Verónica Llinás trajo su "Navidad de mierda" a Punta del Este: "La gente agradece haberse reído; se ve que no es muy fácil la risa en este último tiempo"
La actriz argentina estrenó Una Navidad de mierda en el Enjoy Punta del Este, una obra que fue un éxito en la calle Corrientes
27 de diciembre 2025 - 5:00hs
Verónica Llinás estrenó Una Navidad de mierda en Enjoy Punta del Este
Por Ebenezer Scrooge, Los que se quedan, Fanny & Alexander, Black Christmas, Mi pobre angelito, Qué bello es vivir, Duro de matar, Love Actually y una ristra larguísima de cosas más, la Navidad y sus bemoles está implantada de forma indivisible en la cultura popular. A todo nivel. Este año, sin embargo, se sumó una más: una obra que desde la cartelera principal de la calle Corrientes en Buenos Aires se convirtió en un fenómeno de masas. Se llamó Una Navidad de mierda y la voz cantante la llevó una de las grandes actrices de la Argentina: Verónica Llinás.
Es ella —que viene de familia de artistas, que hizo escuela en el teatro más experimental argentino, que llegó a la televisión de la mano de Antonio Gasalla, que es dueña de un humor y un temperamento legendario— quien codirige y protagoniza esta obra que toma a la festividad como punto de partida para la comedia y las risas que dispara, pero que además termina metiéndose con los temas que suelen aflorar cuando las familias se encuentran y ponen sus vidas en común. Producida por Gustavo Yankelevich, Una Navidad de mierda se estrenó hace algunos días en el hotel Enjoy Punta del Este, y hará temporada allí de jueves a domingo hasta febrero.
Sobre la obra, la forma en la que el humor moldea su vida, su propia relación con la Navidad y lo que hace cuando los espectadores no se ríen, Llinás llegó a la redacción de El Observador a tres días de la fiesta y habló.
Tiene un aspecto muy positivo, que es el encuentro familiar. Y tiene un aspecto muy negativo, que es la obligación del regalo. Eso me abruma. Me molesta la locura de salir a comprar. Mi familia no es muy grande, pero de todas maneras es un momento del año en donde lo que menos quiero es salir a comprar nada. Y después, bueno, nada. Encuentro familiar. Me gusta encontrarme con mi familia, o con la familia de la mujer de mi hermano. Y es un momento emotivo porque uno se acuerda de los que no están, o sea que tiene también su grado de tristeza. Y eso también se relaciona con que es la muerte del año. Pensás "qué hice bien, qué hice mal", el balance final inevitable. Además, mi madre falleció un 29 de diciembre, entonces es un mes delicado para mí. Muchas veces, a lo largo de mi vida, me di cuenta de que estaba de mal humor, que me sentía mal, irascible o me deprimía en diciembre, hasta que un día me di cuenta de que estaba relacionado con eso. Entonces, a partir de ahí, me tomé con calma los diciembres. Creo que para todo el mundo es un poco movilizador.
Es raro ser indiferente a la Navidad. Tal vez por eso ha sido "carne" de la cultura, desde Dickens hasta Una Navidad de mierda.
Sí, y más allá de lo religioso.
¿Esa identificación colectiva con este momento del año puede explicar el éxito de la obra en Corrientes?
Creo que no, que la explosión tiene que ver con que la obra realmente funciona muy bien como comedia. Es muy graciosa, la gente empieza riendo, termina riendo, se ríe durante prácticamente toda la obra. Y es original, porque la Navidad es una excusa. Y lo que sucede en esa Navidad es algo completamente particular, no es parecido a nada, a ninguna obra que puedas haber visto. Creo que esa combinación fue lo que básicamente hizo que el público reaccionara como reaccionó.
Verónica Llinás
Joaquín Ormando
¿Te viste venir esa reacción?
No, no así. Teníamos una idea fundamental excelente, pero había que llevarla a escena. Porque además la obra tiene un componente muy particular que hay que comprar realmente para disfrutarla. Si la gente no compraba, se caía estrepitosamente. Cuando se la mostramos a los productores y se empezaron a reír, respiramos tranquilos. Y después nos dimos cuenta que recontra funcionaba. La obra igual tiene que ser muy precisa, las comedias son un trabajo de relojería, no podés zarparte ni hacerte el mega canchero con esta obra. Hay que respetar el texto y los tiempos. Sabemos que la obra gusta, que la gente se ríe. A veces más, a veces menos, a veces aplauden de pie, a veces no. Pero siempre gusta, siempre es efectiva. Y la gente nos agradece haberse reído. Se ve que no es muy fácil la risa en este último tiempo.
¿Y eso es porque hay menos comedias, o porque la vida hablita menos la risa?
Es un poco paradójico. Por un lado, en el teatro te das cuenta que la gente necesita desesperadamente reírse. Que busca reírse, lo necesita, lo agradece. Y por otro lado, en términos de chapa teatral, es como que la comedia tuviera menos prestigio que el drama. Y no es más difícil hacer drama que comedia, sino al revés. Es como si la comedia no pudiera tocar temas profundos a la vez que ser graciosa. Pero creo que pasa cada vez menos. Había mucha división y ahora creo que está un poco más filtrado, se ha mezclado un poco todo más.
Has dicho que cuando Yankelevich te propuso dirigir esta obra dijiste sin pensar que sí y lo sentiste como algo justo. ¿Por qué?
Yo había codirigido otra obra que se llamaba Antígona en el baño, que además coescribí con quien había sido su autor original. En ese momento la adapté tanto que el autor me planteó para que fuera una coautoría. En esa obra tuve una experiencia excelente con Laura Paredes, que además es una gran actriz, una gran directora y mi cuñada. Después de esa experiencia y de haberme metido en todas las obras que hice, porque siempre que pude metí la cuchara en la dirección o en el texto, entendí que tengo mucho para aportar en términos de dramaturgia y de dirección. Cuando me lo propuso Gustavo me pareció bárbaro, porque sentía que eso iba a pasar de hecho. Y que me parece que si iba a pasar, estaba bueno que fuera reconocido.
¿Hay alguna diferencia entre el público de verano y el que recurrentemente va a ver una obra durante el resto del año? Ahí, tal vez, el teatro funciona como un escape a la rutina, a la vida en general; en verano forma parte de una instancia de placer y ocio más prolongada.
No tengo tanta experiencia con las temporadas de verano porque siempre intenté no irme de mi casa en esa época. Yo tengo perros, vivo afuera, en un lugar muy lindo, entonces no tengo necesidad. Pero a partir de una larga gira con Dos locas de remate, que hicimos con Solita Silveira, me acostumbré a salir de casa. Y el año pasado hicimos temporada en Mar del Plata con Antígona en el baño. Lo que noté es que es diferente, sí, pero no sé si es por el verano. Creo que el público porteño, que tiene mucha obra vista, tiene otra exigencia con el teatro. El público que había en Mar de Plata, por lo pronto, era más del interior y era un público más festivo, estaba más predispuesto a pasarla bien. El público porteño es más catador. Igual nos fue muy bien, pero se sentía una exigencia mayor.
Verónica Llinás
Joaquín Ormando
Viendo tu carrera y las películas de tu hermano Mariano, se puede decir que la comedia es parte de la familia. Pero una forma muy particular de comedia. ¿Hay un humor Llinás? ¿De dónde viene?
No sé si hay un tipo de humor Llinás, pero para los Llinás el humor es una parte fundamental de la vida. Lo fue para mi padre, para mi hermano que ya no vive, lo es para mi hermano que vive, lo es para mí. Fuimos criados en el humor. No sé si mi papá lo absorbió de otro antepasado, pero siempre me repito una frase de mi familia que atesoro, y es que para nosotros "lo último que se pierde es el humor y lo primero es la guita". Más que el chiste, es una predisposición que el humor. Mi papá tenía un humor bastante negro, surrealista, y con mis hermanos lo absorbimos. Con mi papá pocas veces conseguíamos hablar en serio.
Supongo que era una postura frente a la vida.
Absolutamente. Mi papá tuvo un accidente de auto y perdió un brazo, pobre. Pero nunca jamás lo vi penar por esa situación. Todo eran chistes. Le pedías plata y decía "¿qué te pensás, que soy el manco de la Nación?". Tenía un muñón cortito y le puso Fafito de nombre. Le hablaba, lo bajaba, lo subía. Todo lo pasó por el humor, incluso el dolor. Los Llinás no concebimos la vida de otro modo.
Comenzaste con una veta de teatro experimental, volcada al riesgo, con Gambas al ajillo y Compañía Argentina de Mimo. ¿Cómo va cambiando la forma de arriesgarse a lo largo de una carrera? ¿Qué es arriesgarte en escena hoy para vos?
Lo primero que hice fue con Ángel Elizondo, estuve varios años en su compañía, donde eran espectáculos completamente delirantes y nada formales. Pero no pensaba en el riesgo en ese momento. A mí el teatro formal me aburría. Me interesaba más el delirio de Elizondo que hacer Casa de muñecas. Mi búsqueda fue siempre por ese lado. El riesgo era no ir hacia lo que se sabía que funcionaba, era una búsqueda de la libertad total, libertad creativa. Además coincidió con un momento muy particular, que fue el regreso de la democracia. Hubo una apertura, libertad en todo sentido. Después me llegó la televisión, y ahí sí se formateó todo bastante, pero de todas maneras entré a hacer una televisión muy particular, que era la de Gasalla.
Copia de @adriandiazfoto_UNA NAVIDAD_ADB0369 (1)
¿Notás que hay más restricciones para esa libertad hoy en el arte? No hablo solamente de lo económico, sino también cierta algoritmización de los consumos, de las ofertas.
Algo de eso hay. A la vez, el hecho de que existan las redes democratizó muchísimo el humor. Ahora todo el mundo hace humor ahí. Pero es verdad lo del algoritmo. Algunas cosas pegan más que otras, y a medida que ves lo que pega, todo se va para ahí. Eso genera menos particularidad, menos diferencia. Pero no sé cómo tomarlo.
No te inquieta.
Un poco sí, pero a la vez me doy cuenta de que no hay nada que hacer. O sea, ¿para qué me voy a inquietar por algo que no puedo cambiar? Hay que ver. Hay que ver si va a generar otra cosa o de pronto se va a volver a lo que era antes. Porque viste que a veces las cosas son cíclicas. A mí lo de las redes me vino excelente. En un momento me fascinó. Hice un montón de videos que me trajeron infinidad de momentos alucinantes, de gente que me volvió a ver y a seguir por lo que hacían las redes. Ahora paré, estoy en otro momento. Al ser un poco más grande hago lo que tengo ganas.
Esa idea de la libertad se traslada a tu carrera en el cine: tenés cosas como La odisea de los giles, que es una película grande, que apuntó al un gran público, y por otro lado La mujer de los perros, todo lo que has hecho con Laura Citarella, y lo que se enmarca dentro de la productora El Pampero, que tiene a tu hermano Mariano a la cabeza.
A mí me da mucha alegría, porque mi hermano en algún momento me dijo que gracias a que él vio otras formas de creación en lugares donde participé germinó El Pampero. Y de pronto la cosa se cierra y terminamos haciendo juntas con Laura La mujer de los perros, y ellos me dan a mí la posibilidad de hacer una película que de otro modo no hubiera podido hacer si no hubieran existido.
Verónica Llinás
Joaquín Ormando
Recién mencionabas a Gasalla, que murió este año. ¿Qué se fue con él para el humor argentino? ¿Qué te dejó a vos?
Se fue el gran último cómico argentino. Hacía mucho tiempo que no hacía nada, pero su aporte al humor fue el más grande. Él fue un ícono. Y para mí fue muy importante. Me dio muchísimo, lo padecí muchísimo también, porque no era fácil trabajar con él. Me enseñó mucho sin ser particularmente muy didáctico. Hay cosas que en el momento él me decía y me enojaban, y ahora con el tiempo se resignifican. Yo era una obsesiva del ensayo, y él me decía "ay nena, relajá, tómatelo con más calma". Lamento no haber podido estar más en contacto con él el último tiempo. Él venía mal hace tiempo. La última vez que hablé con él fue en la pandemia. Habíamos quedado en que lo iba a ir a ver y finalmente no fui. Uno a veces se comporta como si fuera eterno, o los demás lo fueran. No pensás que se van a ir. Y lo lamento, porque nos debíamos ese encuentro. Pero bueno, será en otro plano.
Antes hablábamos de la risa del espectador. ¿Qué sucede cuando aparece, y cómo se lidia con que no aparezca?
Bueno, cuando aparece obviamente todo se relaja y decís "ya está". No es que vayas a hacer todo de taquito, pero te genera un gran alivio. Cuando no aparece tenés que remarla, y en general termina apareciendo.
Y ese alivio es mayor, imagino.
Sí. A veces el público que empieza riéndose menos es el que termina aplaudiendo más. Eso es loco. Es como si el público que a lo largo del espectáculo aplaudió, se rio y festejó se hubiera gastado todo antes del final. En cambio, el que por ahí es más reticente al principio, entrega más al final. Después hubo veces en mi carrera, pocas por suerte, en que tuve públicos que no se despertaron nunca, que estaban muertos. Ahí un poco los odiás a los hijos de puta (ríe). A algunas personas les da vergüenza reírse porque creen que es como mala onda. Hay gente que tiene vergüenza de reírse.