La medalla de plata que Julián Schweizer lució este domingo en Lima comenzó a gestarse hace cinco años, cuando a los 16 se la jugó por el surf, ir por su sueño de ser un profesional de las olas, dejó su familia y su vida típica de adolescente liceal en Montevideo para irse a las aguas de Costa Rica.
Años después, luego de hacer podios en Panamericanos de surf con su tabla de longboard, se dio el gusto de ser finalista y conquistar una presea para Uruguay en los Juegos Panamericanos que, por primera vez en su historia, incluyeron al surf en su grilla, en la antesala continental del debut de este deporte en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
Superando heats día a día, yendo al repechaje tras caer con el campeón mundial local Benoit “Pícolo” Clemente y volviendo a recuperarse para llegar a la final nuevamente ante el gran surfista peruano, Schweizer llegó a la pelea por el oro, cayendo ante el incaico, su amigo y mentor, pero cumpliendo con la meta con la que llegó a Lima: conquistar una medalla.
Este lunes, mientras aprontaba las valijas en la villa panamericana para viajar a Uruguay por un par de días y atendía las entrevistas telefónicas de la prensa, el joven de 21 años habló con Referí, repasó su logro y sus inicios.
“El gran objetivo se cumplió, era alcanzar una medalla, por suerte la de plata”, dijo el surfista de Montevideo pero que cuando está en el país disfruta de las olas de La Paloma, donde comenzó con la tabla standard y a los 15 años se pasó al longborad.
“La parte clásica del surf es lo más lindo para mí. Poder caminar la tabla es lo que me enamoró del longboard”, dijo al explicar por qué eligió esa modalidad.
La definición de este domingo fue un momento de mucha emoción, por la final, porque había una tribuna repleta de espectadores instalada en el medio de la arena de Punta Rocas y porque su padre estaba entre el público.
“Fue algo atípico surfear para tanta gente, sentir la gente alentando. Me dijeron que estaba la barra brava de Perú del fútbol. Y me gusta, me gusta que sea en contra también, sentir la presión de que alentaban al rival. Se vivió una atmósfera que pocas veces he vivido y espero volver a repetir”, expresó.
La amistad que tiene con Clemente quedó a la vista de todos. Mientras estaban en el agua en plena disputa por el oro había diálogos y risas. “Los heats con Pícolo son bastante amigables dentro del agua, charlamos bastante, nos molestamos uno a otros”, contó Schweizer.
“Cuando metió la primera ola buena le dije ‘dejame la próxima, no seas malo, dale un poquito de emoción al heat’. Y se mataba de la risa. Fue un heat divertido, obvio que cada uno quiere ganar, pero en cuanto a la relación de los dos en el agua siempre es la mejor, siempre somos supercompetitivos, nos peleamos por las olas”, comentó.
El uruguayo también bromeó con Clemente por la edad, tiene 37. “Dejame alguna, estoy cansado de ser cebollita”, le dijo.
Al asegurarse la medalla, Julián rompió el protocolo y se metió a la tribuna para saludar a su padre, mientras los guardias de seguridad se acercaban sin entender los que pasaba.
Su padre tampoco entendió mucho cuando su hijo, con 16 años, le dijo a él y a su madre que quería irse a Costa Rica para comenzar su carrera como surfista profesional. “Mi viejo no me creía y me decía 'no seas boludo'", contó a Referí en noviembre de 2016, tres años después de aquella propuesta.
Un viaje a surfear al país tico fue lo que lo motivó a tomar esa decisión en su vida. "Fui con unos uruguayos y quedé copado. Ahí decidí ser surfista profesional e intentar vivir de esto", contó.
Convencer a su familia no fue fácil. “Hicimos los números de los que gastaba viviendo acá y les dije a mis padres que salía lo mismo que viviera y fuera al colegio acá o que viviera allá", explicó. Y con su madre le costó más. "Le entré por el lado de que ella fue bailarina hasta que yo nací y se fue de joven a Nueva York. Le dije, 'si vos te fuiste por tu sueño por qué yo no puedo ir'. Y ahí le toqué el corazón", señaló.
Hoy, con la medalla panamericana en el pecho, tras convertirse en uno de los referentes de longboard del continente y ser séptimo en el pasado Mundial de Biarritz, Julián no se arrepiente de nada. “Esto remarca que el camino que elegí y el que sigo haciendo es el correcto. No te voy a decir que no es duro. Obviamente que lo disfruto y lo sigo eligiendo hoy en día”, comentó en Lima.
“Me fui hace cinco años de casa, me perdí de vivir un montón de cosas con mi familia. Estos son los resultados. A veces uno tiene que hacer sus sacrificios, lo tengo claro”, agregó.
El surfista señaló que los últimos cinco años se le pasaron “volando” y que recuerda “como si fuera ayer” cuando iba al liceo Juan XXIII. “Mi vida ha cambiado radicalmente”, comentó. “Estoy muy contento donde estoy y por donde estoy yendo. Me replanteo todo el tiempo si esto es lo que quiero o si tener una vida ‘normal’, porque en realidad mi vida para mí es normal y para muchos no, y creo que estoy por el camino que es el que más me llena y eso es lo más importante”, dijo.
El medallista panamericano señaló que el ciclo olímpico recién comienza para él, al igual que para el surf, y que tiene “mucho más para dar”.
“Espero inspirar a nuevas generaciones de Uruguay a que se la jueguen, la forma de crecer deportivamente es jugársela al todo por el todo”, dijo Julián, un ejemplo en eso de jugársela.
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