“Los docentes no estamos siendo escuchados”. Esta frase —con matices— fue una de las más repetidas por maestros y profesores cuando el gobierno de Luis Lacalle Pou impulsó la llamada transformación curricular. Ahora, con los programas ya “impuestos” y en funcionamiento, el 63% de los maestros de Primaria deja en claro su disconformidad: quieren el regreso a los programas de 2008 mientras se discute un nuevo plan.
La disconformidad de los docentes venía siendo planteada en reivindicaciones sindicales y en resoluciones genéricas de algunas asambleas técnicas. Por eso —y por la fricción que hubo entre las autoridades educativas del gobierno pasado y los sindicatos— pareció que el enojo se trataba de una simple puja de relatos: Fulano dice A y Mengano B.
Pero los datos de las últimas Asambleas Técnico Docente por escuela, a la que asistieron y votaron en junio los maestros de cada escuela pública (estuviesen o no sindicalizados, pues se supone que es un ámbito técnico para consultas de Primaria), refleja que el enojo va más allá de aquellos famosos grafitis que rezaban: “La transformación del terror”.
El Observador accedió a los resultados preliminares —aún no publicados en el sitio oficial de Primaria— en los que se lee: “9.598 votaron a favor (de volver al plan 2008), 2.809 en contra y 2.724 se abstuvieron”.
La comisión de Malla Curricular de la ATD central que había sugerido la vuelta a los programas de 2008 había dado una justificación que iba más allá de cuánto han sido tenidos en cuenta los docentes en el armado de los nuevos programas: “Sentimos la necesidad de volver sobre la fundamentación existente en el programa 2008 (PEIP), dado que entendemos y acordamos que éste parte de una pedagogía humanista y crítica”.
Puede parecer un lenguaje algo complejo para un padre que simplemente manda a sus hijos a la escuela y los ayuda en los deberes, pero Paulo Freire, uno de los referentes de esta corriente pedagógica lo resumió en una frase: “Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”.
Es decir: hay una postura ideológica detrás de esa fundamentación, para el qué y cómo se educa.
La transformación que había impulsado el gobierno anterior hizo algunas modificaciones en las evaluaciones. Más allá de que se limitó la repetición, se cambiaron algunas escalas. Había técnicos que querían ir más allá y pedían la supresión total de las notas, de hecho la propia Inspección Técnica del momento (y que hoy es subdirectora de Primaria) era partidaria de poner fin a las calificaciones.
Sin embargo, y para sorpresa de la propia comisión especializada de la ATD, siete de cada diez maestros están de acuerdo con contar con una escala de calificaciones. Y la inmensa mayoría dice que esa escala deben ser las notas del 1 al 10 (como impuso la transformación educativa) y no aquella vieja serie del deficiente al sobresaliente.
¿Por qué los maestros prefieren la escala de calificaciones cuando las máximas autoridades técnicas las desaconsejan? Es una pregunta cuya respuesta todavía no está clara. Algunos hablan del peso de la tradición (siempre fue así), otros hablan del “poder” (el docente siente que al calificar tiene una potestad, como el médico cuando firma una receta), otros hablan del “debilitamiento social” del docente (algo así como que la comunidad ya no lo respeta). Pero una respuesta clara no hay.
Docentes que trabajan a cualquiera hora
El exdirector nacional de Educación, Juan Pedro Mir, había dicho que los docentes estaban siendo como la mayonesa del sándwich: los presionan de abajo los padres y de arriba los inspectores, directores o autoridades. Y entre esas presiones estaba la sobrecarga administrativa.
El 99,6% de los maestros que participaron de las ATD por escuela y contestaron la pregunta consideran que “existe una carga creciente de trabajo administrativo y de registro”. Como si los docentes estuviesen cada vez más abocados a llenar formularios, comunicados y planillas en lugar de enseñar.
Y más del 99% de los docentes dicen que esos trabajos administrativos y de registros (como completar quién fue o faltó a clase) lo terminan haciendo fuera de su horario laboral.
Es una de las condiciones laborales que más está mostrando un cansancio y fastidio de los colectivos docentes. Las condiciones edilicias, que antes (léase hace unos 15 años) eran de las más cuestionadas, ahora están menos marcadas. El 59% sostiene que los centros educativos en los que trabajan están con problemas estructurales. Todo el resto dice que son problemas menores.
Más allá de números, importan los argumentos a estas y otras preguntas que la ATD a nivel central está terminando de procesar para hacer pública la información completa.