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Salle en estado puro: entre chistes y lamentos por "pagar el precio" de pertenecer a un partido chico

El candidato por el Partido Verde Animalista eligió bromear sobre las dificultades que trae el carecer de infraestructura
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27 de octubre de 2019 a las 14:17

Gustavo Salle entra a su cuenta de Twitter desde su celular para ver la infinidad de notificaciones que recibió por el último video que se hizo viral sobre él. Recorre con el pulgar los comentarios y los retuits hasta que reproduce los 15 segundos de un plano tomado por alguien desde un auto. Entonces aparece el candidato a presidente montado en una bicicleta con dos banderas de su Partido Verde Animalista y tarareando a viva voz la marcha de la vuelta ciclista. Fue este sábado de tarde, en la rambla de Pocitos, y ahora, mientras se ríe con ganas de sí mismo, cuenta que lo hizo para lograr un "golpe de efecto".

"Escuchame: un candidato a presidente por la rambla, en bicicleta, absolutamente expuesto. Yo me mato de la risa. Uno puso: 'Cuidate, viejo lesbiano', te va a dar un ataque'", dice Salle. Y vuelve a reírse, como lo hizo durante gran parte de la mañana de este domingo de elecciones. No lo dice, pero queda en evidencia que el buen humor es su recurso para poner buena cara a los contratiempos que le llegan de todo el país, cada pocos minutos.

Suena el celular, atiende y pregunta sin dar tiempo a nada: "Marcos Pereira, ¿cómo está la cosa en Tacuarembó?". Luego cuelga y lamenta, ahora con la seriedad de quien recibe un balde de agua fría: "En Tacuarembó hay listas de Florida". El celular suena de nuevo, y se entera que en un circuito del Cerro no hay listas suyas. Otra llamada. Esta vez evita escuchar los detalles de otro problema. "Si tienen tarea para realizar, movilícense porque ahora llegó la prensa. Nos ponemos en contacto más tarde", dice. Y bromea otra vez: "Anden con el poder de delegado arriba, pero no se lo pongan entre las piernas, por favor".

Son las 10 de la mañana y Salle está en Rivera y Juan Paullier, en una de las sedes del partido. En efecto, hay algunos periodistas acompañándolo, pero tampoco les presta gran atención porque si no suena el celular lo hace una bocina, o un vecino se acerca a saludarlo y a contarle que ya lo votó o que va a votarlo. Con algunos, como con William –quien le regaló la biografía de Eleuterio Fernández Huidobro, de María Urruzola–, se queda incluso conversando: "Sabe que estoy notando algo, y es una frase que repiten mucho: 'Doctor, adelante, no se quede, juéguesala. No lo voto, soy blanco, soy colorado, soy de Cabildo Abierto'. ¿Y entonces cómo me la voy a jugar?", reclama.

William, que no le desea suerte sino éxito, lo alienta y antes de despedirse le tira la lengua al candidato. Le hace pronunciar algunas partes de su polémico y enérgico discurso, que no escatima en enemigos. "A mí no me vengan a joder con la FEUU y el PIT-CNT. Están operando para el gran capital internacional. ¡La FEUU y el PIT-CNT son traidores y corruptos!", grita, con la mandíbula temblando.

O también: "El homosexual guapo no necesitas del LGTB. A ese le gustan los hombres y punto. 'Lo hago con los míos y no te pido nada. Chau'. Y te digo una cosa, ese tipo de homosexual lo tenemos en el partido, y lo respetamos a rajatabla. Y ellos te lo dicen: 'Yo no necesito a ningún movimiento que me venga a decir cómo tengo que vivir mi sexualidad".

Hacia la Udelar

Salle votó muy temprano –en un circuito muy cerca de su casa, en Carrasco– porque sabía que le esperaba un domingo largo, y que iba a tener que hacer de chofer, de delegado de su partido, de coordinador, de candidato. El penalista, que decidió volcarse a la política en enero –luego de años en los que realizó decenas de denuncias contra el gobierno por presunta corrupción, aunque la mayoría fracasaron–, es sabedor de que las posibilidades de éxito son bajas.  "Este es un partido nuevo, chico, sin infraestructura, fuera de la partidocracia y sin guita... Vamos a pagar el precio de todo eso", razona.

Pero enseguida cambia su voz reflexiva por su energía y vehemencia habituales, y anuncia que el primer circuito a recorrer será el de la Universidad de la República. "Así provocamos un poco", dice, y aunque no se frota las manos, es como si lo hiciera. 

Se sube a su camioneta con dos periodistas y un estudiante que filma todos sus movimientos y estaciona en Guayabos, detrás del IAVA. "¿Ustedes saben qué tengo que decir o presentar adentro para reponer las listas?", pregunta. Alguien le responde que el único candidato a presidente en el vehículo es él. "Bueno, pero nunca hice esto", vuelve a reírse.

Como en la sede de la casa de estudios no había circuitos, el plan b es el liceo, y el candidato entra a cumplir con su misión. Sin embargo, en el IAVA no encuentra a nadie que lo detenga y discuta con él, como le ha pasado tantas veces en la vía pública a lo largo de la campaña. Pregunta en la mesa "cómo es el procedimiento". Le explican que tiene que presentar el documento de delegado y su credencial, e ingresa al cuarto secreto, en donde encuentra "todo en orden".

El candidato aspira a ser votado por al menos 27.000 ciudadanos y acceder a una banca como diputado. Y no pierde las esperanzas: en la calle, minutos antes de encontrar que en el liceo no lo había "votado nadie", un cuidacoches le gritó que ya ha puesto una de sus listas en la urna.

"¿Escucharon? Ya me votó. Hay uno que ya tenemos".

 Salle vuelve a reír.

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