Por Martín Viggiano, desde Chile
En Chile, pero también en otros países de Latinoamérica, Valdivieso fue desde siempre sinónimo de espumantes y champán. Esta viña, que tiene su base de operaciones en el valle Curicó, fue fundada por don Alberto Valdivieso en 1879. Desde ese momento y hasta la década de 1980 solo producía espumantes. Fue de hecho la primera casa productora en chile y América de espumates.
Casi uno de cada tres espumantes chilenos que se exportan hoy en día son de esa bodega, y también 60% de los que se consumen en el mercado doméstico.
Los paladares de los trasandinos comenzaron a sentir las burbujas gracias a la champagna de Valdivieso, denominación que hasta hace un tiempo utilizaban para el mercado local, aunque solo se permite usar para los espumantes elaborados en esa región de Francia.
Las espumas de esta empresa fueron durante muchos años una marca registrada en casamientos y todo tipo de fiesta familiar. Sus imponentes instalaciones les permiten elaborar espumantes en varias líneas, elaborados tanto por el mágico método tradicional (o Champenoise), y el industrial (conocido como Charmat). El primero realiza una segunda fermentación en la botella, con el degüelle manual, en un trabajo artesanal y muy cuidado del enólogo. El segundo permite elaborar a gran escala. Se trata de la misma lógica, pero realizada en grandes cuvas de acero inoxidable, en las cuales se logra casi el mismo resultado gracias a la tecnología.
Con la reconversión de la viña chilena Valdivieso se diversificó en la producción y desde los 80 incursionó en el mundo de los tintos y otro tipo de vinos. Con los años,incorporó a un personaje fundamental para su actualidad: el enólogo jefe, Brett Jackson, un neozelandés adoptado por Chile que se sintió atraído por las condiciones del país atrapado entre cordilleras. En la recorrida que realicé esta semana en la ruta del vino, organizada por ProChile, este veterano apasionado por el vino repetía que Chile tiene un “mosaico” de condiciones climáticas y de suelo que le permiten al productor conseguir una materia primera excelente.
Su vino ícono es el “Caballo Loco”, en homenaje al dueño. Según cuentan, se trata de un hombre alto, hiperactivo, que siempre tenía algo que inventar, y esa forma de encarar la vida le valió el apodo. Se trata de un blend de cepas tintas que recoge lo mejor de la viña. Se elabora con 50% de la mejor producción del año, mezclada con 50% de los mejor del año anterior. El clásico “Caballo Loco” no declara añada ni cepas. Es, realmente, uno de los íconos imprescindibles de Chile.
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