Walkir en el museo aurinegro

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Walkir Silva: su versión del auto que ganó Jair y el pedido que le hacía Bagnulo en los clásicos

Walkir Silva pasó de repartir cartas en Rivera a marcar un gol histórico para Peñarol en Tokio; antes estuvo a punto de ir a Nacional porque lo fue a buscar el Pato Galvalissi
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12 de diciembre de 2021 a las 05:01

Walkir Silva tiene cuatro hijas, 11 nietos (uno de ellos  es el futbolista Agustín Dávila), un bisnieto, y es autor de uno de los goles más importantes en la historia de Peñarol. El 12 de diciembre de 1982 (este domingo se cumplen 39 años) marcó el segundo en la victoria 2-0 ante Aston Villa por la final Intercontinental en el estadio Olímpico de Tokio.

Actualmente tiene 62 años, vive en Rivera, es empleado municipal y compartió con Referí momentos de su historia futbolística.

Walkir reside en el barrio Don Bosco de Rivera, aunque nació en el Pueblo Nuevo. A los 8 años empezó el baby fútbol en el club Lavalleja y continuó en Sarandí Universitario hasta debutar en Primera. Desde ese equipo fue convocado a la selección riverense, hasta que un día apareció Néstor “Tito” Goncálvez a buscarlo.

“Tito fue a Paso de los Toros, donde jugamos con Rivera y me dijo que iba a hablar conmigo de parte de Hugo Bagnulo. Una semana antes yo había jugado un partido espectacular contra Cerro Largo en Melo, hice dos goles y alguien le habló de mi. Hasta el día de hoy no sé quién fue el que me recomendó con Bagnulo”, recordó a Walkir durante la charla.

Pero antes, lo había ido a buscar un histórico futbolista de Nacional, Eugenio Galvalisi.

“El Pato Galvalisi y otro señor vinieron al estadio de Rivera para llevarme a Nacional. Pero Peñarol me hizo una mejor oferta: el Pato me ofreció vivir en el Parque Central y Peñarol me propuso un apartamento, y como además me tiraban los colores, opté por Peñarol. A los 22 años estaba casado y tenía una hija. Y la verdad que la emboqué, porque ese 1982 fue glorioso”.

Viajó en marzo a realizar una prueba en Los Aromos y un par de meses después firmó el contrato. “Al principio viví en una pensión en Ejido y Maldonado, la famosa pensión de la Beba, una señora que nos cuidaba. Después que arreglé el contrato viajaron mi señora y mi hija, y pasamos a vivir en 18 de Julio frente al Gaucho, pegado a Casa de Galicia”, expresó.

Todo le pasó muy rápido. “Yo era el cartero de Rivera”, dijo Walkir, quien se casó a los 18 años y a los 20 comenzó a trabajar en el Correo. “Repartía cartas en bicicleta y eso era lo que me mantenía en forma”, señaló. De pronto, era jugador de Peñarol.

Dando la vuelta olímpica en 1982

“A veces eso es perjudicial porque cuando las cosas son demasiado rápidas no te das cuenta de mucho, pero fue el destino. Se vino todo de repente, fue como un sueño, como que no era la realidad. Unos meses atrás estaba repartiendo cartas en Rivera y de repente se me presenta todo eso”.

Agrego que llegó a un mundo nuevo. “Escuchaba los partidos de Peñarol por la radio en Rivera y encontrarme con todas esas figuras: Morena, Venancio, Mario Saralegui, el Indio Olivera, Diogo, era un sueño”.

Pero también tuvo que pagar derecho de piso: “En la primera concentración con Peñarol, los jugadores me agarraron en el portón de Los Aromos y me tiraron tierra, agua, me embarraron, me hicieron de todo. Ese fue mi bautismo”.

El puntero llegó al club en un año que terminó siendo maravilloso para los aurinegros. “Se ganó todo, todo lo que pasaba por delante”.

El secreto para aquella gran temporada fue el trabajo y la unión del plantel, según Walkir: “El hambre de gloria que había, porque nos enchufábamos de una manera increíble a medida que se iban dando los partidos y la confianza crecía. Cuando se conocían los rivales los dirigentes se ponían contentos porque nos tocaba River argentino y Flamengo, y era bueno para la recaudación, porque eran equipos poderosos, pero nosotros la veíamos dificilísima. Ellos quedaban locos de contentos y nosotros decíamos, ‘de esta no pasamos’, embromando, y el Indio era el que llevaba la batuta y decía ‘¡cómo no vamos a pasar!’, El grupo estaba enchufado, trabajamos y se fue dando”, señaló.

Flamengo había sido campeón el año anterior y jugaban Zico, Adilio, Junior, Leandro, Nunes: “Era una selección brasileña, y les ganamos los dos partidos”.

Walkir recuerda que frente a los cariocas fue uno de los primeros partidos que jugó en Montevideo y no tiene un buen recuerdo. “Erré un gol increíble, de cabeza, me lamenté toda la vida, hasta ahora. Yo estaba entre el área chica y el área grande y salté a cabecear un centro de Morena desde la izquierda pensando que el lateral, que era Junior, estaba al lado mío; entonces cerré los ojos imaginando que nos íbamos a reventar las cabezas, y la pelota pasó de largo. Le erré el cabezazo, el arquero no estaba en el arco y el lateral tampoco estaba cerca. Yo estaba solito”.

Lo recuerda después de tantos años y se ríe. “Por suerte el Pinocho Vargas hizo un gol de cabeza en el arco de la Colombes y ganamos 1-0”.

Walkir todavía tiene en sus retinas los festejos tras ganar la final de la Copa Libertadores contra Cobreloa y la llegada a Montevideo, desde el aeropuerto a 18 de Julio, con un mundo de hinchas movilizados en las calles.

Toda la clase del puntero riverense

Luego, Peñarol ganó la final de la Intercontinental contra Aston Villa en Tokio, con un gol de Walkir. “Fue inolvidable, el gol que quedó marcado en la historia”.

Aquel partido también regaló una historia particular, que tuvo como protagonista principal al brasileño Jair. Walkir tiene su versión: “En el momento previo al partido hicimos una reunión entre todos los jugadores y Morena planteó que si alguno ganaba el auto lo repartiéramos entre todos. Eso para que no hubiera egoísmos dentro de la cancha, porque el auto era para el mejor jugador y era más fácil destacarse para un delantero que para Gustavo Fernández o un zaguero. Jair levantó la mano y dijo que él no estaba de acuerdo. No cayó bien, pero estábamos tan metidos en el partido que en ese momento pasó desaparecibido. Pero Jair también fue claro, porque dijo que si él lo ganaba se lo quedaba y si no, no quería nada”.

La actitud del brasileño, que terminó ganando el premio, conspiraba contra el espíritu de grupo que promovía Morena, aunque Walkir recuerda que estuvo a punto de ganarlo él: “Casi hago un segundo gol, pero tropecé en el área, me enredé con la pelota, porque si lo hacía seguro lo ganaba”.

De aquella década de 1980, el riverense recuerda también los clásicos contra Nacional y un marcador en particular. “Esos partidos se vivían de una manera increíble. Una semanita antes estaba enchufadísimo y concentrábamos dos o tres días antes. Se vivía distino a lo que es ahora, me parece. Nosotros no pensábamos en premios, solo en ganar el clásico. Era lo que teníamos en mente”.

Uno de los laterales que tenía Nacional era José Hermes “Chico” Moreira; en los clásicos el Hugo Bagnulo me ponía para marcarlo a él y no él a mi. Subía y subía, subía y subía... Era puntero, volante y lateral. El Hugo gritaba ‘no lo dejes subir petiso, acompañalo, acompañalo’. Siempre me iba bastante bien en los clásicos, a veces venía haciendo banco por bajo rendimiento y llegaba los clásicos y Bagnulo me largaba a la cancha, confiaba en mi, me motivaba de una manera que siempre me iba bien. Me encantaba jugarlos”.

En 1987 Walkir se fue al Barcelona de Guayaquil con Roque Gastón Máspoli y aquella Copa Libertadores que también ganó Peñarol, él la jugó con el cuadro ecuatoriano, que fue eliminado por América de Cali.

Walkir en Barcelona de Guayaquil

Ese año marcó frente a Olimpia un gol de cabeza que considera el más lindo de los que hizo. “Fue un golazo, el mejor en mi carrera. Fue importante porque pasamos de fase; con el empate Olimpia se clasificaba. Estábamos 2-2 y en los descuentos  me mandé ese gol contra Eber Almeida, el uruguayo”.

Se quedó un año en Guayaquil y volvió a Montevideo, una decisión que consideró un error. “Estuve un año y cometí el error de venirme. Querían que me quedara, pero llegaron las fiestas y viste como es, la familia extraña y queríamos pasar todos juntos en Uruguay y me vine. Yo no extrañaba tanto, pero mi señora y mis hijas lo sufrían. Además habían pasado momentos feos porque les robaron un reloj en el estadio y opté por venirme. Pero podía haberme quedado un añito más. Había un compañero brasilero, Toninho Vieira, que me decía ‘no te vayas Walkir, te vas arrepentir’. Yo le decía ‘me voy, no aguanto más, me voy a pasar las fiestas y después vemos qué hacemos’. Pero no me puse más en contacto con la gente de Barcelona y me quedé en Liverpool”.

Luego continuó su carrera en Israel: “Una experiencia linda, futbolísticamente no me fue muy bien, pero no me fui con muchas ganas de pensar en lo futbolísitico, me interesaba más conocer otros países y para ese lado del mundo, fui con mi familia y fue una experiencia muy linda. El primer mes me costó porque fui solo; hablaba con las paredes y comía arroz con pollo. Después fue mi familia. Estuve 10 meses “.

Volvió a Uruguay, jugó nuevamente en Liverpool, en Central Español y cerró su campaña profesional en El Tanque Sisley, en la Segunda división.

Luego se fue a Rivera y jugó en Nacional de Corrales y en Nacional de Tacuarembó. “Nacional estaba por descender y un amigo me pidió que le diera una mano, no estaba muy motivado porque me había saturado el fútbol. Pero lo salvamos del descenso y al año siguiente salimos campeón”.

Así como su incorporación a Peñarol se dio de forma rápida, también la carrera pasó volando. “Me dio mucha alegría haber quedado en la historia de Peñarol, las amistades, y que la gente lo reconozca. Ahora por medio de las redes sociales te hacen llegar los mensajes. El 6 de diciembre cumplí años y fue impresionante la cantidad de mensajes de hinchas, te reconforta”, indicó.

Walkir en Rivera después de dejar el fútbol profesional

Walkir jugó en una época donde los futbolistas no ganaban grandes sumas de dinero como en la actualidad. “Además, nunca tuve un pase, nunca me vendieron de club a club. Tanto a Ecuador como a Israel me fui a préstamo”.

En 1987, después de cinco años en Peñarol, Walkir habló con Amadis Errico, gerente aurinegro: “Le dije, tengo que salir de Peñarol porque no voy a hacer una diferencia. Pasábamos tres meses sin cobrar. Cuando salimos campeones en Tokio refinanciamos los premios, los sueldos. Yo veía que se venía fea y tenía que arreglar para que me dejaran libre y hacer un mango afuera. Errico me dio una mano y tuve que dejar premios para poder irme a Ecuador. Fue la única manera”.

Con las cartas vistas, dice: “Si me quedaba capaz que cambiaba la historia económicamente porque ese año Peñarol salió campeón otra vez de la Libertadores, fue a Japón y eso capaz que me cotizaba un poco más. Igual no me arrepiento de haberme ido, pero el fútbol tiene eso, es corta la carrera y la plata así como entra, sale. Si no tenés un buen respaldo, no hay cómo”.

Actualmente Walkir es funcionario municipal, en la división de Deporte de la Intendencia de  Rivera. “Trabajo en un complejo deportivo con niños de 8 a 13 años. Hacemos torneos de barrios. La idea no es la competencia sino la inclusión. Todo esos niños no deben estar jugando en el baby fútbol, es para los gorditos, los que le pegan de punta. No es para los cracks, esos van al baby fútbol enseguida. Es más para una inclusión social”, contó.

Posee la Licencia A de entrenador, la que le permite dirigir en Rivera, pero nunca lo hizo: “Nunca me llamó mucho, no tengo el carácter como para encarar a dirigir”, dijo con sinceridad.

Así que ahora, se dedica a mirar los partidos de Peñarol por la TV.

Puntero veloz
Walkir Silva llegó a Peñarol en 1982, el mismo año que fue campeón de América y del Mundo. Jugó hasta 1987 y fue campeón Uruguayo en 1982, 1985 y 1986. Luego jugó durante un año en Barcelona de Guayaquil, donde también se coronó campeón. Continuó su carrera en Liverpool, Macabi de Tel Aviv, regresó a Liverpool, pasó por Central Español y terminó en El Tanque Sisley.
Walkir llevó a Bengoechea a Peñarol antes de que fuera a Wanderers
Walkir Silva recordó que antes de que Pablo Bengoechea llegara a Wanderers, lo había llevado a Peñarol. “Julio Guerra, que era un dirigente de inferiores en Peñarol muy querido, una excelente persona, siempre me decía que lo trajera a Pablo, que lo llevara a probarse. Yo le comentaba a Pablo y un día se animó, practicó en Peñarol y cuando llegó el momento para arreglar, no llegaron a un acuerdo económico. Entonces se fue a Wanderers. Pablo era de una generación menor que yo y jugaba en Oriental de Rivera y en la selección. Lo que no me explico de los dirigentes es que no aprovecharon ahí y después Pablo se fue a Wanderers, de ahí a España y cuando se hizo famoso lo compró Peñarol y le salió más caro”, señaló.
“¿Cómo hago para pasar a este negro?”
Cuando Walkir llegó a Peñarol en 1982, el marcador de punta aurinegro era Diogo. “En las prácticas yo me preguntaba, ¿cómo hago para pasar a este negro? Hugo Bagnulo quedó impresionado conmigo porque en el primer día hice dos goles. Me acuerdo de uno a Fernando Alvez desde la mitad de la cancha. No era fácil para mi jugar por un lugar en el equipo. Estaban Pinocho Vargas, Venancio Ramos. Lo agarré a Venancio en una fase que andaba un poco bajo y ahí fue cuando tuve la oportunidad de poder jugar. También, después Pinocho que andaba muy bien sufrió una lesión en la rodilla que le pidió competir”.

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