agua turquesa que embelesa–, el balneario ruso tiene un aire a Punta del Este y fue una de las sedes del Mundial con el que los rusos le ganaron al mundo.

"¡No, no mires las películas!", me dijo Kiril a las risas cuando le comenté que no solo me había encantado su ciudad, Rostov-del-Don, sino que también me había sorprendido la amabilidad y la calidez de su gente.

Entonces me vino a la mente la frialdad letal de Ivan Drago peleando con Rocky. El desagradable mafioso ruso de Búsqueda implacable III, donde Liam Neeson le pega a todo lo que se mueve y, claro, lo derriba.

Sacudo la cabeza y me doy cuenta: es la imagen que me enseñó Hollywood y con la que me sellaron el pasaporte para desembarcar en Ekaterimburgo para seguir el periplo uruguayo en la tierra de los zares.

Ahí, justo en esa ciudad que está al otro lado de los montes Urales liquidaron en 1918 a Nicolás II –el último zar– y su familia en el marco de una guerra civil que decretaría el triunfo de rojos sobre blancos y la definitiva llegada del comunismo.

De esa historia entendí una frase de una voz neutral que vive por aquel lado del mundo: "Esta gente no siente la libertad en sus venas". ¿Pero no fue ese anhelo lo que determinó la caída del régimen en 1991? "No, lo que siguió a aquello fue descontrol. Y tras el caos, lo que este país necesitaba era justamente control".

Entonces llegó Vladímir Putin. En Nizhny Nóvgorod dos jóvenes parejas me convidan con una cerveza al reconocerme como un extranjero en un almacén. Cuando pronuncian el nombre de su presidente abren grandes los ojos y exclaman su admiración.

"Yo practico sambo, como Putin" (google traductor mediante), dicen en referencia a un arte marcial que se hizo famoso en el ambiente under soviético en la década de 1970 y el que supo practicar el mandatario que como buen ruso lleva el deporte en sus venas.

No pasan de los 25 años pero no hablan nada de inglés. Fuera del ambiente de los voluntarios –todos capacitados en el idioma más universal y más solidarios que Edinson Cavani en repliegue defensivo– ni adultos ni jóvenes lo hablan. Al menos esa expresión me llevé de Ekaterimburgo, Rostov, Samara, Sochi o Nizhny.

Pero lo suplían todo con voluntad. Al ser consultados donde tomar un taxi o Uber ofrecen su celular y se toman 10 minutos hasta que el coche llega. Al ser consultados por una calle y no lograr superar la barrera del idioma, te llevan caminando hasta el lugar.

Me quedó grabados aquellos pibes que se equivocaron al indicarme cuál era el acceso para llegar al estadio de Rostov y caminaron dos cuadras hacia atrás para corregir su indicación y marcar el camino correcto.

Anton y Ana me recibieron en su casa de Nizhny con Grisha, su hijito de un año. Me compraron medicamentos para una de esas traicioneras gripes de verano y me ofrecieron cada noche una cena liviana porque allá por las noches se come algún bocado con te. Después de las 11 PM los restaurantes bajan la cortina.

Las viviendas, estructuralmente y por fuera, son horribles en toda Rusia pues responden al viejo plan de vivienda soviético. Fachadas descuidadas, edificios descascarados, pesadas puertas metálicas, ascensores sucios. Pero por dentro, los hogares lucen inmaculados e impecables.

Eso sí, nunca entre a la casa de un ruso con zapatos. Un pasito cortito y a descalzarse.

Todos conocen Uruguay y saben dónde está ubicado en el mapa. Eso no pasa en otras partes del mundo. Y les caemos simpáticos.

María recuerda la tarde que los alemanes perdieron con Corea del Sur y quedaron afuera en la fase de grupos. Sonríe con un aire maléfico y confiesa: "Es más fuerte que nosotros, claro que lo disfrutamos".

Esa sonrisa esconde las huellas y las cicatrices que la Gran Guerra Patriótica le dejó primero a la Unión Soviética y ahora a los rusos. Así se recuerda a la intervención de los entonces liderados por Stalin en la segunda guerra mundial (1939-1945).

Por eso en cada ciudad, en muchas plazas hay monumentos con tanques de guerra en Ekaterimburgo, aviones en Samara o una llama eterna tras los muros del Kremlin de Nizhny Nóvgorod donde la vista del río Volga es cautivante y espectacular. La palabra "memoria" campea en todos esos altares a los caídos.

No hay cifras exactas, pero las más abultadas hablan de 27 millones de muertes durante el conflicto bélico en el cual los soviéticos defendieron sus fronteras ante la Alemania nazi en la sangrienta batalla de Stalingrado (hoy Volvogrado) y también en el sitio de más de un año a Leningrado (hoy San Petersburgo) donde la población sufrió más de un millón de muertes y los que sobrevivieron tuvieron que comer gatos, ratas, cuervos y hasta carne humana.

"Rusia se preparó para mostrar esta cara. Hace dos años, Moscú no tenía ni peatonales, el centro era un caos por el tránsito y la verdad que no sé qué hicieron con todos los borrachos que había en las calles", me comentó una periodista española radicada en Rusia hace años.

Rusia organizó un Mundial imponente y le mostró al mundo la cara que quería mostrarle. Estadios ultramodernos e imponentes, controles de seguridad exhaustivos, gente amigable, plena seguridad al caminar por las calles a cualquier hora. Lo ganó por goleada.

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