Fueron 357 días los que pasaron entre que la pala retroexcavadora levantó un cráneo y mucha cal, en el monte del Batallón 14, y el momento en el que la familia de Amelia Sanjurjo recibió la noticia. Fue casi un año de minucioso trabajo para tratar de saber a quién le pertenecía el esqueleto “casi completo” que apareció en ese predio militar del sur de Toledo.
Los huesos aparecieron el 6 de junio de 2023 y 16 días después la organización Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos anunció que se podía afirmar con precisión que los restos eran de una mujer. Y a partir de ese dato, comenzó el largo periplo, que incluyó exhumaciones, toma de muestras y búsqueda de familiares, para llegar a la identidad.
La lista oficial de la Secretaría de Derechos Humanos decía por junio de 2023 que había 39 desaparecidas cuyos restos aún no fueron encontrados. Del fémur hallado en el Batallón 14 y enviado al laboratorio forense en Córdoba, Argentina, se obtuvo un “perfil genético completo”.
Sin embargo, cuando los investigadores fueron a contrastar con el banco de datos, no lograron la coincidencia con ninguna de las muestras de familiares de 21 mujeres desaparecidas. De otras 12 no pudieron pesquisar porque la información eran insuficiente. Y de seis directamente no había muestras de familiares.
Del universo de 39, había tres que —según los testimonios y las pruebas— se sabe estuvieron secuestradas en Uruguay y fueron vistas por última vez en territorio uruguayo. Elena Quinteros y María Claudia García de Gelman fueron descartadas por el estudio de ADN. Pero de Amelia Sanjurjo, la tercera en cuestión, no había muestras “suficientes” para comprar con la información genética.
Los padres de Sanjurjo y su única hermana habían fallecido. Los sobrinos de Amelia estaban en el exterior y ella no tuvo hijos, pese a que los testimonios hablan de que estaba embarazada de tres meses al momento de la detención.
Con esa hipótesis en la cabeza, Familiares, la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH) y el equipo de antropólogos comenzaron a buscar. La información genética que había de su hermana no era suficiente por sí sola para confirmar la identidad.
Por eso, el objetivo inicial era encontrar a los padres enterrados para extraer una muestra de ADN. El padre había sido enterrado en los nichos tubulares del cementerio del Norte y luego reducido, por lo cual no existía posibilidad alguna de hallarlo. La madre, en cambio, había fallecido hace poco más de dos décadas y enterrada en un panteón de la extinta mutualista Casa de Galicia, pero la documentación sobre dónde estaban sus huesos no coincidió con aquello que los investigadores encontraron cuando fueron al lugar (de hecho, se estima que muchos de los difuntos enterrados en el sector de esa mutualista están “perdidos”).
Descartados los padres, las chances de conseguir una buena representación genética empezó a caer: en un ideal, el padre aporta 10 puntos de score y la madre los otros 10 (sobre un total de 20). Para llegar a un puntaje similar (y ni siquiera) deberían encontrarse los cuatro abuelos (una tarea imposible por el paso del tiempo).
¿Otros familiares? Fue entonces que los investigadores apuntaron a sobrinos y primos.
Finalmente, lograron con dar con sobrinos que vivían en el exterior y también con una tía que había fallecido y que pudieron exhumar. La suma de los ADN de los sobrinos, más esa tía y lo que había de la hermana fueron suficientes para llegar a esa coincidencia del 99,99% que fue anunciada este martes, según dijo a El Observador el director de la INDDH, Wilder Tayler.
Van 35
Con los restos de Amelia Sanjurjo son 35 los desaparecidos durante la última dictadura que fueron identificados. Todavía hay otros 162 que no se sabe dónde están.
Es el tercer caso en el que se encuentran restos en el Batallón 14, antes habían sido los del maestro Julio Castro y Ricardo Blanco. En total, son seis los restos encontrados en Uruguay: Fernando Miranda y Eduardo Bleier en el Batallón N°13, los tres del Batallón 14 y Ubagesner Cháves Sosa en una chacra de la Fuerza Aérea.
El caso de Roberto Gomensoro es distinto. Si bien fue encontrado en el Lago de la represa del Rincón del Bonete en marzo de 1973, sus restos fueron enterrados en marzo de ese año en el Cementerio Municipal de Tacuarembó en una tumba N.N., salvo el cráneo, que fuera conservado por el médico forense que realizó la autopsia. El cuerpo luego volvió a desaparecer con lo cual no se sabe dónde está.
Los otros 29 fueron identificados en Argentina o algún otro país de la región.