Nacional > efectos de la pandemia

Vida de perros: cómo golpea el coronavirus a los refugios de animales

La llegada del virus cambió la realidad de estos establecimientos, que hacen malabares para poder subsistir
Tiempo de lectura: -'
25 de mayo de 2020 a las 18:01

Por Agustina González

El reloj marca las 13:30 de un día con algo de calor, extraño en esta época del año. Parece que el tiempo está en consonancia con el estado de ánimo de los perros que ladran sin parar. Hay escaso movimiento de gente dentro del predio de APA El Refugio, pero a lo lejos se ven unas jóvenes con barbijos y botas de hule paseando a los perros entre los pastizales. 

Hacia el portón de entrada se acerca Patricia Tantessio, la presidenta de la comisión directiva del refugio, con su cara cubierta, lentes de sol y una correa atravesada al torso. “Perdón, estaba con la bordeadora cortando el pasto” dice alegremente.

“Al momento tenemos 450 animales entre perros y gatos” dice. A cada lado del camino hay caniles hechos de cemento y dentro de ellos están repartidos los perros. Algunos solos y otros acompañados; esto depende de cómo se lleven entre sí. 

Sobre la izquierda, los más viejos reposan atentos ante la visita, pero no mueven la cola. Mientras los mira, Tantessio explica su situación. “Tenemos animales que entran al refugio y pasan toda su vida acá, aunque no es la idea”, relata. 

El objetivo, en realidad, es rescatar a aquellos cuya vida peligra, brindarle todas las atenciones necesarias y encontrarles un hogar en el que vivir; pero ahora eso no pasa. 

Hace pocos días dejaron en un balde siete cachorros que no tienen más de tres meses y semanas atrás dejaron cinco un poco más grandes. “Acá ofrecemos castraciones gratuitas pero la gente no lo entiende y parece más fácil dejar a los perros después para que los cuidemos” lamenta.

Hoy es el primer día –después de aproximadamente un mes– que los voluntarios vuelven a pisar las instalaciones respetando las medidas sanitarias de la “nueva normalidad”. Desde las ocho de la mañana, se encuentran alimentando a los animales y paseándolos. 

Al momento, la preocupación más grande radica en la situación económica, que se vino a pique a causa del coronavirus. Muchas personas que donaban al refugio fueron enviadas al seguro de paro y cortaron el apoyo que servía para comprar raciones, medicamentos, cuchas y materiales para mejorar las condiciones edilicias.

Cada vez, son más los huéspedes de esta asociación pero no las adopciones, que se siguen haciendo pero a un ritmo que no es suficiente para paliar la emergencia. 

Casi al final del recorrido están los gatos del refugio que, claramente, requieren un espacio menor al de los perros. “Ellos no necesitaban tanto a los voluntarios. Son más independientes, incluso afectivamente”, comenta Tantessio.

No muy lejos está el portón de entrada al predio y como si fuera un decorado del camino, hay varias bolsas de basura a la espera del camión que recolecta los residuos. Con un gesto desanimado la directora las mira y explica: “No tenemos quien las venga a buscar y las arrime hasta el basurero. No sé hasta cuándo van a estar ahí”.

Falta de voluntarios

Cucha del Este es una organización no gubernamental (ONG) ubicada en Canelones, que funciona como refugio de animales pero tiene una peculiaridad: a diferencia de los otros es un hogar familiar. Por el momento, dan hospedaje a 80 perros y 15 gatos.

La fundadora y dueña del hogar, Catherine Lacace, comenta que la situación ya era frágil desde antes del coronavirus pero que mediante bingos, colectivos y donaciones, lograban subsistir. Ahora todo se hizo cuesta arriba. En primera instancia, los voluntarios dejaron de asistir por dos cuestiones: el aislamiento social, por un lado, y porque Lacace está considerada población de riesgo, por tener EPOC. 

Como consecuencia las labores del refugio las tuvo que cumplir sola con su hija. “La falta de voluntarios se resintió muchísimo porque tenemos un trabajo enorme por hacer todos los días”, argumenta la directiva.

Al igual que en APA El Refugio, varias personas debieron cortar el apoyo económico que brindaban por haber sido enviadas al seguro de paro. Por consiguiente, las posibilidades de comprar ración para los animales cada vez de hace más difícil. 

Sobre las adopciones, Lacace explicó que si bien algunas personas se mostraron interesadas, no se pudieron concretar. Esto, en gran parte porque los voluntarios coordinan visitas a los hogares de las personas interesadas en adoptar a alguno de los animales y por la emergencia sanitaria debieron suspenderlas. “Tampoco podemos hacer que la gente se exponga y venga al refugio”, señala. Por otro lado, las donaciones materiales disminuyeron su frecuencia.

Según la fundadora, al momento el refugio no tiene un medio de transporte propio para retirar los objetos que las personas desean donarles y tendrían que sacar dinero de las raciones para poder pagarlo. “Pedimos colchones, materiales de construcción y algunos llegaron, pero para la mayoría teníamos que contratar un flete y es inviable invertir ese dinero”, explica la fundadora. 

Entre gallos, gallinas y vacas

Animales sin Hogar (ASH) también enfrenta serios problemas económicos y su situación es aún más complicada porque además de chanchos, ovejas, chivos, gansos, gallos, gallinas y vacas, albergan a 950 perros, cerca de 300 gatos y 326 caballos. 

Uno de los fundadores de ASH, Juan Echavarría, afirma que el factor económico fue el más dañado de la asociación. Con el aislamiento social solicitado por el gobierno, los procesos adoptivos disminuyeron, pero no así los gastos. Al no haber jornadas de adopción ni en la chacra ni en el local de 18 de julio, las familias interesadas solo tuvieron la posibilidad de conocer a los animales a través de reuniones virtuales, lo que enlenteció el proceso para encontrar un nuevo hogar. 

Además, pese a que el local estaba cerrado, hubo que seguir pagando gastos: luz, agua, alquiler y sueldos. “Nosotros necesitamos de nuestros empleados para el cuidado de los animales; dado nuestro esquema de funcionamiento, los perros están sueltos y eso requiere la presencia de alguien siempre”, explica Echevarría. Agrega que “al no haber adopciones, estamos manteniendo a más animales que ya podrían haberse ido. El costo que tiene la organización por cada uno es altísimo”.

Desde hace un tiempo, en ASH surgió la idea de construir una clínica y un quirófano para caballos. Luego de presentarle el proyecto a la Fundación Annenberg, obtuvieron la aprobación y el dinero, pero en el presupuesto no estaba incluida la mano de obra. Entonces, los trabajos comenzaron a realizarlos Echavarría y los voluntarios. Con la llegada del coronavirus todos los planes se vieron frenados y la construcción se retrasó. “La clínica ya debería estar pronta pero la gran mayoría del trabajo lo estoy haciendo yo solo y también tengo otras cosas que hacer”, dice el fundador. 

Echavarría, al igual que Tantessio y Lacace, desean que haya cambios a nivel educacional sobre la vida animal, el respeto y los cuidados que requieren. Pero también los tres saben que, para que llegue un cambio, se necesita mucho tiempo y que va a “ser difícil”.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...