Juan Samuelle

Una revancha soñada para la Expoactiva

Tras dos años en pausa por la pandemia y en un momento de alta demanda y precios por muchos productos del agro, el martes 15 comenzará la Expoactiva Nacional, con récord de expositores y marcas

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11 de marzo de 2022 a las 10:30

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En febrero, el índice de precios de alimentos de la FAO marcó un récord. Nunca en términos reales los alimentos habían alcanzado un precio tan alto. Las sequías cada vez más frecuentes suman golpes desde Canadá a Brasil para recortar la oferta. Y eso fue antes de la guerra. El precio de los alimentos entra en un territorio inexplorado, como el de la energía y tal vez el de la humanidad entera.

El mundo deja cada vez más lejos cualquier aspecto que pueda parecer normal. Al borde la guerra nuclear, mientras los polos se derriten y las selvas se incendian, quien pueda proveer alimentos será premiado.

Los precios que FAO lleva darán en marzo otro salto: cereales, aceites y lácteos. El mundo está cada vez más crispado. Y más de la mitad de las existencias están en China, el principal cliente para Uruguay.

El mayor encuentro de la agricultura y la tecnología agropecuaria del país, la Expoactiva Nacional, que va a celebrarse la semana próxima, tiene todos los ingredientes de una revancha festiva. Pero será también un ámbito en el que se reflejarán las implicancias de la guerra y de un mundo que se transforma vertiginosamente.

Juan Samuelle
Vuelve la muestra de maquinaria activa.

La antigua normalidad parece lejana en el tiempo. En el año 2020 la Expoactiva Nacional fue una de las primeras actividades suspendidas por la pandemia. En el 2021 tampoco se pudo realizar. En el regreso todo parece que hubiera sido orquestado para dar a los agricultores un premio por la espera: los precios de los cereales y las oleaginosas son los mejores en muchos años y pueden alcanzar referencias nunca vistas.

Pero, además, desde mediados de enero llueve especialmente en las zonas agrícolas semana tras semana. La Niña arrasó con los vecinos, la sequía llegó a Artigas, Salto, Rivera y partes de Tacuarembó y Cerro Largo. Pero de ahí al sur van dos meses de producción con riego gratuito. En esos dos meses se ha visto paralelamente un agravamiento cualitativo de los problemas del mundo, que necesita ahora alimentos y energía como nunca antes, pero que tiene bloqueada una zona productora principal.

A su medida Uruguay está haciendo todo lo posible por expandir la producción, con un riesgo alto, pero con una ilusión todavía más elevada.

Tras una muy buena cosecha de cultivos arroz y cultivos de invierno (trigo, cebada y colza) va por una gran cosecha de cultivos de verano: doblete del arroz  y revancha de soja y maíz tras la sequía del verano anterior. La segunda fue una Niña buena.

Los partidos no terminan hasta que el juez pita el silbato y las zafras no terminan hasta que el grano está a buen resguardo. Aunque todavía deben recolectarse, los cultivos están en excelente estado y el piso de rendimiento es alto. La conjunción de rendimientos posiblemente récord y precios también récord lleva a que esté el marco dado para que los productores estén contentos y con ganas de invertir.

El precio del trigo de US$ 200 por tonelada ha pasado a más de US$ 300, la soja que parecía nunca volvería a superar los US$ 500, cruzó los US$ 600.

Y las proyecciones de producción de maíz y soja de los vecinos siguen bajando. Este miércoles el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) corrigió su proyección de producción sojera en Brasil de 134 a 127 millones de toneladas (había empezado el año proyectando 144 millones).  Es un ajuste mayor al que esperaba el mercado, pero que sigue lejos de las estimaciones brasileñas. En Brasil hablan de una cosecha de no más e 122 millones de toneladas. Lo mismo pasa en Argentina, que empezó estimando 50 millones de toneladas, en febrero se proyectó en 45 y este miércoles se ajustó a 43,5 millones de toneladas.  La de Paraguay fue recortada de 6,3 a 5,3 millones. Bajó también la proyección del stock de Estados Unidos tanto para soja como para maíz.

Como contrapartida, fue recortada la importación de soja de China de 97 a 94 millones de toneladas. Dos meses atrás se proyectaba una importación de 100 millones de toneladas.

El informe fue extraño en trigo: aumentó el stock global porque varios países cierran las fronteras a la exportación. No solo Rusia y Ucrania, también Serbia, Hungría y Turquía analizan el cierre de fronteras. Pero para muestra de la volatilidad de la situación, luego de un récord de 14 años de precios el viernes 4 de marzo, los precios se derrumbaron. De casi US$ 500 a US$ 440 en dos días.

También hay una situación inédita de escasez en el mercado de aceites. Al quiebre de  la zafra de canola de Canadá se sumó el de soja de Brasil, Argentina y Paraguay y la clausura de la de girasol del Mar Negro. Mientras haya guerra habrá mucha volatilidad.

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La bosta de la vaca

La suba de precios tiene su contracara. Es una carrera loca de productos e insumos, de energías fósiles, particularmente petróleo y fertilizantes. Sube todo y sembrar hoy sale carísimo. Con clima a favor se gana más de lo habitual. Con clima adverso se pierde más de lo habitual. La agricultura es una ruleta, suele decirse en el campo. Pero ahora la apuesta mínima se ha triplicado. Con la urea arriba de US$ 1.000 por tonelada hay que pensar muy bien cómo se hace lo que se hace. Y además hay que pensarlo distinto. Uruguay es importador de fertilizantes. ¿Cómo podría reducir la dependencia de fertilizantes que calientan la atmósfera y tienen que pagar fletes exorbitantes?

La bosta de vaca es una joya a la que le debe llegar la hora de brillar. El mejor fertilizante con un leve procesamiento.

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Es una etapa muy difícil para tomar decisiones. Si se siembra con estos costos y la guerra termina rápido, los precios de los productos podrían caer, no los costos. La duración de la guerra es una variable clave que nadie puede pronosticar. Los productores arriesgan mucho. Pongamos por caso el que deberá sembrar trigo en mayo, para una siembra de cultivos de invierno que se cosechará en noviembre y diciembre. ¿Qué mundo tendremos para ese entonces? Imposible saberlo.

La cebada y la colza tienen una enorme ventaja financiera: pueden ya cerrarse precios muy buenos que permitan pagar la fertilización con una relación insumo/producto aceptable. La colza llegó a US$ 700 esta semana. No así el trigo. Pero es justamente el trigo el producto más afectado por la guerra.

Lo que es claro es que el área de invierno aumentará y que colza, es decir el aceite, se plantará en la mayor área posible. Las semillas están casi agotadas.

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Esta semana The Economist, por ejemplo, plantea un escenario en el que los precios del petróleo se mantendrán por encima de los US$100/b mientras continúe el conflicto y en el que “los precios de los productos básicos agrícolas (trigo, maíz, cebada y colza) se dispararán. En conjunto, Ucrania y Rusia representan más de una cuarta parte del comercio mundial de trigo y producen el 12 % de las calorías consumidas a nivel mundial. Las interrupciones de las rutas comerciales en el Mar Negro aumentarían la presión sobre los precios de los cereales”.

De acuerdo a la Unidad de Inteligencia de The Economist. “las cadenas de suministro se interrumpirán”. Y eso en el caso de los fertilizantes puede ser muy grave.

En tanto persista la guerra el precio seguirá subiendo. La paz traerá precios más modestos pero también una muy bienvenida estabilidad. Mientras, los agricultores pensarán en colectivo como sacar lo mejor de un momento inédito.

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