Lleva el rostro tapado con una kefia a cuadros blancos y negros. Mira a cámara y, en nombre de Dios, amenaza al presidente francés Emmanuel Macron: “Invitaste a los sionistas a los Juegos Olímpicos, pagarás por lo que has hecho”. Grita “Alá es grande”, muestra el rostro de una muñeca chorreando sangre. El video de un minuto circula como los virus en las redes sociales.
Unos días antes, un ejército de trolls lanzó la campaña mediática (y en árabe) Juegos Olímpicos con sabor a sangre. Rediseñaron el logo de los anillos entrelazados que simbolizan la unidad de continentes y culturas —que como si estuviese guionado había sido presentado como bosquejo hace un siglo en un congreso en París, la misma ciudad que ahora alberga a la competencia deportiva—, para pintarlos de rojo sangre. Dibujaron a los atletas israelíes desfilando en la inauguración, con armas colgando y las manos manchadas de sangre. Y amenazaron al arquero israelí Itay Shani.
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También recibieron amenazas los gobiernos de Qatar y Emiratos Árabes Unidos.
París cuenta las horas para que la antorcha olímpica encienda el pebetero. Y la comunidad judía local —la más grande de Europa, estimada en algo menos de medio millón de integrantes— ve acercarse el riesgo de un ataque en su contra. Y tienen argumentos para pensarlo.
Porque estos Juegos Olímpicos se dan no solo en medio de la guerra en Ucrania y en Gaza, sino también en medio de un creciente antisemitismo (más bien judeofobia) en un país que no ha tratado muy bien a los judíos desde antes del famosos caso Dreyfus.
El gobierno de Macron estimó un crecimiento del 300% de los actos antisemitas en Francia desde el fatídico 7 de octubre, cuando los terroristas de Hamás entraron al territorio israelí y masacraron a miles.
El hecho más crudo fue la violación de una adolescente judía por el solo hecho de ser judía.
Antes habían atentado contra la sinagoga de Rouen. Y antes habían apuñalado a un profesor de Literatura. Y dos meses antes del inicio de la guerra en Medio Oriente, ya una encuesta había revelado que el 91% de los estudiantes judíos franceses habían sufrido antisemitismo.
Judeofobia e islamofobia
Dos encapuchados ingresan a la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo. Asesinan a doce personas y hieren a cuatro. Es probable que muchos recuerden el atentado y también la solidaridad masiva con la inscripción Je suis Charlie. Pero también es probable que muy pocos recuerden que unas horas después, un terrorista vinculado a los atacantes del periódico mató a un empleado y tres clientes de un supermercado kosher (comida apropiada para que coman los judíos religiosos) en París.
“No se trata de generalizar y poner a 68 millones de franceses en el mismo sitio. Sería insultante y fuera de lugar, además de falso, ya que Francia es una democracia. Pero sí, hay que tener memoria, histórica y reciente, y entender desde esa memoria y en una actualidad con violencia y hostilidad antisemita, por qué la comunidad judía de Francia de casi medio millón de personas, otra vez, no sólo siente que está en peligro, sino que efectivamente vive bajo el peligro”, relata el uruguayo Eduardo Kohn, director de B´nai B´rith Latinoamérica.
Fue en Francia donde había sido acusado injustamente el capitán judío Alfred Dreyfus. Se trató de uno de los actos antisemitas sistémicos más documentados y que expuso el escritor Émile Zola en su carta abierta “Yo acuso”.
También Francia fue el lugar en el que los lugareños hacinaron a miles de judíos en el velódromo para que los nazis los deporten a los campos de exterminio. Los documentos hablan de unos 65.000 judíos franceses enviados a la muerte desde el campo de Drancy a Auschwitz-Birkenau o a Sobibor.
Y Francia fue la cuna del movimiento ultraderechista de Jean Marie Le Pen, negador del holocausto y “condenado seis veces por su delincuencial verborragia antisemita”.
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A ese antisemitismo guiado por la derecha, se le sumó uno liderado por la izquierda: el vínculo del judío con el colonialismo. De hecho, los melenchonistas llaman a los terroristas de Hamás como “combatientes de la libertad”.
En medio de este caldo de cultivo de odio, la colectividad judía de Francia “tiene miedo”. Así lo había explicado María Laura Avignolo, la corresponsal de Clarín en el país europeo. Y citó una encuesta de Ifop: el 76% de los franceses cree que el antisemitismo es un “fenómeno generalizado”, cifra que se eleva al 92% entre los judíos franceses.
También tienen miedo algunos integrantes de las comunidades islámicas. Porque como explicó Nicolás Lerner, del Congreso Judío Latinoamericano, de la mano del crecimiento de la judeofobia se dio un incremento de la islamofobia. En medio de tensiones por llegadas de inmigrantes de países árabes, y pujas sobre la prohibición del uso del velo en los centros educativos, muchos musulmanes sienten cómo parte de la sociedad francesa carga contra ellos.
La gran cita del deporte mundial, los Juegos Olímpicos, no hacen más que poner la atención sobre este clima hostil. Y no son pocos los que temen que el setiembre negro de 1972 (cuando fueron atacados los atletas israelíes que competís en Múnich), pueda repetirse en un julio-agosto negro.