Coalición de gobierno

Opinión

Unidos o derrotados: en la coalición de gobierno no hay lugar para aventuras

Más allá de las dudas que genera Cabildo Abierto, el oficialismo está obligado a llegar abroquelado al 2024
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26 de febrero de 2023 a las 05:00

Con un arriesgado golpe sobre la mesa, el entonces líder nacionalista Jorge Larrañaga volcó el tablero de la coalición política que sustentaba el gobierno de Jorge Batlle y, promediando aquella administración marcada por la crisis financiera, empujó al Partido Nacional a retirar a sus ministros del gabinete y dejó a los colorados navegando solos hasta el final del mandato.

A Larrañaga la jugada rupturista le fue propicia porque aunque perdió las elecciones generales con Tabaré Vázquez en 2004, lo hizo tras vencer en la interna al favorito Luis Lacalle Herrera y obtener en la primera vuelta la mejor votación en la historia de su colectividad.

El episodio viene a cuento pero para advertir que una movida como aquella de Larrañaga es improbable en las actuales circunstancias de la coalición que encabeza el presidente Luis Lacalle Pou a menos que algunos de los socios pretenda cometer un suicidio político.

Si los coaligados no quieren que cuando llegue el momento de elegir nuevo gobierno se los acuse de haberse transformado en una bolsa de gatos y se los deje sin margen para criticar las derivas internas del Frente Amplio, no tienen más remedio que moverse dentro de unos márgenes sin demasiado espacio para las rebeldías.

Esa necesaria fidelidad se vuelve más perentoria en un Partido Nacional sobre cuyos hombros caerá el mayor peso del éxito o el fracaso de la administración Lacalle.

Para empezar, es impensable ningún gesto de rebelión por parte de los sectores que respaldan la precandidatura del secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, quien aparece como el político más representativo del oficialismo encarnado en Lacalle Pou.

Con sus matices, Laura Raffo –quien perfila su postulación presidencial- es leña del mismo palo, y no se puede esperar de ella un despiadado balance de lo hecho por su partido ni una crítica más o menos significativa.

Si Raffo se anima a disputar la interna blanca, será la candidata de un sector que tiene como uno de sus principales referentes a nada menos que Luis Lacalle Herrera, el padre del actual mandatario a quien su hijo nunca dejó de pedirle consejo mas allá de su independencia de criterio.

Por el lado del ala wilsonista blanca que intentan representar el senador Jorge Gandini (Por la Patria) y la vicepresidenta Beatriz Argimón también se reconoce el fino pretil por el que puede caminar aquel nacionalista que quiera marcar un perfil distintivo.

Esa necesaria fidelidad se vuelve más perentoria en un Partido Nacional sobre cuyos hombros caerá el mayor peso del éxito o el fracaso de la administración Lacalle.

“Con los blancos en el poder cualquier diferencia puede ser considerada traición. Hay que tener cuidado para ser diferente sin pasarse de la raya”, admitió un allegado a Gandini.

No es lo mismo, insisten, trazar una estrategia electoral con el Partido Nacional en la oposición que en el gobierno. Uno de los principales operador blancos recordó aquella movida política del fallecido Larrañaga narrada al principio de esta nota.

“Lo que hizo Larrañaga en 2002 fue posible porque el presidente era un colorado. Si después de estar 30 años en la oposición nos peleamos entre nosotros después de alcanzar el gobierno, entonces estamos fritos”, afirmó el porlapatrista

Además, allí está como señal de alerta el antecedente de la lucha fratricida que enfrentó a Luis Lacalle Herrera y a Juan Andrés Ramírez en la década de los 90 que hundió al partido en un lejano tercer puesto en los comicios de 1999.

Por el lado del Partido Colorado, la lealtad a Lacalle Pou del sector Batllistas del expresidente Julio Sanguinetti está asegurada. El dos veces mandatario se jacta de ser uno de los principales artífices de la coalición multicolor y ha tenido extremo cuidado en que ese acuerdo que considera su criatura no se enfrente al riesgo de la fractura.

Por el lado del ala wilsonista blanca que intentan representar el senador Jorge Gandini (Por la Patria) y la vicepresidenta Beatriz Argimón también se reconoce el fino pretil por el que puede caminar aquel nacionalista que quiera marcar un perfil distintivo.

 El sector Ciudadanos, del que se podía esperar una actitud un poco más crítica en su afán de captar votantes desencantados con la izquierda, padeció un golpe que lo ha dejado grogui.

El grupo deberá abocarse a la tarea de ver cómo se recupera de la renuncia de su líder Adrian Peña al ministerio de Medio Ambiente tras haberse presentado durante años como licenciado en Administración de Empresas pese a que recién obtuvo el título a inicios de 2022.

Un integrante del sector reconoció a El Observador el complicado trance por el que atraviesan. “No es momento de pensar en estrategias electorales ni nada que se le parezca. Todavía estamos lamiéndonos las heridas; veremos qué es lo que pasa en el futuro”, dijo el representante.

En las dos puntas del espectro ideológico de la coalición multicolor, tampoco se esperan divergencias de real importancia. El Partido Independiente, que se asume de centroizquierda, ha acompañado sin mayores problemas - desde el Ministerio de Trabajo, a través de la gestión de Pablo Mieres y desde el Parlamento con la solitaria presencia de Iván Posada- la gestión de Lacalle Pou y no habrá cambios en esa línea.

Tal vez la mayor incógnita acerca de la perdurabilidad de la coalición de gobierno radique en el accionar de Cabildo Abierto, sector que debido a su condición de movimiento de aluvión, muestra un funcionamiento un tanto anárquico. Sin ir más lejos, en las últimas semanas el diputado Eduardo Lust anunció su renuncia al grupo liderado por el excomandante Guido Manini Ríos con el objetivo de formar un nuevo partido para poder criticar libremente al gobierno.

Cabildo también se distanció de sus socios al juntarse con el Frente Amplio en el Parlamento para intentar ponerle límites a la actividad forestal, y ha trancado la aprobación de la ley de medios que impulsa el resto de la coalición.

Incluso, Manini Ríos ha dicho que no considera pertinente que el oficialismo comparezca en las próximas elecciones con un programa de gobierno común.

No obstante, blancos y colorados analizan que Cabildo no puede ir mucho más lejos en su rebeldía si no quiere correr el riesgo de aparecer tan despegado del oficialismo que sus fronteras empiecen a emparentarse demasiado con las del Frente Amplio. Una actitud rupturista de Cabildo, afirman, golpeará a ese sector antes de afectar la imagen de la coalición de gobierno.

Así navegan los coaligados: jugados a una más temprana que tardía recuperación económica, y esperando que se disipen, sin provocar demasiados traumas, asuntos graves como el caso que involucra al excustodia presidencial Alejandro Astesiano.

Sin aciertos vinculados mayormente al bolsillo de la gente, no habrá unidad oficialista que salve al bloque de una casi segura deriva electoral.

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