Eduardo Espina

Eduardo Espina

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Un vuelo que hizo historia

Entre el viernes de noche y el domingo de mañana, un avión de la aerolínea australiana Qantas hizo el primer viaje con tripulación y pasajeros entre Nueva York y Sídney
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21 de octubre de 2019 a las 05:03

El primer viaje que hice a China fue interminable. Hubiera preferido ser Marco Polo y haberlo hecho a pie. Es un decir. Cuando la pantalla ubicada en la sección coach (turista) de Air China indicaba que ya llevábamos 7 horas en el aire, por un segundo pensé, muy equivocadamente, que faltaba poco. En verdad, las 9 horas que restaban para completar las casi 16 del trayecto se hicieron interminables. Llegó un momento que ya no sabía cómo acomodarme en el estrecho asiento. Para peor, el avión venía lleno, lo cual aumentó un sentido de encerramiento muy similar a la claustrofobia.

En el largo vuelo terminé de leer un libro buenísimo y a un segundo llegué casi a la mitad. La buena literatura y el Valium 10 son los mejores antídotos para situaciones que tras una seguidilla de horas sentado en una incómoda cabina saturada de gente pueden fácilmente hacerse intolerables. Los demás viajes que hice a China fueron iguales de tortuosos, desmintiendo la errada noción respecto a que la primera vez es la más difícil. La primera y las siguientes fueron intolerables.

No soy un experto en el tema, pero el veredicto de mi cuerpo dice que cualquier vuelo en avión que supere las diez horas en el aire es nocivo para el organismo. Hoy en día hay vuelos que superan cualquier límite de tolerancia y son un desafío para tripulaciones y pasajeros. Los diez más largos son: Newark-Singapur; Auckland-Doha; Perth-London; Auckland-Dubai; Los Angeles-Singapur; Houston-Sídney; Dallas-Sídney; Nueva York-Manila; San Francisco-Singapur; Johannesburgo-Atlanta. Ninguno supera las 20 horas.

Este pasado viernes, con salida a las 9.27 de la noche, la aerolínea australiana Qantas, una de las mejores del mundo por su confiabilidad y servicio, realizó un vuelo de prueba directo entre Nueva York y Sídney para estudiar el comportamiento del cerebro de los pilotos, como también el de la tripulación y pasajeros. Fue la primera de las tres pruebas que realizará la empresa antes de decidir si ofrecerá o no el servicio entre ambas ciudades con una diferencia horaria de 15 horas, en lo que sería el primer vuelo directo disponible.

El vuelo 7879 de Qantas realizado en un Boeing 787-9 Dreamliner transportó a 49 pasajeros, entre otros al CEO de la empresa, Alan Joyce, y a una tripulación que por un tiempo se estuvo preparando para realizar el viaje considerado de “ultra larga distancia” y que llegó al aeropuerto australiano el domingo de mañana, a las 7.43 hora de Sídney . El avión voló de este a oeste a través del Océano Pacífico, cubriendo una distancia de 16.200 kilómetros en 19 horas y 16 minutos.

El avión utilizado tiene interiores con iluminación especial para contrarrestar los efectos del largo encierro y las comidas que se sirvieron fueron parte de un menú diseñado para la ocasión, lo que permitirá a los científicos a cargo de realizar el informe conocer un poco más sobre los efectos de la alimentación en los pasajeros tras el largo viaje. Aunque el vuelo salió de noche, la aerolínea informó que, “comenzamos con el almuerzo y mantuvimos las luces encendidas durante las primeras seis horas, para que coincida con la hora del día en nuestro destino. Esto significa que se comienza a reducir el desfase horario de inmediato”.

Uno de los objetivos del vuelo “de estudio” fue minimizar el desfase horario e identificar el descanso óptimo de la tripulación y los períodos de trabajo. A bordo hubo cuatro pilotos, que rotaron sus tareas de vuelo y usaron dispositivos que rastreaban sus ondas cerebrales y su estado de alerta. La Asociación Australiana e Internacional de Pilotos, que representa a los pilotos de Qantas, ha expresado su preocupación sobre si los pilotos tendrán suficiente descanso de calidad durante los vuelos de ultra largo alcance para mantener el máximo rendimiento.

Para que el avión tuviera el alcance necesario, el vuelo despegó con el combustible máximo, solo una cincuentena de pasajeros, y carga de equipaje restringida. El capitán de la nave, Sean Golding, dijo que “el vuelo tuvo mucho éxito de dos componentes: el primero fue la investigación. Y también la hazaña de la distancia: estuvimos en el aire durante 19 horas y 16 minutos, y aterrizamos en Sídney con unos cómodos 70 minutos de combustible”. Para finales de año Qantas informará si el vuelo entre Nueva York y Sidney entra en servicio y cuándo lo haría.

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