"El cacao es todo. Es especial, será porque uno lo agarra con amor", dice Estílita Aché, nacida hace 63 años en Chuao, en el Estado venezolano de Aragua (centro-norte), de unos 3.000 habitantes rodeado de montañas.
En esta localidad se producen entre 18 y 20 toneladas anuales de cacao, que la Empresa Campesina Chuao, una asociación civil, vende en su totalidad a un empresario muy cercano a la comunidad que las convierte en preciados chocolates con denominación de origen. Estílita Aché, como otras tantas mujeres de la comunidad, son conocidas como “Las Madres del Cacao”.
Nidia Chávez, de 43 años, calza botas de caucho y lleva en su mano un machete bien afilado. Se mete en la plantación para cosechar el "mejor" cacao de Venezuela, también llamado en su pueblo el "oro negro" que les da de comer. Un kilo de cacao en granos puede llegar a venderse a US$ 10.
Lo de “oro negro”, obviamente, parece reservado sólo para el petróleo, que también abunda en Venezuela, pero “Las Madres…” saben que en esos granos que recolectan con amor, está el sustento de ellas y sus familias. "Es el oro negro que nosotros tenemos aquí, de esto vivimos", comenta a la agencia de noticias AFP Chávez luego de recolectar tres recipientes con el fruto cubierto por una "baba" blanca dulce con un delicado punto cítrico.
En la plantación enorme de Chuao, las mujeres cortan en dos partes el cacao para extraer la pulpa que luego depositan en envases plásticos. Es que en esta localidad, habitada por descendientes de esclavos traídos desde África para el duro trabajo agrícola, hay una regla que nunca se viola, y que se aplica tanto para turistas como para los nativos: los frutos no se arrancan.
Si bien parece tentador, ya que las mazorcas de colores vinotinto (como la camiseta de la selección de fútbol venezolana, que adoptó de allí su nombre) y amarillo abundan a lo largo de los 5 kilómetros que unen la costa, principal acceso a la localidad, y el pueblo, donde se secan los granos al sol, está prohibido.
Así lo confirma Mauricio Sosa, de 48 años, lanchero y guía turístico de Chuao. "Si no estuviera prohibido, nos quedaríamos sin cacao, ya que la semilla es muy sabrosa". Y agrega a AFP: "Esta es nuestra vida, nuestro mundo".
Las semillas recién extraídas son cubiertas por hojas de plátano en un cuarto de fermentación, una antigua estructura con techos y pisos de madera donde se escucha la alegría de las mujeres que hacen chistes sobre los regalos que recibirán por el Día de la Madre.
El calor, que sofoca a quien no esté habituado a este clima, es el ambiente perfecto para que el grano adquiera el sabor y la textura que lo hace inigualable. Luego sigue el proceso de secado al sol ocho horas cada día, y el de almacenado y empacado en bolsas de 61 kilos.
El proceso artesanal que desarrollan “Las Madres del Cacao” no admite fallos, ya cualquier error, por mínimo que sea, modificaría la calidad del producto.
Cerca de la Empresa Campesina Chuao, cuya premisa es producir cacao "100% puro", Vicenta Gámez, de 66 años, ofrece chocolate untable, bombones, ponche y té que prepara junto a su hijo Robin Herrera, de 28 años. "Lo hacemos artesanal, no tenemos grandes máquinas para preparar todo esto", dice con una sonrisa que no trata de ocultar el orgullo en ningún momento. Por eso agrega: "Es que nuestro cacao es nuestro mayor orgullo y el mejor del mundo".
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