"Teatro en Montevideo", la versión de "New York Movie" del colectivo Primer Ensayo  y el fotógrafo Alejandro Persichetti

Espectáculos y Cultura > Cultura en pandemia

Un limbo de incertidumbre: así esperan los artistas uruguayos la reactivación de los espectáculos

Con las actividades culturales prohibidas, los músicos y teatreros uruguayos tratan de estar activos, aunque la falta de respuestas los desmotiva
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12 de junio de 2021 a las 08:28

Se trata de esperar. De la Espera, con mayúsculas.

Estamos rodeados por ella. Si el gerundio lo permite, vivimos esperando. Esperamos a que venga el hombre de la sanitaria, que llegue el libro que queremos leer, que nos paguen el sueldo, que Nacional gane la Libertadores, que el celular suene, que se nos dé. Esperamos a la muerte. A un hijo. Esperamos que la vida sea lo que esperamos de ella. Esperamos el momento oportuno. Esperamos. 

El autor Antonio Di Benedetto hizo esperar a su personaje don Diego de Zama hasta el hartazgo. Hasta el infinito. Di Benedetto dedicó su libro, Zama, “a las víctimas de la espera”.

Eté & Los Problems canta en Hambre: “¿Qué esperás? ¿A que pase qué? ¿A que venga quién?”.

La Real Academia Española define la espera como: 

  1. Tener esperanza de conseguir lo que se desea.
  2. Creer que ha de suceder algo, especialmente si es favorable.
  3. Permanecer en un sitio donde se cree que ha de ir alguien o en donde se presume que ha de ocurrir algo.
  4. No comenzar a actuar hasta que suceda algo. 
  5. Poner en alguien la confianza de que hará algún bien.

Hoy, junio de 2021, estamos esperando como nunca. Y tenemos esperas bien identificables: esperamos que las vacunas hagan efecto, que la luz al final del túnel despunte, que la pandemia se termine para siempre. Que la vida pueda retomar su curso y nosotros también.

Las esperas pandémicas se sufren. Acá en Uruguay y en el resto del mundo. Y uno de los tantos grupos que la padecen son los artistas. Con los espectáculos públicos suprimidos por segunda vez desde la llegada del virus —y sin una fecha clara de regreso—, los actores y los músicos, entre otros, han buscado la manera de combatir la ausencia de trabajo con actividades virtuales, ensayos a distancia y otras prácticas, que, en medio de los aprietos económicos y la orfandad en la que están inmersos, los ayude a despejar la cabeza. Pero en el fondo, de nuevo, lo que los rodea y los empasta es la espera, la posibilidad a veces remota, a veces más cercana, de que el escenario sea otra vez algo tangible. Una realidad. Un hecho. 

Todavía no hay fecha para la reapertura de los espectáculos públicos

Escena vacía

Marianella Morena define hoy a los teatros como “hermosas cajas vacías”. 

La dramaturga —que cuando “se bajó la cortina” de los espectáculos estaba por estrenar Muñecas de piel, una obra con la Operación Océano como eje— asegura que se mantiene en movimiento y que le ha buscado la vuelta a la situación con suplencias en los ensayos, dinámicas con poca gente, grabaciones, escritura y más. Pero la incertidumbre, que se estira a lo largo de varios meses, la descoloca y la desanima. 

Tengo prohibido trabajar. Yo, y muchos colegas. ¿Qué debo hacer o cómo debo reaccionar? No quiero cultivar el odio, ni convertirme en una delatora. No quiero ese rol. Lidiar con la tristeza es la forma que tengo de constatar que tengo un cuerpo que sigue reaccionando. Hago planes, pienso y sigo creando, para Uruguay y para el extranjero. Escribo, armo proyectos que se caen y otros que siguen su curso. Hemos perdido el futuro pero no podemos seguir perdiendo el tiempo. Estamos dentro de una catástrofe, y la clase política sigue peleándose como si estuvieran en un pelotero. No hay empatía, se extinguió”, dice.

Para Robert Moré, actor, director y humorista, la situación es similar. Desde 2019 tiene pendiente la posibilidad de estrenar un nuevo trabajo, pero las veces que ha tenido lista la puesta en escena, el telón sanitario se lo ha impedido. Su válvula de escape ha sido la virtualidad —ha hecho, por ejemplo, presentaciones en Instagram, de uno de sus personajes de la obra No doy con el personaje— y la comunicación que encuentra a partir de Arde la ciudad, el programa que integra todas las mañanas en radio Cero. También da clases de actuación. Pero no es lo mismo.

No sabés qué hacer. Te estudiás la letra, repasás solo, pero al final no estás trabajando con tus compañeros. Tenés algo pendiente, no lo podés resolver, es terrible. No podés trabajar dónde y cómo querés. Se sufre la incertidumbre”, cuenta.

En 2019, la obra Terrorismo emocional generó en torno al nombre de Josefina Trías, autora del texto e intérprete, un entusiasmo justificado y un éxito que luego se materializó en múltiples funciones, reposiciones y hasta la publicación de la historia en formato libro. La lógica marcaba, así, que la segunda obra de Trías estaría al caer o, al menos, en desarrollo. Y eso sucedió, pero la pandemia también le sacó a ella la oportunidad de plantar otro mojón en su auspiciosa carrera.

“Es un spin-off de Terrorismo emocional, con cuatro actores que representan una familia en el 2002”, cuenta Trías sobre su segunda obra. “Los ensayos pasaron a Zoom y tenemos una directora que está logrando maravillas, porque obviamente a nadie le hace gracia ensayar de manera virtual. Se está creando, están pasando cosas. Se está caldeando de manera bien bonita”, dice. Y enseguida acota: “Pero la incertidumbre está haciendo mella”. 

La especulación es muy grande. Todos planificamos estrenos y la vuelta sin un panorama claro, y se suma al desgaste, a la falta de trabajo y al deterioro cada vez mayor a nivel económico y social. Y la necesidad que tenemos los artistas, porque, más allá de que es nuestro trabajo, esto es nuestra fuente de vida espiritual. Que las respuestas no aparezcan hace que la situación sea cada vez más difícil”, dice.

Esta es la segunda "etapa cerrada" de los espectáculos desde que comenzó la pandemia

Presente continuo

Los músicos uruguayos están en la misma situación. Pueden dedicarse a la composición, a trabajar nuevos proyectos, nuevos discos, pero lo dicen: nunca estarán completos si el público nos los recibe en una sala, en un teatro, en un parque. Así, también esperan.

A Martín Buscaglia se le ocurren palabras para acompañar el momento. Una es, claro, incertidumbre. Ahí todos coinciden. Luego deja dos más: burocracia y sinsentido. “¿Cómo preparar, ensayar, comunicar un espectáculo si nadie ofrece una certeza sensata de cuándo y cómo se pueda realizar?”, se pregunta. 

“El manejo de esta situación provocó, de un modo perverso, una inversión alquímica: antes el tiempo era oro, ahora es una baratija. Antes, tu tiempo libre podía servir para trabajar nuevos proyectos, ahora aparenta dar igual hacer mucho o nada, vivimos en un presente continuo. Perdimos libertad, salud y educación. Esto no es nada nuevo, ya lo sabían los griegos. Cuando el arte cumple su función promueve la libertad de espíritu, de cuerpo, de mente. Esa función literalmente vital es la que ahora se desprecia”, dice el músico, que además debió, hace poco menos de un mes, lidiar con otro dolor de cabeza luego de que la Intendencia de Montevideo le prohibiera pasar música en un bar por considerarlo un espectáculo público.

“Quienes manejan esta situación —aquí y en todo el mundo—son los auténticos terraplanistas: antes el existir tenía un horizonte hacia el que embarcabas tus planes; ahora achataron el mundo —el arte, la educación, el pensamiento—”, agrega.

No saber qué hacer con la espera, o hasta cuándo hacerlo, es lo que intranquiliza a Patricia Turnes, cuyo espectáculo de presentación de Todo lo que no se cuenta en las canciones de amor, su último disco, está planeado para julio y agarrado con pinzas. Cree, igual, que seguir en la espera hoy es actuar con prudencia.

“Sé que la situación está complicada, pero me gustaría que se diera una fecha exacta de reapertura de los espectáculos públicos, aunque se dijera ‘no va a haber una reapertura hasta dentro de cuatro meses’ o lo que sea. Entiendo que no lo vamos a saber hasta que bajen los casos. Se hace un poco complejo pensar en ensayar e incluso en tocar en vivo en este momento. No parece lo más prudente. Hay que esperar, no queda otra”.

A Diego Presa el último cierre lo agarró también con disco nuevo —Cuarto— y un libro recién salido del horno —el poemario Desviaciones (Pez en el hielo)—, y entre la docencia y proyectos que asegura que lo han “sostenido”, igual se cuelan las dudas sobre lo que vendrá. Y cómo.

“Por un lado, en este tiempo he sentido la fuerza del absurdo, del contrasentido, como algo que nos golpea en la cara. Por el otro, está el lugar que le da la clase política a la cultura, acá y en todos lados. Y en Uruguay no solo de parte del gobierno nacional; también de la Intendencia de Montevideo. El sector cultural no es un grupo de presión fuerte, por eso es muy fácil tomar la decisión de clausurar los espectáculos. Pero más allá de ese hecho, estamos viviendo en una ciudad triste, sin museos, sin bibliotecas públicas. Estamos viviendo en medio de absurdos, como el de la libertad responsable. En este sector está prohibido trabajar, así que ni siquiera podemos ejercer esa libertad”, dice.

El ministro Pablo Da Silveira toma la temperatura durante el polémico piloto del pase verde

Lo que se perdió, lo que viene

Todos, los seis artistas entrevistados para esta nota, sienten la falta del contacto con la gente y buscan la manera de lidiar con eso. En general, fracasan. Se extraña el aplauso, el telón que se levanta, las risas. Extrañan hasta el aburrimiento que, a veces, notaban en el público. Antes era algo que los podía desacomodar; hoy, es parte de lo que también se perdió.

“El encuentro es fundamental en lo que hacemos”, asegura Presa. “Es un factor esencial. Si falta, hay un sentido que no se completa. Esto no es una cuestión reaccionaria hacia las nuevas tecnologías, y no implica negarse a los cambios y las plataformas, pero el encuentro es insustituible. Todo bien con los streaming, pero no hay vuelta. La experiencia se empobrece mucho”.  

Buscaglia, por su parte, agrega que sin el contacto no hay “peso, sentido, relevancia ni realidad”.

Turnes, en cambio, acusa la falta de shows, pero comenta que entiende al contacto como algo que se mantuvo junto a ella a través de las formas que encontró para hacer llegar su música a la gente. “Cuando saqué el disco el año pasado, a través de las redes sociales me llegaron comentarios de varias personas y quedé muy conforme con la repercusión que tuvo”. Agrega, como ejemplo, las presentación que pudo hacer vía streaming.

La tríada del teatro también espera por el reencuentro con fervor. 

Moré asegura que no estar frente al público se le hace insoportable. “El hecho artístico es lo que se produce entre lo que uno hace y lo que la gente ve, ahí en el medio”, explica. 

A Trías le cuesta definir exactamente qué es eso que flota en el aire durante una obra de teatro y que le hace tan bien, pero lo echa de menos y asegura que es sagrado. 

Ante la pregunta de si el aplauso se puede suplir con algo más, Morena es clara: “El aplauso constata el colectivo, el convivio, la convivencia entre desconocidos que por un instante, sin saber sus creencias ideológicas, religiosas, filosóficas, se ponen de acuerdo y aplauden. El teatro es uno de los pocos lugares donde personas que no tienen nada en común comulgan en un aplauso. ¿Habrá gesto más republicano que ese?”.

Todavía no hay fecha para la reapertura de los espectáculos públicos. Se han hecho planes piloto —el polémico pase verde—, algunos grupos han intentado ejercer un poco de presión —Uruguay Es Música y su última conferencia de prensa—, pero lo cierto es que la cultura sigue esperando. Por las gráficas que siguen subiendo, los muertos que se cuentan, los índices que se mantienen y los reportes diarios que se acumulan, parece que lo seguirá haciendo un poco más.

Pero los artistas, mientras esperan, también piensan en la vuelta. Algunos la ven más lejos, otros más cerca, otros ni la ven. Pero la imaginan. Trías lo hace con entusiasmo. Moré, con optimismo, pero siendo realista. Turnes espera que sea a sala llena. Buscaglia la ve como resultado de la lucha por los derechos culturales. Morena la espera como “una gran fiesta de los sentidos, una gran fiesta del cuerpo”. Y Presa tiene la esperanza de que brille y sea una experiencia tan intensa como la que se vivió cuando, en agosto del año pasado y después de varios meses de oscuridad, el arte volvió a la vida. Que es lo que hoy, en medio de este paréntesis, todos esperan.

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