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Virginia Lago: "Necesito escuchar gente que me enseñe cosas, que me diga algo, que me abran la cabeza"

La actriz argentina llega este jueves a El Galpón para presentar La panadera de los poetas
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15 de mayo de 2018 a las 05:00

La actriz argentina que protagonizó las telenovelas Amar después de amar y Mujeres de nadie, además de conducir Historias del corazón en las tardes de Telefe por cuatro años, busca desde las tablas difundir un mensaje esperanzador sobre el mundo en el que vivimos. Virginia Lago vuelve a la institución con la que mantiene una fuerte amistad, El Galpón, para presentar el próximo fin de semana La panadera de los poetas. Es una historia ficticia que narra el encuentro entre una panadera analfabeta y los poetas Federico García Lorca y Miguel Hernández en plena guerra civil española.

“Siempre es un buen momento para hacer una obra que nos sensibilice, que hable de un mundo sin violencia, donde nos cuenta un cuento”, dijo Virginia Lago, de 71 años, a El Observador. La paz y la ternura parecen ser el bastión de batalla de esta actriz de 50 años de trayectoria en teatro, televisión y cine.

Lago estrenó La Panadera de los poetas en Mar del Plata en diciembre pasado. Ganó la Estrella de Mar 2018 a mejor espectáculo de drama, y después de Buenos Aires, llega a Montevideo a la Sala Atahualpa de El Galpón. “Es una sala muy linda, muy íntima y esta obra necesita un abrazo del lugar”, dijo Lago.

La actriz que ama contar cuentos, y que se los cuenten, protagoniza esta obra escrita por su íntima amiga, María de las Mercedes Hernando. La historia se sitúa en un lejano pueblo en una montaña de Andalucía. Allí una panadera hace sus panes y sus dulces, resguardando celosamente sus recetas. Solo las cuenta por la mitad. Inspirada en la realidad de que el poeta y dramaturgo Federico García Lorca recorría toda España para hacer teatro con su grupo La Barraca, esta historia narra la visita ficticia de Lorca a la panadera. Ella lo trata como a un hijo y las historias que le cuenta curiosamente llegan a las obras de teatro de Lorca.

La Panadera de los poetas también incluye a Miguel Hernández y así la protagonista se encuentra con dos escritores de mundos muy diferentes. “Miguel Hernández es un poeta de un origen muy pobre, pobrísimo, que tenía que arrear cabras en el campo y Lorca vino de una familia muy rica”, recordó Lago.

La acompañan en el escenario Francisco González Gil y Jorge Seleme a partir de este jueves y hasta el domingo. Las entradas están a la venta en Tickantel y boleterías del teatro a $ 700 pesos.

¿Cómo esta panadera que usted interpreta mezcla la sabiduría y la ignorancia?

Yo creo que tiene sabiduría. Ignorancia porque no sabe leer ni escribir entonces necesita que se lo lean todo. Eso no es bueno para ella. Es muy solitaria. Vive en ese lugar apartado y es la panadera de allí. No es poco.

Usted es una persona y artista que inspira ternura. Esta panadera parece serlo también. ¿Qué lugar tiene la dulzura en Argentina?

(Risas) Y en algunos lugares la tiene. Estamos viviendo momentos difíciles. Pero hay mucha gente dulce, mucha gente abrazadora. Muchísima. Lo que pasa es que muchas veces se cuentan las cosas malas y no las buenas. Hay dulzura. Es fundamental.

La dirige su hija, ¿qué es lo que más disfruta de trabajar con ella?

Mariana es actriz. Viene de estudiar mucho. Yo la dirigí hace tres años en Romeo y Julieta en el Teatro San Martín de Buenos Aires. Hacía Julieta. También en La Farolera, adaptación de María Elena Walsh. Está rindiendo las últimas materias de dirección. Mariana hace mucho clown y el actor que hace de García Lorca es un clown maravilloso. Mariana hizo dos obras dramáticas de Gorostiza con narices (de payaso). “Goro” fue a verlos y quedó enloquecido. Le escribió una obra para su grupo que se llamó Distracciones, fue la última obra que escribió. Me dio emoción, me dio ganas. Yo le tengo mucho respeto. Me parece que es muy inteligente y sabe contar. Es una cosa que es fácil y no es fácil. Como le tengo mucho respeto y escucho lo que dice, me dice cosas que por ahí otros directores no me las dicen. Fue muy bueno trabajar con ella. Te hace pensar.

Usted tiene en común con Lorca que él fue víctima de la dictadura franquista y a usted le prohibieron trabajar en Argentina cuando gobernaron los militares. ¿Cuál fue el momento más duro que le tocó vivir a usted?

La dictadura fue durísima. Ustedes la vivieron acá también. El calificativo es el horror, la barbarie. La condición humana no tenía valor. Me prohibieron trabajar por cuatro años y perdí a muchos amigos. Algunos que se fueron al exilio y murieron en el exilio, otros que desaparecieron. Y yo me quedé haciendo cosas en un teatrito que habíamos hecho nosotros, en un lugarcito pequeño. Y ahí resistíamos.

Usted hizo Historias del corazón por cuatro años en Telefe en las tardes. Se tomaba su tiempo para contar historias, hacer entrevistas y reflexionar sobre asuntos humanos. ¿Usted cree que un programa así tendría lugar en la televisión hoy en día?

La televisión, primero es un hecho comercial. Podés ver cosas en cable divinas pero en la televisión de aire es más duro. Tuve la suerte de estar en ese programa porque me lo propuso Tomás Yankelevich. Primero me pareció rarísimo que alguien me llamara para semejante cosa. No podía entender. Yo estaba haciendo teatro en Mar del Plata, una adaptación de María Elena Walsh, y tomé el avión para ver a Tomás. Le pregunté por qué me lo ofrecía. Me dijo cosas lindas. Me dijo: ‘Probá dos meses que te va a gustar’. Fue un éxito impresionante. Estuvimos cuatro años y en ese tiempo me permitían muchas cosas. El destino me había dado esa posibilidad de tener en la tarde el contacto directo con la gente. No como actriz, sino yo Virginia, comunicándome con la gente. Fue bueno encender llamitas. Una vez estaba haciendo un programa de tele donde había varias docentes apasionadas de la docencia. Y decían que la docencia es encender llamitas. Encender la curiosidad en las personas. Y yo pedí (al canal): dejame decir un día Benedetti, un día a Borges, un día a Cortázar, un día a Shakespeare. Pedazos, no todo el programa. Pedazos de poesía, de reflexiones. Porque a la gente le podía hacer bien. Me lo permitió (Yankelevich). Todos los días era el momento de encender llamitas. Y recibíamos miles de cartas. Miles, miles, miles de cartas. Desde adolescentes, gente grande, abuelos, tíos. Y fue muy hermoso. Yo necesito escuchar gente que me enseñe cosas. Que me digan cosas que me abran la cabeza.


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