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Yo te avisé (…cuando llega el segundo, el primero se transforma en la peor versión de Chucky)

Ante la llegada del hermano, el mayor se manifiesta a nivel conciente y/o inconsciente
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07 de agosto de 2020 a las 05:04

Por Carolina Anastasiadis

La gente habla siempre cuando ve una panza. Si sos primeriza, en tono cómplice intentan darte alguna receta con la intensión de hacerte la vida más fácil. “El provecho no sirve para nada, ni pierdas tiempo”, “Cuando se paspe, usá maicena, acordate”, “mirá que la lactancia está brava, ¡comprate crema de caléndula YA!”. Durante el primer embarazo vas con la antenita parada por la vida, escuchás atenta las conversaciones entre madres y apuntás lo que te parece que en un tiempo podrá ser de ayuda. El resto lo dejás en tu spam pero sin borrar; porque nunca sabés.

Cuando esperás al segundo hijo, la gente también habla, pero vos, más ducha, filtrás comentarios porque te conocés como mamá y sabés, por ejemplo, que todo bien con el extractor pero que si con el primero apenas tenías paciencia –o leche-, con el segundo vas a tener pereza y por más voluntad que le metas, te va a faltar tiempo. De todos modos, escuchás cada consejo y comentario con interés –en parte, por respeto a la criaturita que estás gestando que tiene derecho a recibir su cuota de bolazos- y además porque, siendo honesta contigo misma, otra vez no tenés la más remota idea de lo que se te viene. O sea, sabés que tendrás un bebé y todo lo que implica a nivel hogar, vida, casa, …pero ese bebé puede ser de mil maneras, que se transformarán en nuevas variables para tu vida. Si come mucho, si come poco, si duerme, si no duerme, si, si, …si.

A priori, nada de lo que escuchás te parece novedad, porque son comentarios que hasta tú sin la experiencia podrías a hacerle a la vecina que espera el segundo, mientras comparten ascensor: “lo mejor que podés regalarle al mayor es un hermano”, “mirá que el grande va a hacer alguna regresión”, “prepárate”, y el más alentador “¡ideal que venga ahora porque los criás juntos!”. Cuando esperás al segundo, nadie es tan honesto como para anticiparte una realidad que te abofetea apenas se instala en tu casa: si tu hijo ya se había transformado en Chucky llegando a los dos años, cuando llega su hermano se transforma en la peor versión del muñeco.

Cuando llega el hermano, o incluso durante el embarazo, el primero se pone INSOPORTABLE. Las mamás que tienen dos no están cansadas por la rutina de la teta del recién nacido, están cansadas porque el primero estuvo hora y media haciendo rabieta antes de dormir, porque dar teta implica un forcejeo constante con el primero que se cuelga del cuello apenas nos ve con su nuevo contrincante en brazos, o muertas porque ese hijo que antes era un barril sin fondo, ahora no prueba bocado y cada almuerzo o cena se transforma en una difícil negociación.

Ante la llegada del hermano, el mayor se manifiesta a nivel conciente y/o inconsciente. La conciencia la expresan de día con gritos del tipo “mamá, Francisca NOOOO”, besos o apretones que dejan huellas, y hasta haciendo volar algún juguete cual avión para que aterrice en la cuna. El inconsciente hace lo suyo de noche, cuando el niño mayor entredormido pega gritos angustiados con la misma frase que de día nos resuena y apuñala porque de alguna forma sabemos que está pasando mal. “Mamá es mía, Fran noooo”.

Con la llegada de Francisca hace 3 meses, me encontré con dos nuevos desafíos: conocerla a ella y reconocer a Alfonsina que a pesar de tenerla hacía dos años y medio, me descolocaba con cada una de sus salidas.

Pasé el primer mes entre la culpa y la resistencia. La culpa se instaló –o reinstaló luego de tomarse un descanso-, apenas llegué a casa luego del hospital. Me daba culpa no poder atender a la niña grande que hasta hacía dos días había sido el centro de mi atención, tiempo y corazón. Me dolía correrla del trono en donde la habíamos colocado de manera natural desde que había llegado.  En casa con la beba, no lloré por la episiotomía o las hormonas alteradas (aunque seguro colaboraron); el mayor desafío de mi segundo puerperio pasó por sobrellevar la angustia que me daba ponerme en el lugar de mi hija mayor.

A las semanas, ya más instalada, menos hormonal, y ante algunas actitudes repetidas de Alfonsina con la hermana (abrazos demasiado apretados, o apretoncitos de mano de dudosa intensión), la culpa se transformó en desborde y ahí comenzó la resistencia. Al poco tiempo de tolerar a una niña de dos años pidiendo upa cada vez que me veía dar teta a la beba, o pataleando en el piso porque se le había caído la torre o no aparecía George en el capítulo de Peppa, la paciencia se agotó. Lo que días antes era culpa y hasta compasión, se transformó en: “Alfonsina, mamá está ocupada dando teta a tu hermana. Andá a jugar con papá, por favor; ya te lo pedí TRES veces”. Porque hay algo rarísimo en esto de tener un bebé y otro medio seguido; empezamos a ver al hijo mayor casi como adulto apenas sentimos el perfumito Johnson del recién nacido.

Poniéndole paños fríos al asunto, es entendible que ese hijo adorado que nos hizo mamá se comporte peor que el peor hijo de Chucky. Nosotras atravesamos un duelo al hacernos mamá. Nos dolieron nuestras renuncias pero las hicimos con amor. Y de a poco nos acostumbramos a que nuestras caderas ya no serán las de antes,  que a la hora de responder a una invitación luego de las 19 hs. tenés que pensar en una logística digna de la NASA antes de decir sí. Pasamos el duelo solitas, a medida que acomodamos el cuerpo a cada nueva situación. Ahora el duelo es de ellos, de los hijos mayores. Y como aún no están lo suficientemente desconectados de nosotras las mamás, por supuesto, también lo sufrimos.

Y a pesar de las ganas de huir o de poner “Mute” en la casa o un “stand by” en la situación cuando el tablero familiar sufre los cambios, somos mamás y por eso empáticas y entendemos la lógica de la infumabilidad e intensidad del mayor. ¿Por qué va a estar contento un niño que tenía el amor de papá, mamá y de los abuelos solo para él y ahora tiene que compartirlo? ¿Qué felicidad le puede dar que nuestro tiempo y atención ahora estén divididas? ¿Por qué querría compartir su cuarto, sus juguetes,…y hasta su ropa? ¿Por qué aceptaría tan naturalmente nuestra “infidelidad”?

Ante la llegada del segundo, te dicen muchas cosas. Pero ninguna mamá te dice que se te vienen tiempos de turbulencia con un protagonista que ya conocés y amás aunque a veces te den ganas de regalar. Creo que ninguna te lo dice, en parte porque las mamás de dos están cansadas. No es moco de pavo. Yo te avisé.

 

Podés leer más sobre estos temas en el blog Mamás Reales.

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