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Un uruguayo encontró dos lobos marinos huérfanos y se convirtió en su madre

Richard Tesore, fundador de la ONG SOS Rescate de Fauna Marina en Punta Colorada, ayuda a animales del mar en peligro y los adopta como si fueran familia
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25 de febrero de 2018 a las 05:00
El aullido pone a los dos cachorros de lobo marino en alerta. El sonido les resulta familiar, se inquietan y responden con un chillido mucho más agudo; infantil. Del otro lado, el mensaje se replica. Así comienza el diálogo entre los dos animales y Richard Tesore.

Tesore –56 años, fundador de la ONG SOS Rescate de Fauna Marina, inquieto, temperamental, pañuelo palestino sobre la cabeza, vestimenta verde militar– tiene una relación única y especial con los animales del mar.

Ambos lobeznos llegaron a la costa este uruguaya luego de una fuerte tormenta. Cuando los encontraron, los animales todavía tenían el cordón umbilical pegado. No había rastros de la madre. Estaban aterrados, recuerda Tesore.

En seguida fueron trasladados a la base de SOS, un modesto establecimiento sobre la playa honda de Punta Colorada que funciona hace 26 años y colabora con animales marinos y aves costeras que necesitan asistencia médica. Allí, Tesore y su equipo de voluntarios recibieron a las crías y activaron su protocolo. Lograron estabilizarlas y la segunda semana de enero hacía 20 días que vivían en el refugio a base de un licuado con trozos de pescado, agua y un polvo energético especial.

Tesore se transformó en su madre. Lo dice así, sin vueltas. Como si adoptar cachorros de lobo marino fuera una más de sus tareas. Y cuando dice que se transformó en su madre, habla de que los alimenta y juega y nada con ellos en el mar. Cosas que hacen las madres. Y que les habla: con ese aullido que los animales identifican al instante. Tesore se transformó en su madre. Lo dice así, sin vueltas. Como si adoptar cachorros de lobo marino fuera una más de sus tareas. Y cuando dice que se transformó en su madre, habla de que los alimenta y juega y nada con ellos en el mar. Cosas que hacen las madres. Y que les habla: con ese aullido que los animales identifican al instante.

Pero no pueden quedarse allí para siempre.

Cuando los cachorros estén fuertes y puedan pescar su propio alimento, será el momento de dejar el nido en la tierra. Tesore lo sabe –desapego, lo rotula– y dice que, al adoptarlos, su objetivo final siempre es que se independicen y vuelvan a su estado salvaje. Para lograrlo, cada mañana, el hombre y los animales salen al mar. La imagen es casi insólita: un humano nadando con dos animales salvajes al hombro que no eligen abandonarlo, huir despavoridos.

Lea también: Voluntarios de todo el mundo llegan a Rocha al rescate de las tortugas.

"Tienen miedo", asegura Tesore mientras toma a una de las crías con las dos manos y la sumerge en el agua salada. La tormenta que los separó de su verdadera madre y los lanzó a la orilla dejó mella en las crías. Volver al mar, su hábitat, es un proceso traumático y doloroso, asume Tesore. Y afirma que tarde o temprano lo harán.

La vida en el refugio


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Al mismo tiempo que los lobos, un pingüino de Magallanes herido también sale a nadar. Lo hace junto con Vicki Crook, una oceanógrafa inglesa radicada en Piriápolis y voluntaria en SOS. Skipper, como bautizaron al animal en el centro, tiene una lesión cerebral que le impide mantenerse de pie: perdió el equilibrio por completo. Sin embargo, en el agua nada sin problemas. Aún no lo liberan porque temen que su herida lo ahogue.

A diferencia de los lobos, Skipper siempre intenta escabullirse y por eso sale con una correa. Los voluntarios de la ONG saben lo que significa el mar para él y por eso intentan bajarlo a la playa lo más seguido posible.

En el refugio, además de Skipper, hay otros veintitantos pingüinos de Magallanes en rehabilitación. Tesore explica que hace algunos años estos animales llegaban bañados e intoxicados con petróleo. Ahora, por culpa del cambio climático, llegan desnutridos y enfermos.

En el refugio los reciben y rehabilitan y, cuando están listos, se marchan. Gracias a las donaciones y la venta de entradas para visitar el hospital animal –unas 100 personas cada día durante la temporada–, el proyecto se mantiene en pie. Y por el trabajo de los voluntarios cuyo número varía verano a verano. Este año son 12, entre los que se encuentran veterinarios, biólogos marinos y oceanógrafos.

Los animales llegan allí, en la mayoría de los casos, porque los veraneantes y vecinos de la costa los encuentran, llaman a alguna intendencia o alcaldía de la zona, y son derivados a Tesore. Cada año, el número de contactos supera los 3.000. El desafío, luego, es que cada espécimen sea rescatado e internado con el menor gasto posible. Los fondos son sumamente limitados.

"La gente antes veía un animal en la costa y no le avisaba a nadie, ahora te llaman por cualquier cosa", dice Tesore con cierto recelo y fastidio. En un alto porcentaje de casos, los llamados que se responden son por animales que simplemente salieron del agua a descansar, el resto sí suele ser por emergencias. "La gente antes veía un animal en la costa y no le avisaba a nadie, ahora te llaman por cualquier cosa", dice Tesore con cierto recelo y fastidio. En un alto porcentaje de casos, los llamados que se responden son por animales que simplemente salieron del agua a descansar, el resto sí suele ser por emergencias.

Que la gente se interese es un buen síntoma.

La cantidad de animales que se salvan una vez que el equipo de SOS interviene varía según la época del año, la lesión, la cantidad de voluntarios y la especie. Es usual que el 90% de los pingüinos vuelva al mar con vida. En cuanto a las aves, los delfines y los lobos marinos la cifra es del 5%, 15% y 60% respectivamente. Si el animal aparece de madrugada, antes de que el calor del sol llegue, las chances de sobrevivir aumentan.

Luego del baño en el mar, los dos cachorros regresan al refugio arrastrándose por la arena guiados por el aullido de su madre adoptiva. Tesore sabe que recibe críticas de "la comunidad científica en Montevideo" por vincularse así con los animales. Que no es natural, que no es sano, que lucra con el sufrimiento animal. Nada de eso en verdad le importa. A final del día, dice, los animales se convierten en familia.

Los rescates más arriesgados


Veintiséis años de rescates es mucho tiempo. Richard Tesore, miembro fundador de la ONG SOS Rescate de Fauna Marina, recuerda algunos muy particulares. El más desafiante para él y su equipo sucedió en Boca del Rosario, Colonia.

Una tarde, Tesore recibió un llamado telefónico de un estanciero que aseguraba haber encontrado un elefante marino durmiendo al costado de una cañada en el casco de su establecimiento. Como no existía WhatsApp y las comunicaciones no eran tan fluidas, Tesore tuvo que hacer su apuesta y viajar hasta el lugar para verificar que la historia era cierta: el animal había llegado allí desde el mar y medía 4,5 metros.

El traslado fue efectivo. Otro rescate especial, no tan cinematográfico, fue de focas leopardo, uno de los animales más peligrosos de la fauna marina en este lado del mundo. Tesore recuerda la muerte de muchos animales, la más incómoda fue cuando encontró un lobo que había comido una mecha de taladro.

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