Dicen que Maracaná es tierra sagrada para el fútbol uruguayo. Cada tanto, un equipo de este pequeño país va de visita y deja una huella imborrable, como para mantener abierta una herida en este gigante brasileño que nunca termina de sanar ni de cerrar frente a expresiones valientes, solidarias y, sobre todo, de respuestas anímicas increíbles de futbolistas de raza Charrúa que juegan con el corazón y que el mundo sigue recibiendo con singular admiración.
Hacía 25 partidos que Flamengo no perdía por Copa Libertadores, desde aquella derrota que sufrió ante Peñarol en 2019.
Desde entonces había ganado dos Copa Libertadores con una billetera que lo transforma en el equipo más poderoso de Conmebol.
El prespuesto de Flamengo multiplica por siete al de Peñarol.
Este jueves el Estadio Maracaná hervía. Era una olla a presión en donde 2.000 hinchas aurinegros desafiaban el ensordecedor aliento de 70 mil almas brasileñas.
El equipo de Tité tuve 76% de posesión del balón contra 24% de Peñarol. Hizo 620 pases contra 195 de los aurinegros, y remató 20 veces al arco contra 11.
Sin embargo, la historia se encargó otra vez de poner un asterisco en sus libros para dejar constancia que el 19 de setiembre de 2024 pasó Peñarol, el copero Peñarol, para imponer su ley y dejar otra vez a Maracaná en silencio, como explicó con emoción Diego Aguirre después del partido.
El triunfo 1-0 que logró Peñarol este jueves de noche en el estadio de Río de Janeiro, en el partido de ida de cuartos de final de la Copa Libertadores, es la expresión más pura del fútbol uruguayo y de Peñarol, con el inconfundible sello de Aguirre y con ese magnetismo único que el entrenador establece cada vez que con los aurinegros se proyectan en un torneo de Conmebol.
Desde que hace un año volvió a Peñarol con toda su impronta, en medio de una crisis deportiva que sufría el club (como consecuencia de la gestión política), Aguirre se planteó el objetivo de volver a hacer otra gran Copa Libertadores, como suele tener acostumbrado a los hinchas, y fue preparando a su club para eso.
Les pidió paciencia, confianza y sobre todo mucha fe.
Los adoctrinó con su inconfundible capacidad para convencer a los jugadores y a sus fieles. Los preparó para todo. Y este jueves en Maracaná puso en escena la obra perfecta con un planteamiento táctico tan preciso y puntilloso, que no dejó detalle librado al azar.
Presentó un equipo corto, que defendió en su campo, que peleó cada pelota como si fuera la última, que cubrió cada metro con singular esfuerzo, y que se proyectó de contragolpe con una velocidad propia de un equipo que estuvo 100% concentrado y con una precisión en el juego bien de aquellos que están convencidos del manual que le dan para desarrollar el plan.
Lo que ocurrió este jueves en Río de Janeiro fue el triunfo de la estrategia, de la solidaridad de un equipo que se multiplicó para imponerse incluso en la adversidad, de futbolistas que con sus rendimientos se transformaron en héroes (lo que atajó Washington Aguerre es para seguir aplaudiendo) y del corazón, porque en el campo los futbolistas dejaron el alma, y fueron retirados en camilla, después de dejar hasta el último aliento, como patentó Pedro Milans al salir a los 75 minutos.
Washington Aguerre en PeñarolFlamengo.mp4
Lo que ocurrió en Maracaná es propio de Diego Aguirre y de una historia del fútbol uruguayo y de Peñarol que se sigue escribiendo con triunfos memorables y con pasión.
Peñarol dio un paso enorme para avanzar a las semifinales de la Copa Libertadores. El próximo jueves podrá sellar su clasificación hasta con un empate en el Campeón del Siglo. Tiene todo para que ello ocurra, pero no puede confiarse ni descansarse, porque la épica del fútbol uruguayo está escrita hasta el final con relatos en donde los héroes dejan hasta la última gota en una cancha.
