Lo primero que hay que decir es que el alcohol es una droga. Parece una obviedad, pero no siempre se percibe como tal. El Observatorio Uruguayo de Drogas estima que al menos 140.000 habitantes padecen un consumo problemático de alcohol. Casi la mayoría no se trata o, quienes sí lo hacen, llegan a la atención con dos décadas de retraso.
Sucede que quienes iniciaron algún tratamiento por alcoholismo lo hicieron, en promedio, con más de 41 años. Pero, también en promedio, el consumo regular había empezado cuando tenían 22 años.
Con la pasta base pasa lo contrario. Su consumo genera tal adicción que más del 80% se convierte en consumidores problemáticos. Y cerca de la cuarta parte demanda asistencia, al menos en Montevideo y el área metropolitana donde pudo estudiarse.
Un adicto a la pasta base empieza el consumo, en promedio, a los 19 años. Unos seis años después inicia el tratamiento. Parece mucho para el daño neuronal que causa esta sustancia —se han detectado muertes cerebrales a los seis meses de consumo—, pero parece poco en relación al alcohol.
La Junta Nacional de Drogas registra, año tras año, cada vez más personas que ingresan a tratarse por una adicción cualquiera fuera la sustancia. El último año contabilizó 4.871. Fueron 344 más que el año anterior; 646 más que el anterior al anterior; 2.631 más que hace una década. Y aun así, el sistema solo capta a “una mínima expresión” de los que necesitan tratamiento.
El coordinador del Observatorio Uruguayo de Drogas, Héctor Suárez, es enfático: “El sistema no está preparado para soportar la carga a la vez de todos quienes necesitan tratamiento”. La oferta no logra cubrir la demanda potencial.
Un círculo vicioso
Matías tiene la mano quemada por la pasta base. La droga lo llevó a la calle, a la cárcel, a la calle y a la cárcel en un ciclo que se repite. La última vez, pasó solo medio día de liberado de Punta de Rieles hasta que le entró “una ansiedad terrible” y fue a un banco a retirar el dinero que había juntado en una pasantía… para quemarlo en droga.
Ha intentado de tratarse, sin éxito de curación. Seis de cada diez uruguayos que ingresaron a tratarse por consumo de pasta base (en los últimos tres años), habían intentado un tratamiento previo.
Los adictos a la pasta base suelen moverse errantes, avanzan como poseídos en busca de un destino y enseguida pegan la vuelta y van para otro. Por eso algunos policías de la zona I de la capital, esa que nuclea los barrios más céntricos y donde se concentran buena parte de las personas en situación de calle, dicen que en la noche es “zombilandia” y a primeras horas de la mañana los uniformados acaban siendo el “servicio despertador”.
Pero las drogas, por lo general, no van solas. Una lleva a la otra. Y hasta en el caso del cannabis —una de las drogas que causa menos consumo problemático—, cerca de la cuarta parte de los tratados tuvo un intento de curación previo.
En ese sentido, “los técnicos sostienen que cuando la persona acude al tratamiento voluntariamente, mayor es la adhesión. Cuando es obligado, por ejemplo por orden judicial, es probable que siga recayendo una y otra vez”, explicó Suárez.
El dato no es menor si se tiene en cuenta que, a partir de este domingo, empezó el operativo de internación compulsiva a personas en situación de calle, muchas de las cuales padecen un consumo problemático.
Suárez insiste en que la baja demanda de tratamiento por alcohol y tabaco es uno de los problemas que más inquieta al Observatorio Uruguayo de Drogas. Porque muchos de quienes requieren asistencia no están tirados durmiendo en una vereda o delinquiendo… a veces quedan invisibilizados detrás de las paredes de las casas o el hermetismo de las familias.
El toxicólogo Antonio Pascale lo dijo la semana pasada a El Observador: "El alcohol es la droga que más problemas causa a los jóvenes y adolescentes".