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18 de julio 2025 - 13:01hs

En Uruguay, si nos paramos frente al desafío de generar nueva inversión que impulse el crecimiento, intuitivamente miramos al exterior. Cuando desde el Ministerio de Economía nos dicen que se necesitan USD 12 mil millones por año para poder crecer un 2,5% anual, las miradas se dirigen hacia la Inversión Extranjera Directa (IED) o los organismos multilaterales de crédito como el BID o la CAF. Con suerte miramos a las AFAP, pero éstas tienen sus restricciones para invertir en cosas que no sean instrumentos de deuda soberana uruguaya. Nuestro pensamiento por defecto es que en Uruguay “no hay plata”, “nos faltan recursos”, porque concebimos al país a partir de su dimensión económica relativa y no absoluta. Somos menos del 1% del PBI Mundial, tenemos al lado a monstruos como Brasil y Argentina, somos un barrio de San Pablo, y así vamos construyendo un discurso derrotista que inhibe el desarrollo y por sobre todas las cosas, el creer en nosotros mismos.

El domingo pasado, con frío, lluvia y no mucho para hacer, decidí matar el tiempo leyendo los balances de los bancos en Uruguay. La primera conclusión es que sí hay plata, bastante. El sistema financiero tiene una abundante liquidez, que no encuentra en el Uruguay proyectos o empresas donde colocarla. Lo más lógico para los bancos entonces es ir a la pantalla de Bloomberg y comprar bonos del tesoro de Estados Unidos o depositarlos en instituciones financieras del exterior de reconocida solvencia. No los culpo. Con tasas cercanas al 4,5%, riesgo cero y liquidez inmediata, parece un camino más seguro, rápido y fácil, que ponerse a analizar proyectos, contabilizar previsiones, armar carpetas, para ganar 150 puntos básicos adicionales.

Armé un balance “consolidado” de los bancos locales al 31 de mayo de 2025 y resumí sus principales números en el cuadro que sigue.

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De un total de USD 47 mil millones en depósitos, USD 43,2 mil millones (92%) son de residentes uruguayos, y un 80% de ellos son a la vista y en dólares. Los bancos invierten esos fondos más el patrimonio propio (USD 6 mil millones) en depósitos en el BCU por USD 8 mil millones (encajes obligatorios, aunque en algunos casos se trata de encajes en exceso de lo que exige la normativa) y préstamos al sector productivo uruguayo por USD 24 mil millones. El resto, o sea unos 18 mil millones, los bancos los colocan en “Instrumentos de Deuda”, es decir Treasury Bills del gobierno de Estados Unidos, bonos soberanos uruguayos o en depósitos en bancos en el exterior. En grandes números entonces, casi la mitad de los ahorros de uruguayos en cuentas bancarias, son enviados al exterior a financiar déficits de países desarrollados o a fondear bancos en el exterior para que presten a sus clientes.

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No es una crítica a los bancos, hay limitaciones por el hecho de que la mayoría de los depósitos estén a la vista, y por otro lado quizás la capacidad de ahorro de los uruguayos (cerca del 15% del PIB, o sea unos USD 10 mil millones por año), es mayor que las necesidades de financiamiento de las empresas y personas en nuestro país.

De hecho, de acuerdo con cifras de las cuentas nacionales del BCU, Uruguay “exporta” inversión en términos netos. Es decir, los uruguayos invertimos (a través de bancos o intermediarios de valores), más dinero en el exterior que lo que los extranjeros invierten en Uruguay. Así, se publicó en la prensa hace unas semanas, a partir de un pedido de informes al MEF por parte de un legislador, la noticia de que hay más de USD 62 mil millones de residentes uruguayos invertidos afuera. En esta cifra hay que contemplar a los nuevos “residentes tributarios” provenientes sobre todo desde Argentina, que con seguridad aportan un porcentaje importante de esa cifra. De todas formas, es gente que vive en Uruguay, conoce las bondades de nuestro país y que tiene esa disponibilidad de fondos invertidos afuera.

Siguiendo con el análisis de los proveedores de financiamiento, nos encontramos con las AFAPs. Estas, por restricciones legales y a pesar de recientes intentos de levantarlas, no pueden invertir casi en el exterior. No tienen “más remedio”, que invertir en Uruguay. Pero como deben cumplir con el mandato de pagar jubilaciones de las generaciones futuras, son, con buen criterio, cautelosos en las inversiones que eligen hacer, tanto por mandato legal como por una sana práctica conservadora. En consecuencia, de los aproximadamente 25 mil millones que administran las AFAPs, cerca de un 57% está invertido en títulos de deuda soberana uruguaya, un 8% en fideicomisos de obra pública y solo 12 % en proyectos productivos del sector privado.

En resumen, USD 18 mil millones de los Bancos, USD 62 mil millones de residentes uruguayos y USD 5 mil millones de las AFAPs, suman nada menos que USD 85 mil millones de dinero de uruguayos que no se invierte en financiar proyectos productivos en Uruguay. El equivalente a más de un PBI en ahorros de uruguayos está disponible y líquido para invertirlo en Uruguay. Dinero al que no hay que explicarle que es Uruguay, donde queda, como funciona su economía, cuáles son sus riesgos, y que no hay que tomarse ningún avión para convencerlo. ¿Por qué entonces este dinero uruguayo no termina invertido en Uruguay?

Me animo a dar algunas razones:

Es más fácil invertir afuera. La sofisticación de los mercados de capitales de USA y Europa, junto con su abundante oferta de valores, índices, derivados e instrumentos de renta fija, permite a operadores ofrecer una amplísima variedad de colocaciones, y a la vez con soluciones tecnológicas simples y ágiles, para con un par de toques en el celular, invertir y desinvertir en dichos valores. Tan es así que, irónicamente, un invento uruguayo como Prex, permite invertir desde 10 dólares en valores en el exterior... pero no en Uruguay.

Invertir afuera tiene menos impuestos. Uruguay es uno de los pocos países que sigue considerando el criterio de la territorialidad para la determinar los impuestos. Con pocas excepciones, los ingresos de fuente extranjera no están gravados en Uruguay, tampoco los activos en el exterior. En cambio, los depósitos en bancos, las inversiones en Obligaciones Negociables, las rentas inmobiliarias (salvo las de Vivienda Promovida) o cualquier actividad productiva en Uruguay, están en buena medida alcanzados por impuestos a la renta y el patrimonio.

Los mercados de afuera son más líquidos. Invertir en la Bolsa de Nueva York, Nasdaq o en los demás mercados del mundo desarrollado, tiene el beneficio de la liquidez. Hay siempre un mercado y precio si uno quiere entrar o salir de una colocación financiera. Los instrumentos disponibles en Uruguay, salvo los títulos de deuda soberana, se encuentran con la iliquidez resultante de un mercado poco profundo en cantidad de inversores e instrumentos financieros (como la Bolsa de Valores de Montevideo).

En resumen, tenemos liquidez en el sistema bancario, liquidez en el exterior, liquidez en las AFAPs, pero al mismo tiempo iliquidez en el mercado de capitales. Son menores los impactos tributarios de invertir afuera que en nuestro país. Es tecnológicamente más fácil para un uruguayo comprar una acción de una empresa en USA que una uruguaya.

Para atraer la Inversión Uruguaya Directa (IUD), hay que encarar esos desafíos. Revitalizar el mercado de capitales, que los bancos desarrollen sus equipos de banca privada local, para ofrecer productos locales. Que las empresas y los estructuradores de proyectos de inversión generen más oportunidades en el mercado regulado y que el Gobierno favorezca la inversión bursátil local vía un tratamiento al menos igualitario respecto de invertir en el exterior, son algunas estrategias posibles.

Dinero no falta, faltan los mecanismos para hacer atractivo invertirlo en Uruguay. ¿Invertir en el sector productivo uruguayo tiene más riesgo que comprar Treasury Bills? Por cierto, pero como dijo el reconocido académico de finanzas Aswath Damodaran en su última visita a Uruguay, “hay que preguntarse, cuánto están dispuestos a renunciar en términos de seguridad, para llegar a un crecimiento del 4% o 5%, en vez de 2% (del PIB). Un crecimiento más alto viene con mayor incertidumbre”.

En otras palabras, si queremos crecer más, hay que arriesgar (un poco) más. Tenemos USD 85 mil millones de IUD a nuestro alcance. ¿Cuántos proyectos tan necesarios para Uruguay, como un nuevo sistema de transporte masivo metropolitano, infraestructura para el tratamiento de residuos, riego para el campo o revitalizar el tren de pasajeros en todo el país, podríamos encarar? Con buenos proyectos, estructurados en mercados regulados y más líquidos, los uruguayos podemos financiar por nosotros mismos, el crecimiento que estamos buscando.

Plata no nos falta.

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