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8 de mayo 2025 - 5:00hs

“Va a haber uruguayos que van a festejar dos veces”, les dijo el presidente Yamandú Orsi a los legisladores de su partido en una reunión en la residencia de Suárez y Reyes a fines de marzo. El primer festejo fue en noviembre de 2024 con la victoria del Frente Amplio y el segundo, adelantaba el mandatario, va a ser cuando un intendente blanco gane en su departamento.

Lo que el presidente le decía a los legisladores de su partido (entre los que había incluso algún candidato a intendente) de una forma llana y sencilla es lo que la ciencia política mide y denomina como tasa de volatilidad intra cíclica: cuando un elector elige un partido en las elecciones nacionales y otro en las departamentales dentro del mismo ciclo electoral.

Y en el último período de elecciones fueron casi el 25% de los votantes. “Esto quiere decir que uno de cada cuatro electores votó en setiembre de 2020 un partido diferente al que había votado en octubre de 2019”, explicó en el programa De No Olvidar de Topic Stream el doctor en Ciencia Política Antonio Cardarello.

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Uno de cada cuatro es una cifra “suficiente como para lograr el cambio de partido ganador en seis departamentos", según señala el propio Cardarello en El predominio departamental después de la alternancia en Uruguay. Elecciones departamentales 2020 escrito junto al politólogo Gonzalo Puig.

En octubre de 2019 el Frente Amplio se impuso en 9 departamentos, los blancos lo hicieron en otros 9 y los colorados en uno. Para setiembre de 2020 los blancos le arrebataron 6 departamentos a la coalición de izquierda confirmando una vez más la supremacía de los nacionalistas en las elecciones de los gobiernos departamentales.

Hasta 1999 la volatilidad era sumamente baja porque las elecciones nacionales y las departamentales se celebraban el mismo día y no estaba permitido el voto cruzado (presidente de un partido e intendente de otro). Se podía sí votar a un candidato para presidente y votar en blanco a nivel departamental (o al revés) pero no votar a partidos distintos.

Tras la reforma electoral de 1996, las departamentales comenzaron a celebrarse en mayo del año siguiente a las nacionales y eso permitió una mayor volatilidad. Por eso, en el ciclo electoral 1999-2000 se da un salto en la tasa de volatilidad que luego se reduce en los siguientes comicios (2004-05). Desde entonces, la cantidad de personas que cambia de partido entre una elección y la otra viene en aumento y el registro del último ciclo electoral es el más alto.

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Las elecciones de 2020 tuvieron la particularidad que por la pandemia del covid-19 se celebraron en setiembre y no en mayo, lo que las distanció de las nacionales. La postergación, según Cardarello, “potenció la incidencia” del gobierno nacional, que contaba con amplia aprobación, en las elecciones departamentales.

“Durante todo 2020 la aprobación presidencial se situó en torno al 60 %, mientras que la desaprobación promedio no superó el 20 %. Por lo tanto, este clima favorable al gobierno y al presidente probablemente haya impactado en la campaña electoral en los distintos departamentos, favoreciendo al partido y al sector del presidente en detrimento de las opciones opositoras”, escribió Cardarello junto al también doctor en Ciencia Política, José Raúl Rodríguez, en El contagio electoral durante la pandemia de Covid-19. Elecciones subnacionales de 2020 en Uruguay.

Los blancos lograron 15 intendencias en 2020, solo una menos que su mejor resultado histórico de 1989 cuando en elecciones simultáneas logró imponerse en 16 gobiernos locales y llegar a la Presidencia.

La reelección

Pese a que no está habilitada a nivel nacional, los intendentes sí pueden competir por la reelección inmediata en sus departamentos. Y esto también es un indicador a tener en cuenta para analizar lo que puede pasar el próximo domingo.

Desde la reforma electoral, el promedio de reelección es de 62,5%. Es decir, la mayoría de los intendentes que buscan la reelección inmediata lo consiguen.

En las elecciones pasadas, 11 intendentes fueron por un segundo período consecutivo y siete de ellos lo lograron. Los cuatro que perdieron eran del Frente Amplio: Daniel Martínez en Montevideo –en el medio fue candidato presidencial–, Aníbal Pereyra en Rocha, Óscar Terzaghi en Río Negro y Guillermo Caraballo en Paysandú. De los siete que volvieron a ganar solo Andrés Lima (Salto) era de la coalición de izquierda.

La alta tasa de reelección de los últimos ciclos viene atada al éxito del PN a nivel departamental, ya que son, en mayor proporción, sus candidatos quienes buscan la reelección, y además son exitosos”, escribió Cardarello junto con el politólogo Ernesto Nieto en Los desafíos de la democracia subnacional en Uruguay.

La tasa de reelección es también un indicador que se modificó significativamente con la reforma electoral. Antes del 2000 el promedio era de 36%.

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“Con la última reforma constitucional que separó las elecciones nacionales de las subnacionales se observan niveles mucho más altos de reelección de los intendentes, por lo que la alternancia de partidos en el poder parece estar muy comprometida en buena parte del país”, escribieron Cardarello y Nieto.

De los 11 intendentes que pueden ir por la reelección este domingo –todos del Partido Nacional–, hay dos que decidieron no hacerlo. Uno es Omar Lafluf, actual intendente de Río Negro, que tiene una mala evaluación de su gestión, y el otro es Guillermo López, de Florida, que le dejó su lugar al caudillo local y dos veces intendente Carlos Enciso. Otros nueve intentarán retener el poder y, si se mantiene la estadística, la mayoría lo va a conseguir.

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