Comenzó una nueva siembra de arroz. Varios productores activaron las labores al inicio de esta semana, aunque en forma tímida teniendo en cuenta que hay pronósticos de lluvias para los próximos días y que no se siembra con fuerza previo a jornadas con precipitaciones, sobre todo cuando aún hay tiempo para hacerlo (el mes ideal es octubre).
Tal como estaba previsto en función de las persistentes dificultades que caracterizan al sector –se acumulan cinco zafras con pérdidas para la mayoría de los agricultores–, el área volverá a caer y lo hará a niveles inéditos en los últimos años 24 años.
Alfredo Lago, presidente de la Asociación Cultivadores de Arroz (ACA), dijo a El Observador que el área oscilará en 140 mil hectáreas, con una caída del 10% en relación a la campaña de 2017/2018.
Esa estimación se realizó tras una reciente reunión –en Río Branco– entre operadores de los sectores productivo e industrial y luego de una consulta que ACA realizó a productores referentes, que significan el 30% del área arrocera, sobre qué harán según la situación de sus empresas.
De concretarse, se sembrará este grano en el menor área desde 1994/1995 (146 mil) y muy lejos de las 205 mil hectáreas que posteriormente llegó a ocupar el arroz.
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Lago precisó que la caída pudo ser mayor, algo que se temió, pero se amortiguó porque hubo esfuerzos especiales en el sector industrial para apoyar a los productores con financiación.
La caída del área, estructural a esta altura dada la falta de soluciones de fondo a las dificultades de los arroceros, complica en gran modo al segundo eslabón de la agroindustria arrocera, porque aunque se mantenga el tradicional elevado rendimiento –y la calidad óptima del producto– el volumen sigue cayendo, por lo cual no debería llamar la atención el cierre de plantas industriales.
Lago, desde Río Branco, dijo que “es muy notorio el impacto negativo de esta realidad en las comunidades donde se produce arroz, por ejemplo acá, es muy claro que está todo complicado”.
El ajuste en el área y la merma en la actividad industrial causan un descenso inmediato en los puestos de trabajo generados.
Otro aspecto a considerar, que puede incidir en el área definitiva, es que en chacras que significan 5.000 hectáreas aún hace falta que llueva para que las represas tengan el nivel adecuado.
Las primeras siembras se han dado tanto en el norte como en la zona más tradicional, es decir en el este del territorio nacional. Sobre cómo el achique afecta al posicionamiento del arroz en el país, es relativamente estable en la zona del norte de Rocha, sur de Treinta y Tres y en Lavalleja, “donde menos ha bajado el área”. Por el contrario, se constatan descensos relevantes en los departamentos del norte, en Cerro Largo y en el área más tradicional de Treinta y Tres.
También mencionó que el achique se dará en área y a la vez en agricultores, con una merma del 8%, temiéndose que sean 500 en el mejor de los casos.
En materia de costos, hay “una leve luz al final del túnel, una pequeña vela prendida”, aludiendo a que mejoró el valor del dólar y que al inicio de la zafra algo más del 40% de los egresos se abonan en pesos. De todos modos, en una primera proyección, el costo por hectárea se acercará a US$ 2.000, lo que obliga a un lograr un rendimiento de excelencia y así y todo está muy en duda que se pueda obtener un margen de rentabilidad razonable.
Juan Samuelle
Resta vender más de la mitad del arroz
Sobre los mercados, precisó que resta negociar del 55% al 57% del arroz cosechado en la zafra pasada, en lo que incide que los industriales, al disponer de un volumen menor, esperan paciéntemente para poder concretar los mejores negocios.
Se volvió a colocar una buena partida en Irak, hay negocios con el foco en Europa –pese al pago de aranceles–, Perú y México, con buena perspectiva de colocar en este segundo semestre en Brasil, que precisará arroz, aunque está la duda de cómo incidirá el nuevo tipo de cambio.