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30 de noviembre 2024 - 7:23hs

Es absolutamente relevante el peso relativo de las emociones en la vida de cada persona en este planeta. Lo curioso es que durante el último siglo hemos endiosado el pensamiento. Y si bien es un hecho que pensamientos y emociones son interdependientes, también lo es que puede ser disociado en la consciencia. ¿De qué forma? Simplemente no percibiendo el propio mundo emocional.

La falta de registro emocional no elimina las emociones, las cuales se expresan aunque no tengan permiso. Y más intrigante es que en esas ocasiones en las que ponemos el énfasis en el pensamiento puro y duro, parecería que desconociéramos que somos seres emocionales que aprendimos a pensar. Así lo indica la ciencia y la evolución.

Las emociones se expresan en el cuerpo y es a través del mismo, que podemos además de ponerles nombre, gestionarlas. Tenemos emociones básicas universales e innatas, las cuales compartimos con cada ser humano: felicidad, miedo, ira y tristeza. La humanidad lo sabe desde Darwin y lo confirma actualmente la neurociencia.

Sabemos que el mundo emocional es vasto y de hecho le da color a nuestra vida. Así como que existen patrones emocionales personales que además de tener la capacidad para decodificar, nuestro ser está diseñado para gestionar. ¿De qué se trata gestionar las emociones? De reconocerlas así como de conocer el patrón que caracteriza a cada emoción en uno mismo. Es decir, saber qué siento y cómo lo siento.

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Cada pensamiento está acompañado de una o varias emociones, lo que nos da una llave para entrenar nuestra mente y por ende nuestras emociones. En el correr de los años, invito a mis pacientes y clientes, a hacer registros. Muchas veces creemos saber lo que nos sucede, creemos que nuestro estado permanente es tal o cual y al registrarlos, nos llevamos sorpresas. Algunos de estos registros tienen utilidad general como es el caso del emocional. Se trata de conocer el estado emocional caracteristico en un período de la vida. El cual sin dudas estará influenciado por la propia historia, por la personalidad y por la realidad actual y contextual.

Un ejemplo claro de cómo las emociones influyen en nuestra percepción y decisiones puede encontrarse en la película Inside Out (2015) de Pixar. Esta película representa de forma visual y emotiva el mundo interno de una niña a través de sus emociones básicas. Da cuenta cómo estas emociones trabajan juntas, destacando la importancia de reconocer y aceptar las emociones. Esta narrativa resuena con el concepto del "Semáforo de las emociones", que promueve registrar y comprender nuestro mapa emocional como una herramienta para el autoconocimiento y la gestión consciente de nuestro interior y nuestra vida.

¿Cómo hacer el mapa emocional? Hemos desarrollado una herramienta a la que llamamos “Semáforo de las emociones”. Al llevar el registro del estado emocional durante semanas y meses, tendremos información valiosa para comprendernos más y tomar decisiones.

Es frecuente escuchar relatos de dos discursos, que pareciera un diálogo entre la razón y la emoción. La emoción va por un carril y la razón por otro que en demasiadas ocasiones parece diametralmente opuesto. Sucede con cada aspecto de nuestra vida que no tenemos procesado o que está tan pegoteado con experiencias emocionales tempranas, o intensas o relevantes o todo a la vez, que pareciera que estamos atrapados en un círculo que nos lleva una y otra vez a repetir un ciclo emocional. Para poner un ejemplo, una persona puede sentirse poco valiosa y a la vez, decirse a sí misma todo lo que la hace valiosa. El hecho de poner en palabras lo que dice la razón no es suficiente para cambiar la emoción. Es necesario emprender un viaje de compromiso con uno mismo que implica consciencia. El semáforo de las emociones es una herramienta para aumentar la consciencia. Comprender el propio mapa es condición necesaria pero no suficiente. El siguiente paso es elegir qué queremos para iniciar un viaje donde el combustible es la voluntad y la perseverancia.

Resulta que así como nuestro cuerpo está integrado a nuestra mente, nuestras emociones lo están a nuestros pensamientos. Tengamos muy claro que nada que se disocia puede acarrear salud. Generándose dificultades en las relaciones tanto con uno mismo como con los demás. “No vemos el mundo como es sino como somos” dice el Talmud. Si a ese lente perceptivo y las creencias que nos acompañan, les agregamos que lo disociamos, es más que evidente la necesidad de dedicarnos a nuestra integralidad: cuidar el cuerpo, la mente y el espíritu. Integrar el mundo mental, emocional y físico.

La salud, el bienestar y la felicidad, no las tenemos garantidas. Nuestros organismos tienen una arquitectura y diseño tan maravilloso que, atenderlo y cuidarlo son garantía.

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