Unicef advierte que, sólo en Níger, dos millones de personas necesitan ayuda humanitaria

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Tres décadas de golpes de Estado, matanzas colonialistas y ahora la presencia del grupo Wagner

Desde el asesinato de Lumumba en 1961 y el triunfo de la revolución de Argelia al año siguiente, los procesos de descolonización no dieron a África un rumbo de estabilidad ni de equidad. La presencia de mercenarios rusos tampoco es una buena noticia para el continente más pobre del planeta
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23 de agosto de 2023 a las 05:00

Por Eduardo Anguita

Para entender la presencia de soldados del grupo ruso Wagner en varios países de África es preciso un recorrido por las últimas tres décadas de inestabilidad, golpes de estado y un pasado colonial que dejó pobrezas y matanzas en el continente más pobre del planeta.

En una reciente declaración, el jefe del grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, afirmó que está en África, junto a varios de sus combatientes. Ese grupo militar tiene presencia desde hace años en varios países del continente, en naciones que fueron colonias francesas, belgas, portuguesas y británicas hasta los años ’60, cuando se produjo una ola de descolonización.

El punto de partida fue el rotundo triunfo de la revolución en Argelia, que tras la derrota de los mercenarios franceses fue aceptada por el presidente Charles De Gaulle con un plebiscito llevado a cabo entre la población argelina que llevaba un siglo de sujeción colonial. En las urnas, el 90% de los habitantes de esa ex colonia votaron por su independencia. Fue a mediados de 1962.

Antes de esa votación, hubo ocho años de guerra de liberación, en la que los métodos de los paracaidistas franceses y la legión extranjera fueron de tortura y asesinatos constantes. Algunos de los mercenarios franceses llegaron a Argelia tras otra derrota en territorios coloniales. Precisamente, en 1954, tras un siglo de dominio colonial en Vietnam, Laos y Camboya, a la que llamaban pomposamente la Indochina Francesa.

Un año antes del plebiscito llamado por el gobierno francés en su colonia, otro país francófono, Bélgica, ponía fin a la vida de Patrice Lumumba, quien había llegado por las urnas al gobierno del Congo Belga, un territorio en el cual Bélgica había hecho un genocidio sin precedentes y del cual todavía sus autoridades no repudiaron los crímenes ordenados por el entonces rey Leopoldo II.

Las Naciones Unidas y las potencias coloniales, tras la liberación de Argelia, tomaron nota de la ebullición de ese continente del cual desde el siglo XVI no sólo saquearon riquezas naturales, sino que hicieron de la captura de pobladores y el tráfico de esclavos un negocio lucrativo. La independencia formal de la mayoría de las naciones del continente fue también una pantalla para que las empresas y los gobiernos de las naciones colonialistas siguieran haciendo negocios, promoviendo golpes de Estado y corrompiendo a muchos de quienes llegaban al poder.

Con el auge de los Estados Unidos como primera potencia en el marco de la Guerra Fría, las compañías mineras, petroleras y alimentarias de ese país americano, iniciaron un proceso de inversiones de alta rentabilidad. No recurrieron al colonialismo tradicional, sino a lo que se denominó neocolonialismo; es decir, tener el control de sectores clave sin plantar su bandera, su ejército y cobrar impuestos directos, como hicieron Francia, Gran Bretaña, Portugal, Bélgica y otras naciones.

Con el crecimiento de China en el comercio y las inversiones fuera del país, África recibió a la segunda potencia económica mundial a partir de los años ‘90. En la actualidad, los puertos, las rutas, la logística, así como la explotación minera y de hidrocarburos, tiene a Beijing como un actor decisivo.

De allí que la reunión que estos días tiene el presidente chino Xi Jinping con presidentes africanos en Johannesburgo, Sudáfrica, es una nueva etapa de dominación de un país poderoso que impone las condiciones a países pobres de gran inestabilidad institucional.

Dicho esto, es cierto que unos pocos cientos o quizá miles de mercenarios de Wagner mantienen presencia militar en África. Rusia nunca tuvo colonias en el continente y el comercio de Moscú con países africanos es bajo, comparado con el de China, los Estados Unidos y la Unión Europea. Sin embargo, los mercenarios que responden a Moscú están en Malí, la República Centroafricana y otros países de la región del Sahel, que es la franja subsahariana que une el océano Atlántico con el mar Rojo. Una región que fue en su casi totalidad territorio colonial francés.

Sin este breve contexto, es difícil entender las palabras del petulante y agresivo jefe militar del grupo mercenario ruso del martes desde África: “Estamos trabajando. La temperatura es superior a los 50°C, tal y como nos gusta. El grupo Wagner realiza una misión de reconocimiento, haciendo a Rusia aún más grande en todos los continentes y a África aún más libre”.

¿Más libre? ¿Es posible que los países africanos mejoren su situación política, económica y de extrema pobreza con la presencia de mercenarios rusos? ¿Acaso harán algo distinto de lo que hicieron los mercenarios belgas o los de la Legión Extranjera de Francia?

Prigozhin alardea en su mensaje a través de Telegram que Wagner es la “pesadilla” de los yihadistas del grupo Estado Islámico y Al Qaida y convoca a africanos a sumarse a Wagner para “ejecutar las tareas establecidas y que prometimos cumplir”. Aunque parezca insólito, en el video proporciona un número de teléfono y una dirección de correo electrónico para su contratación.

Sólo para mostrar la gravedad institucional, va un recuento de los golpes militares en varios países –sobre todo los de Sahel– africanos desde 1991. En Guinea Bisau hubo ocho golpes; en Mali y en Burundi, seis; en Níger, Sudán, Sierra Leona y Togo, cinco; en Chad, Guinea y Costa de Marfil, cuatro.

En Sudán, en estos cuatro meses que lleva la guerra civil murieron miles de personas, entre ellos 500 niños. Unicef en Níger advierte que dos millones de personas necesitan ayuda humanitaria. Y la lista de calamidades por guerras, sequías y atropellos continúa. Nada indica que dejará de continuar con la llegada de mercenarios ni de militares que se adueñan del gobierno para servir a intereses económicos o promover luchas raciales.

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