El domingo 30 Uruguay celebrará las elecciones internas que determinarán qué candidato representará a los partidos políticos que buscan suceder a Luis Lacalle Pou en la presidencia de la República para el período 2025-2029.
La campaña para estas primarias no obligatorias fue rara. No despertó pasiones ni se observaron fenómenos disruptivos en comparación con elecciones anteriores. Pese a que hay duras competencias soterradas en las tres principales fuerzas, no hubo luchas suicidas dentro de los partidos. Tampoco campañas novedosos o planteos que sacudieran el tablero.
Si comparamos con la pasada elección interna de 2019 no hay sorpresas como fue la irrupción disruptiva de Ernesto Talvi en el Partido Colorado, o de Juan Sartori en el Partido Nacional. Tampoco los partidos minúsculos o nuevos lograron meterse en la agenda, como sí lo hizo por escándalo Cabildo Abierto con el general Guido Manini Ríos al frente.
Estas internas a las que le costó arrancar —y en la que todavía hay gente que no sabe cuándo serán— ocurrió en un ambiente generalizado de no cambio de rumbo. Al menos la agenda planteada por los candidatos no provocó parteaguas como por ejemplo sí lo hizo el plebiscito en contra de la reforma de la seguridad social impulsado por la central obrera.
Hay coincidencia en que hay que mantener la estabilidad económica, se habla de un gran acuerdo nacional contra el narco y por la seguridad, la primera infancia está como prioridad en todos los programas, el pragmatismo de la real politik de las relaciones comerciales del país y el cuidado del medio ambiente, también.
Pueden enojarse los integrantes de la oposición, pero es lo que se percibe, el rumbo hacia dónde va Uruguay no es materia de discusión por las grandes mayorías. El país tiene problemas en materia de seguridad relacionada con la violencia narco: pero no se cae a pedazos, ni lejos.
No hay, como en la anterior, sensación de agotamiento de un período, sino todo lo contrario. Que no se sienta esa sensación de cambio como en 2019 no quiere decir que la elección esté asegurada para el oficialismo, porque las campañas son las campañas, el desempeño de los candidatos es muy importante y a este gobierno todavía le queda un trecho por recorrer.
Tampoco es un hecho menor quién será el candidato que finalmente represente a la mayor colectividad del país, al Frente Amplio. Una cosa es que triunfe el favorito Yamandú Orsi, otra muy distinta es si gana Carolina Cosse. Si bien ambos se cobijan con el programa amplio del Frente Amplio, hay diferencias sustanciales en estilo, forma, ideología y perfiles.
Si bien el favorito según las encuestas es Orsi, nadie ni el más avispado se anima a decir que tiene el triunfo asegurado. Cosse tiene sobradas credenciales para dar batalla hasta el último minuto viniendo de atrás. Por su lado es innegable la poderosa figura de José Mujica, que desde su chacra en Rincón del Cerro apuntala a su pichón Orsi y lo potencia. Apoyo nada desdeñable para el exintendente canario que parece haber comprendido la receta perfecta para la política del “como te digo una cosa te digo la otra”.
A diferencia de Cosse que genera tempestades y divide aguas; Yamandú es el Yama, y no le cae mal a nadie.
En los nacionalistas la carrera la tendría ganada Álvaro Delgado, que ha seguido una receta casi calcada a la que llevó a la presidencia al actual presidente. Si Lacalle Pou fue un tic, Delgado es el doble tic. Tiene a casi todo le gobierno detrás y ofrece garantía de continuismo puro y duro.
Siempre según las mismas encuestas que dicen que es muy complicado dar con el resultado en elecciones no obligatorias donde las muestras son poco representativas, la diferencia entre Delgado y sus dos competidores inmediatos parecería ser indescontable. La disputa entonces está por los porcentajes de los votos que obtenga el propio Delgado, la herrerista Laura Raffo y el wilsonista Jorge Gandini. En esos porcentajes está el misterio y la atracción de la disputa en el Partido Nacional. Ahí, en los porcentajes de los tres sí puede pasar cualquier cosa. Desafío a que me desmientan.
La interna de los colorados es para alquilar balcones y hacer apuestas. Pese a que en las últimas elecciones perdió peso en las urnas, la disputa actual con más de media docena de candidatos demuestra que sigue vivo. Un viejo amigo sociólogo, muy sabio, siempre dice que aquellos partidos, clubes, instituciones que se discuten a sí mismos, en los que hay competencia para llegar al poder, es sintomático de que están lejos de su desaparición. Coincido.
Eso es lo que la interna colorada ha demostrado: un partido encendido que se juega varias definiciones el domingo 30. Si hay renovación con un triunfo de Andrés Ojeda, si hay continuismo del legado del Foro Batllista con el triunfo de Tabaré Viera; si los restos del proyecto político de Talvi sobreviven con Robert Silva, o si finalmente Jorge Batlle desde la tumba le da una victoria al único liberal de la contienda, Gabriel Gurméndez.
Entre esos cuatro estaría la definición, aunque hay que mencionar también la audacia de Carolina Ache, con su apuesta al presentarse para marcar sus votos.
A una semana de las elecciones así está planteado el partido. Afirman que por distintos motivos serán las elecciones internas con menor participación de la historia. Explicaciones varias: la Copa América, las vacaciones de julio, el frío, o el desinterés general de la población. Entre ir a votar o irse a pescar o hacer un buen asado con la familia, muchos uruguayos no elegirán la primera opción, y ni les cuento si hace frío y llueve.
De todos modos, ese domingo de noche no habrá uruguayo que no esté pegado a las transmisiones de los canales en vivo o al Twitter para saber quién ganó en qué partido. El hecho de que se dé por descontado que el partido final se juega a fin de año entre el Frente Amplio y el Partido Nacional juega a favor de cierta sensación de comodidad y esa cosa de que mejor que decidan otros porque a mi la política no me interesa.
Pero ojo. Los electorados actuales son altísimamente impredecibles y volátiles. Las generaciones jóvenes son tan difíciles de encuestar como libres de las estructuras partidarias. Las encuestadoras lo vienen advirtiendo. Por eso, que nadie se sorprenda si el lunes 1° de julio Uruguay queda de frente a un escenario impensado en el que el resultado de las internas generó un terremoto tal como sucedió con las Paso en Argentina. Perfectamente puede ser una hipótesis posible.
Los dados están en el aire. Que hablen las urnas.