Silvina Luna

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Silvina Luna, el peso de la violencia estética y cuántas miradas resiste un cuerpo

La modelo y comunicadora argentina se volvió parte del sistema mediático comienzos de los 2000 cuando entró en Gran Hermano y desde ese momento su cuerpo fue objeto de crítica
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03 de septiembre de 2023 a las 13:20

“¿Vos te acordás de cuáles eran tus medidas antes de entrar a la casa?”, le preguntaba Jimena Cyrulnik mientras le envolvía la cintura en una cinta métrica y la cámara se acercaba minuciosamente a los números negros sobre la cinta amarilla como al perímetro de la escena de un crimen.

El cuerpo de Silvina Luna ya no era de ella. Se convirtió en un tema de conversación desde el momento en el que cruzó las puertas de la casa de Gran Hermano. Tenía 20 años, había crecido en Rosario, ya había sido camarera y vendedora, había viajado a Estados Unidos y había regresado a una Argentina en la que los realities se habían convertido en un atajo a la fama en tiempos de crisis.

Una amiga le pidió que la acompañara al casting de la segunda temporada del reality y ella accedió. Su amiga no quedó seleccionada, pero antes de irse un productor la vio y le propuso hacer una prueba. Silvina aceptó, fue la última de miles de personas que fueron entrevistadas y entró en la casa.

Y si bien fue una experiencia que le cambió la vida, desde el momento en que pasó por las puertas del reality su cuerpo se volvió un territorio público.

“Silvina Luna infla su panza y con un tono a medio camino entre el sarcasmo y la propia caricatura le grita a Roberto Parra: ‘¡A ver, Negro, cuándo lo vas a reconocer…!’. Está gorda. Y se ríe de estar gorda”, se lee en las primeras líneas de una nota publicada el 6 de noviembre de 2001 en la revista Gente. Una de esas publicaciones que acompasaban los tiempos de las modas de las dietas de los colores, de la luna o la manzana. El culto la cinta métrica y el 90-60-90.

“Silvina es modelo profesional. Su trabajo es embellecer las páginas de los medios con su figura y su cuerpo. Está acostumbrada a que el lente de una cámara de fotos le descubra cada detalle y su vida transcurre entre cuidados y cosméticos. Sin embargo, durante los 85 días que pasó encerrada en la casa de Gran Hermano, engordó 10 kilos y perdió la línea. Y lo que para cualquier modelo argentina empeñada fervorosamente en bajar un talle más, aunque le vaya la vida en el intento hubiera sido una catástrofe, diez kilos de angustia, una horrorosa monstruosidad de tejido adiposo sobrante, una vergonzosa derrota frente a los hidratos de carbono, para Silvina, Silvi, la rosarina, es la oportunidad para un chiste. ‘Reconocé al bebé, Negro, no te hagás el bol…’, sigue gritando y riendo”.

Sin embargo, y para la sorpresa o el estupor de quien escribía en las páginas de la revista, Silvina Luna se convirtió en “la reina del meneaíto”, el divertido ritmo pop de Gaby de comienzos de los 90' que todavía sigue sonando en cumpleaños y casamientos. Ese en el que la coreografía manda una mano sobre el abdomen y un movimiento de cadera.

¿Cómo podía ser que meneara con esa alegría su cuerpo? ¿Que lo exhibiera? ¿Que mostrara eso que alguien se atrevió a describir descaradamente como una “monstruosidad de tejido adiposo sobrante”? Era una trasgresión en la vidriera más grande de Argentina. De esas en las que los uruguayos nos vemos reflejados, aunque sea de perfil, mientras pasamos de canal en canal.

“Como si no bastara con la progresiva desaparición de su cintura, Silvina tiene en su currículum otro dato ¿divertido? ¿paradójico? En fin: Luna fue la modelo que Slim Center, -el conocido centro de adelgazamiento-, eligió para promocionar sus servicios. Pero esto fue antes. Exactamente, diez kilos antes”, escribía alguien la revista que marcaba los estándares. Y entonces, ¿qué quedaba para los demás?

Hace unos meses, en una entrevista con María Laura Santillán para Infobae, Luna recordaba el paso por el reality en relación con su cuerpo. Y la diferencia que sintió entre el adentro y el afuera de la casa más famosa del mundo. “Me sentía muy querida por la gente por cómo me tomé el hecho de engordar. No me importaba el aspecto físico. Cuando salí de la casa empecé a estar más expuesta en el medio y todo fue cambiando”, dijo.

De alguna manera, la premisa de la vigilancia 24 horas de Gran Hermano se transfirió a su vida y su imagen como un contrato a posterioridad. El reality terminó y las revistas contaron cada detalle de la dieta elegida para recuperar "la línea". Era parte –aunque por lejos detrás de su atrapante personalidad y simpatía– de lo que la hacía más cercana: lidiaba con las imposiciones y la naturalización de un estándar inalcanzable de belleza a la vista de todos. Y como todos.

Yo caí en la trampa de los estereotipos. Que no existen en realidad, pero yo quería verme de determinada manera. Estaba en una etapa de teatro de revista, trabajaba con el físico. Yo creía que quien era no era suficiente. Creo que ahí empezó todo. Y después tuvo sus consecuencias”, consideró en la entrevista.

“Silvina se había operado, inyectado, rellenado, succionado y todas las técnicas disponibles, como tantas mujeres famosas y anónimas también. Que nadie crea que esto pone la culpa en ella, que pobrecita no pudo ver lo linda que era o qué débil fue al entregarse al bisturí o elegir mal al cirujano. El médico Anibal Lotocki está siendo investigado en este caso y en otros. ​Y muchas mujeres que se operan con eminencias en clínicas habilitadas igual soportan comentarios sobre si es mucho o poco, suficiente o demasiado. No hay escapatoria al escrutinio”, escribió la periodista Marina Abiuso en eldiarioar.

¿Quién sostiene el bisturí? Este sábado, motivado por la preocupación en torno al caso de la modelo argentina y la "gran popularidad" de los procedimientos estéticos, la Sociedad de Cirugía Plástica Reparadora y Estética del Uruguay publicó un comunicado en el que instó a la población a optar por profesionales certificados y habilitados.

En octubre y noviembre de 2011 Luna se sometió a un procedimiento quirúrgico con el esteticista Aníbal Lotocki en donde, según un comunicado del Ministerio Público Fiscal (MPF) de Argentina, se le colocó microesferas de polimetil metacrilato, lo que "le provocó alteraciones anatómicas en los glúteos y en los muslos".

En 2022, la Justicia condenó al médico a cuatro años de prisión al considerarlo "responsable de las lesiones graves que sufrieron cuatro pacientes suyas luego de haberles realizado distintos procedimientos quirúrgicos": Gabriela Trenchi, Stefanía Xipolitakis, Pamela Sosa y Silvina Luna. Sin embargo, el fallo fue apelado y el caso judicial continúa con el médico en libertad.

Más allá de la investigación del caso y la responsabilidad penal que puede caer sobre el esteticista, denunciado por mala praxis e inhabilitado hace 50 días del ejercicio de su profesión, Silvina Luna profundizó en los últimos meses en una reflexión de carácter más sistémico de lo que la socióloga Esther Pineda acuñó hace una década como “violencia estética”.

La violencia estética ha hecho que algunas mujeres pasen toda su vida odiando sus cuerpos; a otras las ha llevado a sufrir trastornos alimentarios o dismórficos corporales; a otras las ha hecho sufrir depresión, ansiedad, inseguridad, dificultades para relacionarse; a otras les ha impedido acceder a puestos de trabajo; y ni hablar de las que han perdido la vida por la realización de procedimientos y cirugías estéticas”, sostuvo la socióloga venezolana en una entrevista con Télam. Aunque no es un modelo que recaiga únicamente sobre la mujeres.

Ni siquiera la enfermedad, una disfunción renal que se investiga en relación al procedimiento estético, eximió a Silvina Luna de las críticas. “Esta soy yo sin maquillaje, sin filtro, sin botox, sin rellenos”, dijo hace unas semanas a la cámara que puso en el balcón de su casa para grabar un video que luego compartió con sus seguidores en Instagram. Un video en respuesta a otro anterior, que en la sección de comentarios se llenó de crueldad hacia su cuerpo. “¿Qué pasa en la cara? Pasaron los años. Quizás se quedaron con la imagen de la chica de 20 años. Me pasó la vida". Esa es la exigencia:  joven, delgada y hermosa, siempre.

Silvina Luna murió el jueves a los 43 años.

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