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Se necesita autoridad presidencial
Al regreso de su gira por Francia y Japón, de resultados exitosos en prestigio pero aún inciertos en otras áreas, el presidente Tabaré Vázquez enfrenta una agenda compleja cuya dilucidación marcará el éxito o fracaso de su gestión. Todo dependerá de que logre imponer su autoridad presidencial en medidas eficaces, una vez aprobado el presupuesto y aplacada la conflictividad por aumentos salariales. A diferencia de su primer gobierno, cuando nadie en el Frente Amplio se rebelaba contra la autoridad de Vázquez y el país navegaba en la cresta de una ola de prosperidad, hoy aparece cuestionado por disidencias partidarias y por desbordes sindicales, así como trabado por una economía debilitada.
El problema más grave que deberá atender el presidente es la educación pública. Escorada desde hace años, hoy se tambalea al borde del naufragio por la crisis en el Ministerio de Educación y Cultura, que perdió a las dos figuras claves en las que Vázquez confiaba para llevar adelante su programa de reformas. El despido del director de Educación, Juan Pedro Mir, y la consecuente renuncia del subsecretario Fernando Filgueira no solo archivó los planes de mejoramiento prometidos por el presidente sino que fortaleció a la hasta ahora inefectiva conducción de ANEP. Cómo arregle Vázquez el entuerto y lo que haga con las postergadas reformas dará la pauta de su manejo de la jefatura del gobierno en los próximos años.
Pero el descalabro educativo no es su único dolor de cabeza. Su Frente Amplio acosa su política exterior y sectores poderosos han puesto el grito en el cielo porque Vázquez y el canciller Rodolfo Nin Novoa anunciaron que Uruguay, como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, apoya la lucha internacional contra el terrorista Estado Islámico. Pese a que Nin Novoa aclaró que el respaldo es conceptual y no con envío de tropas, a muchos dirigentes de la alianza de izquierda parece importarles más controlar la política exterior, tarea que ciertamente no les corresponde, que la amenaza que el terrorismo islámico plantea en todo el mundo.
Vázquez enfrenta además una tercera división de su fuerza política. A la puja entre la dirigencia más a rueda del mundo y los atrasados sectores conservadores, se ha agregado la disidencia de tres diputados en varios temas, lo que amenaza la exigua mayoría parlamentaria frenteamplista para aprobar leyes. El presidente debe capear además una situación económica incierta, con inflación alta, excesivo déficit fiscal y pronósticos de crecimiento cada vez menos optimistas. El aumento de la recaudación de 9% corre de atrás al del gasto público del 14% en términos nominales, lo que genera la necesidad de un ajuste de cinturón resistido por igual por el movimiento sindical y por muchos sectores de la alianza de izquierda.
Ante la caída de aprobación popular en los primeros meses de su gobierno, Vázquez anunció que reanudará las reuniones públicas del Consejo de Ministros en el interior como forma de rescatar respaldo en contactos más directos con la gente. Pero más importante que reunirse con vecinos es el ejercicio pleno de la autoridad que mostró en su primer gobierno pero que no se percibe con igual fuerza en el segundo. Se le atribuye la intención de hacerlo una vez salido del aquelarre presupuestal. Confirmarlo e implementar medidas idóneas para apuntalar debilidades del país y de su gobierno será la mejor manera de asegurar gobernabilidad.
