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Un aplauso corto

"La posibilidad de cierres definitivos, reducción de personal y baja de actividad son una amenaza que algunos entendemos evidente y cuya capacidad de daño puede ser equivalente a las secuelas sanitarias del virus”
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26 de marzo de 2020 a las 22:17

Por Pablo Carrasco, especial para El Observador

Con una frecuencia diaria, estamos asistiendo a un más que merecido y espontáneo aplauso de los montevideanos a la labor de los funcionarios y médicos de la salud por su entrega en momentos tan difíciles. Me sumo al homenaje sin ningún titubeo, pero necesito hablar de su escasez.

La coyuntura tiene dos caras, por un lado la salud de los uruguayos en este momento y por otro la situación económica de un seguro día después.

Estamos, aún sin saberlo, eligiendo el daño menor: la gripe o el trabajo.  Al decir de Javier de Haedo, cuanto más prioricemos la salud, peor economía nos espera y viceversa.

Lo que no es verdad es que todos estén preocupados unánimemente por la misma cara de la moneda. “Lo importante es la salud” constituye una sentencia fácil de vender, pero completamente ignorante del concepto grande de salud que incluye algo más que la ausencia o presencia de gripe.

Independientemente de su posición social, todos han de padecer el día después. La posibilidad de cierres definitivos, reducción de personal y baja de actividad son una amenaza que algunos entendemos evidente y cuya capacidad de daño puede ser equivalente a las secuelas sanitarias del virus. No es muy diferente morir de gripe o de hambre.

Resulta abrumadora la predominancia de una sola de esas miradas, la montevideana y de manera particular la del funcionario público prescindible y la de todo ese mundo de empresas que viven del Estado.

Desde esa óptica resulta fácil entender la presión por una cuarentena obligatoria. Nada más lógico que salir de esto rápidamente y, sin mediar consecuencia laboral alguna, volver a la lucha sindical por un mejor salario real. También cierra la lógica de la solicitud de dejar sin efecto la corrección de las tarifas para quienes son oposición, fingiendo no saber que es el mismo dinero que se utiliza para los seguros de paro masivos o para las transferencias excepcionales que el Mides debe hacer a las 400 mil personas que fueron dejadas fuera del sistema por los gobiernos anteriores.

Pero “aquí abajo, abajo” al decir de Benedetti, las personas que están cosechando arroz, vacunando contra aftosa, ordeñando el ganado, transportando y exportando nuestra producción, están asegurando que exista un futuro para el Uruguay. Estos son invisibles a la ciudad, pero resultan héroes para los que están a la intemperie por el carácter privado de su actividad. Los uruguayos que constituyen una población de riesgo por su rol en la sociedad y porque en última instancia habrán de pagar los cheques del Estado. 

Cual integrantes de la corte de Luis XVI, el rigor de la pandemia sorprende a nuestra intelectualidad discutiendo banalidades sin percatarse que, mientras discurría nuestra agenda noruega, las empresas perdían competitividad a través de las millonarias transferencias realizadas al resto de la sociedad, que gastábamos como un marinero borracho y se extinguía la inversión productiva un día sí y otro también.

Ahora el tsunami llegó y el rigor hace aparecer lo mejor de nuestra sociedad respondiendo a un gobierno que solo apeló al buen uso de la libertad y no transitó los caminos autoritarios a los que son tan afectos los integrantes de la oposición.

En medio de esta maravilla, actitudes como las del Foica o el Sunca reclamando el retiro a cuarteles de invierno es una muestra de no haber entendido dónde les toca jugar este partido.

Ellos, al igual que los médicos, los policías, los empleados de supermercados, los funcionarios públicos imprescindibles y otros tantos, no tienen el derecho a cuidar su ombligo, ellos son los que juegan de héroes y no de víctimas.

Quienes no están en estos puestos de batalla, nos cuidan manteniéndose en sus casas con gran generosidad y nos levantan el ánimo cada vez que salen al balcón a aplaudir.

Mi gratitud con todos ellos. Y esta columna solo quiere recordar que la lista de uruguayos a homenajear puede ser más larga.

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