José Mujica alternó sus estudios secundarios con la práctica del ciclismo y el cultivo de hortalizas y flores en la periferia de Montevideo.
Se vinculó al Partido Nacional a través de su familia materna, afín al caudillo Luis Alberto de Herrera, y fue unos de los ayudantes del diputado Enrique Erro (1912-1984). En 1962 acompañó a Erro cuando dejó a los blancos y se alió a los socialistas en la Unión Popular. El fracaso electoral de ese experimento contribuyó a empujarlo hacia pequeños grupos de izquierda radical, que derivarían en la creación del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T). Esta organización, muy influenciada por la revolución cubana de los hermanos Fidel y Raúl Castro triunfante en 1959, afirmó en su primera proclama, en 1967, que “la única vía para la liberación nacional y la revolución socialista será la lucha armada”.
Ya en 1964 Mujica había sido detenido durante un asalto a la textil Sudamtex. Para no comprometer a la naciente guerrilla, entonces un mero “coordinador” de grupúsculos ideologizados, se hizo pasar por delincuente común y estuvo preso por ocho meses en la cárcel de la calle Miguelete de Montevideo.
En los años siguientes, bajo seudónimos como Facundo o Ulpiano, Mujica participó en varias acciones de la guerrilla, incluido el primer secuestro del dirigente colorado Ulysses Pereira Reverbel, en agosto de 1968, o el ataque a la ciudad de Pando, el 8 de octubre de 1969. Requerido por la Policía, pasó a la clandestinidad.
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Mujica fue liberado en 1985 por la dictadura militar uruguaya, luego de pasar más de 14 años preso en distintas etapas, que incluyeron torturas y tratos inhumanos.
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Años de cárcel
El 18 de marzo de 1970 fue herido de gravedad en un tiroteo en el bar La Vía, de Luis A. de Herrera (entonces Larrañaga) y Monte Caseros, donde se había reunido con otros tupamaros. (En enero de 1971 varios integrantes del MLN asesinaron al funcionario del Ministerio del Interior que había reconocido y denunciado a Mujica).
El 6 de setiembre de 1971 participó de la mítica fuga por un túnel de la cárcel de Punta Carretas junto a otros 110 presidiarios, en su gran mayoría tupamaros, aunque fue recapturado pocas semanas después. Fugó otra vez de la misma cárcel el 12 de abril de 1972, justo cuando las Fuerzas Armadas, unidas a la Policía, daban inicio a una ofensiva general que acabaría en seis meses con el aparato militar de los tupamaros.
Mujica, que se movía en la periferia de Montevideo, no lejos de los territorios de su niñez, fue capturado el 7 de agosto de 1972. Permaneció en prisión durante más de doce años, la mayor parte de ese tiempo en condiciones extremas, rotando entre diversos cuarteles junto a otros ocho dirigentes del MLN tomados como rehenes. Se sintió loco y deseó morir, pero sobrevivió.
Recuperó su libertad el 15 de marzo de 1985, en los inicios de la restauración democrática, gracias a una ley votada por el parlamento que benefició a 63 tupamaros acusados de delitos de sangre.
La vía democrática
“Pepe” Mujica participó en los intentos de reconstruir al MLN como organización política, un proceso complejo que provocó muchas discusiones, abandonos y escisiones. Pasó a convivir con Lucía Topolansky, una tupamara nueve años más joven que había sido su pareja en la clandestinidad hasta 1972. Se instalaron como floricultores en una chacra de Rincón del Cerro, en el oeste de Montevideo, no lejos de la ruta 1 y del Paso de la Arena, a la que luego incorporaron nuevos padrones. Recién se casaron formalmente en 2005, cuando ambos ya eran figuras políticas de primer nivel.
Pepe Mujica y Lucía Topolansky
Pepe Mujica y Lucía Topolansky
Los tupamaros ingresaron al Frente Amplio en 1989 y, junto a algunos aliados de la vieja izquierda “ultra”, crearon el Movimiento de Participación Popular (MPP). En las elecciones de ese año el sector logró 44.446 sufragios y dos diputados: Helios Sarthou y Hugo Cores, ya que los tupamaros, aún pudorosos ante las prácticas políticas “burguesas”, no presentaron candidatos propios.
La caída del muro de Berlín y el ocaso del “socialismo real” en el Este de Europa aceleraron los replanteos ideológicos en la izquierda y la aceptación generalizada del sistema democrático, de manera explícita o implícita.
En las elecciones nacionales de 1994, cuando tras la candidatura de Tabaré Vázquez el Frente Amplio casi igualó a los partidos históricos uruguayos, el MPP obtuvo sólo 53.377 sufragios. Aún estaban divididos por mil querellas ideológicas, entre un sector pragmático y otro más ideologizado y “revolucionario”. Pero José Mujica ingresó al Parlamento como diputado, el primer tupamaro en asumir un cargo legislativo. Fue el inicio de un vuelco histórico.
Su figura desprolija y sin garbo, transportada por una motoneta Vespa o un viejo Volkswagen escarabajo, se hizo popular. Era “un Quijote vestido de Sancho”, según la descripción del antropólogo Daniel Vidart. Rehusó ponerse en víctima y asumió parte de la responsabilidad por la violencia política de la década de 1960. “No tengo vocación de héroe”, decía Mujica: “En realidad, me comí muchos años de cana (cárcel) porque me agarraron; me faltó velocidad”.
20141108 Presidente José Mujica en su Fusca, escarabajo. / FOTO: F. GUTIÉRREZ.
Foto: Federico Gutiérrez
El fenómeno Mujica
Los medios de comunicación comenzaron a consultarlo cada vez más, sobre cualquier asunto, pues siempre tenía opiniones sugestivas u originales, dichas en un lenguaje llano y vistoso.
En clave arrabalera expresaba puntos de vista entre justicieros y libertarios, que denotaban una marcada desconfianza en el Estado y sus organizaciones. “Soy blanco en la interpretación política del país”, dijo más de una vez. Creía que “las cosas importantes siempre son sencillas; en cambio, aquellas que no se pueden transmitir con sencillez, al fin de cuentas no son importantes”.
En los comicios de 1999 el MPP trepó a 126.850 votos, Mujica asumió una banca en el Senado (otra correspondió a su viejo asociado Eleuterio Fernández Huidobro) y Topolansky ingresó a la Cámara de Representantes. Cinco años más tarde, cuando Tabaré Vázquez ganó la Presidencia, el MPP llegó a casi 328.000 votos, con los que se convirtió en la primera fuerza político-electoral del Frente Amplio. Toda una hazaña para la vieja izquierda radical no comunista –que durante décadas fue minúscula, derrotada y perseguida– gracias a propuestas reformistas y auténticamente populares, y a un caudillo de viejo cuño, la antítesis del profeta revolucionario convencional.
“El hombre tiene una cara conservadora y tiene una de cambio; es parte de la condición humana. El hombre va a vivir con esa contradicción”, explicó a El País de España en abril de 2011. “La cara conservadora, que tiene sus razones muy serias, porque no se puede vivir cambiando todos los días, cuando se hace crónica y cerrilmente cerrada, deja de ser conservadora y se hace reaccionaria. La cara de izquierda, cuando es tremendamente radical, se hace infantil. El partido lo resuelven quienes están en el centro, que son la mayoría (…). Hay que aprender del centro también. Cuando éramos jóvenes, lo veíamos lleno de pequeños burgueses. Cuando lo miramos ahora, con la perspectiva del tiempo, lo vemos como una expresión del amor a las cosas pequeñas de la vida, que al final son muy importantes. Precisamos ese centro. Si vamos tan apurados que lo perdemos, quedamos solos”.
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Nicolas GARCIA / AFP
Mujica fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca entre marzo de 2005 y marzo de 2008, cuando regresó al Senado y comenzó a trabajar por su candidatura presidencial. Se acercó al Partido Comunista, pobre en votos pero fuerte entre los militantes de izquierda, para cercar a Danilo Astori, el preferido del presidente Tabaré Vázquez. Finalmente lo derrotó en las elecciones partidarias del 28 de junio de 2009 y se transformó en el candidato único del Frente Amplio.
En las elecciones nacionales del 25 de octubre la fórmula Mujica-Astori reunió el 48% de los sufragios, la izquierda obtuvo otra vez mayoría parlamentaria y el MPP sumó 364.696 votos, ocho veces más que los obtenidos en su debut electoral, veinte años antes. De todos modos, al no alcanzar en primera ronda la mayoría absoluta, Mujica y Astori debieron confirmar su supremacía sobre la fórmula Luis Lacalle Pou-Jorge Larrañaga del Partido Nacional en el balotaje del 29 de noviembre.
Grandes esperanzas
Su discurso de asunción el 1º de marzo de 2010, en el que Mujica mezcló sinceridad y moderación con cuotas de audacias, gestó grandes expectativas. “Hace rato que todos aprendimos que la batalla por el todo o nada es el mejor camino para que nada cambie”, sostuvo Mujica. “La mayor parte de los países que están adelante (en materia económica y social) tienen una vida política serena, con poca épica, pocos héroes y pocos villanos”.
Prometió respetar la “ortodoxia” macroeconómica capitalista, con sus “reglas ingratas y obligatorias”, aunque reivindicó cierta “heterodoxia atrevida en la micro”. Dijo que sería “perro” en la vigilancia de los gastos y propuso una “revisión profunda del Estado”.
“La sociedad uruguaya ha protegido a sus servidores públicos mucho más que a sus trabajadores privados”, sostuvo. “En la crisis del año 2002 y 2003 casi 300 mil personas perdieron su trabajo y 200 mil sufrieron rebajas en sus salarios. Todos, todos fueron trabajadores privados”.
Mujica dijo que su gobierno debería “empezar con cuatro asuntos: educación, educación, educación y otra vez educación”.
También comentó que en el Frente Amplio “descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos. Que los recursos fiscales son finitos y las demandas sociales son infinitas. Que la burocracia tiene vida propia y la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias. Hasta tuvimos que aprender con mucho dolor y vergüenza que no toda nuestra gente era inmune a la corrupción”.
Según comentaría el economista Ernesto Talvi años más tarde, no fue que Mujica cambiara a Uruguay, sino que Uruguay cambió a Mujica.
La vieja, el tuerto y el mundo
A poco de iniciar su gobierno, Mujica aprovechó su buena relación con la presidenta argentina Cristina Fernández para poner fin al bloqueo del puente internacional sobre el río Uruguay, en Fray Bentos. La manzana de la discordia había sido la construcción de una gran fábrica de celulosa por una empresa finlandesa, gestada durante el gobierno de Jorge Batlle e inaugurada en 2007, durante la primera Presidencia de Tabaré Vázquez.
Pese al buen diálogo inicial con Mujica, el gobierno argentino limitó severamente las importaciones y priorizó sus canales de navegación fluviales, lo que perjudicó severamente a Uruguay.
Bajo fuerte presión de la Ocde, el gobierno de Mujica firmó un acuerdo de intercambio de información tributaria con Argentina, vigente desde 2013, a pesar de que tradicionalmente Uruguay captó una parte significativa de la fuga de capitales argentinos.
Ese mismo año, en una conversación ante micrófonos que creía apagados, Mujica comentó con una sonrisa: “Pa’conseguir algo de Argentina tenés que recostarte un poquito a Brasil. Esta vieja (Cristina Fernández) es peor que el tuerto (Néstor Kirchner). El tuerto era más político, ésta es terca…”. Días después Mujica dijo a un periódico que Tabaré Vázquez “no tuvo problemas con Argentina: tuvo problemas con el Tuerto Kirchner, que era bastante baboso. Dios lo tenga en la gloria”. El escándalo se agregó a otros anteriores, como el que provocó Jorge Batlle al afirmar en 2002 que “los argentinos son una manga de ladrones del primero al último”, o Tabaré Vázquez en 2011 al contar que, ante el riesgo de un conflicto mayor con Argentina por la planta de celulosa de Fray Bentos, solicitó el respaldo del presidente de Estados Unidos, George W. Bush.
Pese a recurrentes salidas de tono, Mujica ganó prestigio mundial por su actitud conciliadora, su discurso anti-consumo y su larga y compleja travesía vital. Había renunciado a mudarse a la lujosa residencia presidencial del Prado y continuó viviendo en su sencilla chacra de la periferia de Montevideo.
Se transformó en uno de los animadores de los foros internacionales, fue casi una estrella de rock para los jóvenes y recibió en su casa a medios de comunicación de todo el orbe. “Puede que el mundo no sepa dónde está Uruguay, pero sí sabe quién es Pepe Mujica”, dijo el cantautor catalán Joan Manuel Serrat; “saben quién es ese gordito campesino que gobierna a aquel país perdido”.
Su gobierno: un balance
La gestión de Mujica en el gobierno no fue particularmente destacada, aunque la economía continuó creciendo a altas tasas, como ocurría desde 2004 (el frenazo tras el deterioro de las condiciones internacionales se sentiría recién en 2015, cuando Tabaré Vázquez asumió la Presidencia por segunda vez).
Logró la creación de la Universidad Tecnológica (Utec) en el interior del país, pero aceptó el fracaso de sus planes de reforma y descentralización de la enseñanza. También reconoció su incapacidad para reformar el sector público y estimular a los funcionarios.
Algunas de sus iniciativas más ambiciosas, como la construcción de un puerto de aguas profundas en la costa atlántica, el proyecto Aratirí de mega-minería de hierro o la renovación del ferrocarril para cargas, fueron abandonadas en fase temprana.
En 2012-2013 sorteó un gran escándalo por el quiebre de la compañía aérea Pluna. En 2015, luego de su alejamiento del gobierno, fue responsabilizado por las enormes pérdidas de la petrolera estatal Ancap, que había sido presidida por Raúl Sendic (h), uno de sus protegidos políticos. Incluso el ministro de Economía, Danilo Astori, quien fue su vicepresidente de la República, lo responsabilizó del gran déficit en las cuentas del Estado, que trepó sin cesar a partir de 2012 hasta rozar el 4%.
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Tabaré Vázquez le transfiere la banda presidencial a José Mujica el 1º de marzo de 2010
Los intentos de grupos de trabajadores de revitalizar empresas quebradas con dineros públicos del Fondo de Desarrollo (Fondes), experiencias cooperativas que Mujica llamó “una vela prendida al socialismo”, acabaron casi siempre en fracaso y grandes pérdidas.
“¿Saben cuál es el problema que tienen las empresas públicasen Uruguay? Que están encadenadas a Economía, y a Economía siempre le hace falta plata. Entonces le meten mano y no las dejan invertir”, justificó Mujica a El País en octubre de 2020. “’Cuando fui gobierno, por abajo les dije (a las empresas públicas) “inviertan todo lo que quieran’, y se armó relajo. Las inversiones que hizo Antel, que hizo UTE, y se desequilibró un poco la economía…Y Ancap la chamboneó, en parte”.
Su gobierno sí destacó por recoger parte de la agenda liberal internacional. Así, una ley de 2012 legalizó el aborto; en 2013 una norma admitió el matrimonio entre homosexuales; y otra, también en 2013, abrió el camino para la oficialización del cultivo y el consumo de marihuana.
De nuevo al Senado
Asumió como senador en marzo de 2015, después del tercer triunfo consecutivo del Frente Amplio y de transferir el gobierno a Tabaré Vázquez.
En las elecciones nacionales de octubre de 2014, en las que Mujica se involucró abiertamente pese a ser el presidente de la República, su sector, el MPP, recibió unos 350.000 sufragios, por lo que continuó siendo la mayoría relativa en la coalición. Pero en mayo de 2015 Lucía Topolansky fracasó en su intento de ser electa intendenta de Montevideo, derrotada por el socialista Daniel Martínez. Fue una nueva prueba de que la popularidad no es transmisible, y un anticipo de los problemas que debería enfrentar la vieja “tendencia” radical tras el ocaso de su caudillo. Ya antes, en mayo de 2012, Ernesto Agazzi, otro íntimo de Mujica, había perdido las elecciones para la Presidencia del Frente Amplio. “El MPP es un gigante estúpido”, opinó Julio Marenales, otro viejo “tupa”, en 2013. “Se infló erróneamente, porque no acompañó lo electoral con un trabajo sistemático de fortalecimiento político e ideológico”.
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Luis Lacalle y José Mujica
Foto: Leonardo Carreño.
A partir de 2015, liberado del gobierno y bastante lejos del Senado, Mujica viajó con su esposa por el mundo, casi siempre como invitado, incluso a la cuna de sus ancestros en el País Vasco español y en Italia. Era una celebridad internacional.
También se ocupó de una escuela agraria que montó –bajo su dirección y con su dinero– frente a su chacra del Rincón del Cerro en colaboración con la Universidad del Trabajo (UTU). “Cuando esté pronta, se la voy a dar al Estado, pero no antes, porque si no, no la terminan ni en el año del golero”, dijo en junio de 2016.
Renuncia al Senado el 14 de agosto de 2018 por “cansancio de largo viaje”; y fue suplantado por su secretario político durante las elecciones de 2014, el ingeniero agrónomo Andrés Berterreche, ex ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca y ex presidente del Instituto Nacional de Colonización.
Otra vez en 2019
Al acercarse las elecciones nacionales de 2019, el Frente Amplio, en riesgo de derrota, volvió a reclamar la colaboración del viejo caudillo, ya con 84 años.
En las parlamentarias del 27 de octubre el Frente Amplio reunió alrededor del 40% de los sufragios, una caída 19% respecto a 2014. El MPP, con 299.258 votos, conservó la mayoría relativa en el seno de la coalición (31,5%), aunque también perdió votos respecto a los comicios anteriores. Mujica y Topolansky fueron reelectos para la Cámara alta.
Apremiado, el candidato presidencial de la izquierda, Daniel Martínez, recurrió una vez más a los líderes históricos. Presentó a José Mujica como su ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca en caso de triunfo, y a Danilo Astori como eventual ministro de Relaciones Exteriores.
Mujica llamó varias veces a dejar de lado cualquier tentación de radicalismo antidemocrático. “Si nos toca ser oposición lo seremos, pero no esperen que vamos a estar con una piedra en cada mano”, dijo poco antes de la segunda y decisiva vuelta electoral. “Los intereses del país están por delante. No quiero un país partido en dos, tiene que haber puentes, intercambios”.
El balotaje del 24 de noviembre de 2019 confirmó que Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, sería el nuevo presidente de la República, lo que puso fin a un ciclo de 15 años de gobiernos de izquierda.
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Manejar el tractor, una vieja actividad de Mujica, sigue siendo uno de sus placeres diarios: "Me encuentro a mí mismo", explica.
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“No le dimos pelota al interior”, explicó Mujica un año después a El País. “Cuando este viejo se puso viejo, cuando le costó moverse, nadie le dio pelota al interior. Yo salía los jueves, me tomaba un ómnibus, e iba para todos lados. Conocía todo el país y aprendía con la gente. Se aprende con la gente de campo. El urbanismo del Frente fue un factor que influyó mucho”.
Mujica fue electo senador otra vez, dentro de la lista más votada de la izquierda, y asumió su banca en febrero de 2020. Pero renunció en octubre, con 85 años, en plena pandemia de coronavirus, el mismo día que lo hizo su eterno archirrival político, Julio María Sanguinetti, dos veces presidente de Uruguay por el Partido Colorado, entonces con 84 años, con quien se abrazó.
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“El odio es fuego como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye”, dijo en su discurso de despedida del Senado. “Yo tengo mi buena cantidad de defectos, soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me impuso la vida, que el odio termina estupidizando”.
En abril de 2024, anunció que tenía un tumor en el esófago. Dijo que su caso era “muy comprometido” y “doblemente complejo” por la enfermedad inmunológica que sufría desde hace más de dos décadas. Sin embargo, siguió marcando el rumbo del MPP desde su chacra y enviando señales políticas hacia dentro y fuera del Frente Amplio. Así, en la puja interna de la izquierda fue fundamental para que Yamandú Orsi –uno de sus herederos- le ganara la interna a Carolina Cosse de quien dijo en plena campaña que “no les gana a los blancos porque no la bancan en el interior”.
Y siguió realizando jugadas de ajedrez como la incorporación a la política de la comunicadora Blanca Rodríguez. Con Orsi en la presidencia y su sector confirmado como el de mayor peso en el gobierno, Mujica les dejó a sus herederos la responsabilidad del rumbo del país por los próximos cinco años.
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Yamandú Orsi y José Mujica
Foto: Leonardo Carreño.
Caudillo y predicador
En enero, Mujica anunció en una entrevista con Búsqueda que el cáncer en el esófago se había extendido a su hígado. “Cuando me toque morir, me muero. Me estoy muriendo. Hasta acá llegué”, dijo. En esa entrevista afirmó, a modo de testamento: “(Los viejos tupamaros) no somos lo mismo que fuimos hace 40 o 50 años. La historia pasa para todos y la vida nos enseña a todos. No hay nada como la democracia. Yo de joven no pensé así, es cierto. Me equivoqué. Pero hoy me bato por eso. No es la sociedad perfecta: es la mejor posible”.
Muchos libros se publicaron durante más de una década sobre la vida de José Mujica o sus puntos de vista, entre ellos “Mujica” de Miguel Ángel Campodónico (1999), “Pepe coloquios” de Alfredo García (2009), “Mujica 2009” de María Noel Domínguez, “El florista presidente” de Sergio Israel (2010), “José Mujica, la revolución tranquila” de Mauricio Rabuffetti (2014) y “Una oveja negra al poder” de Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz (2015).
A fines de 2019 se estrenó en Netflix la documental “El Pepe, una vida suprema”, del cineasta serbio Emir Kusturica, que incluye una versión dulcificada de lo que fue la guerrilla del MLN-Tupamaros.
Nunca dejó de ser provocativo. En diciembre de 2019 dijo en una entrevista para el semanario Voces que el feminismo “es bastante inútil (…). La estridencia también termina jodiendo a la causa de la mujer, porque crea una antípoda quejosa”.
José Mujica no fue un estadista, en el sentido de marcar líneas indelebles en la conducción del Estado. Fue en todo caso un caudillo nacional muy popular e influyente, de la categoría de Luis Alberto de Herrera o Benito Nardone (“Chico Tazo”). Y agregó una sorprendente proyección internacional gracias a los medios audiovisuales, a su historia, su estilo de vida y a su discurso reivindicado la sobriedad, los afectos personales y el tiempo libre.
No legó muchas cosas sino cierto vago ejemplo, una forma heterodoxa de ver las cosas y una tolerancia general, en un subcontinente generalmente partido por el odio político.
Millones de personas se han colgado de YouTube para ver al “Pepe” viviendo o predicando. (“La última mañana de Mujica como presidente”, un video del 1º de marzo de 2015 de El Observador, va para dos millones de entradas; “Fumando marihuana con el presidente de Uruguay”, de casi media hora, tiene unos cinco millones de visitas; y “El presidente más pobre del mundo”, de la BBC británica, en inglés, unas 10 millones).
Mural de José Mujica
Foto: redes sociales del MPP
“El mandatario uruguayo es un líder de enorme talla que se ha convertido en un referente de la izquierda latinoamericana”, escribió en 2013 uno de los directores de El País de España. En plena crisis política brasileña por los escándalos de corrupción, un columnista del diario Folha dijo que la solución eran los políticos al estilo Mujica. El diario The Guardian jugó con la idea de cómo sería una Gran Bretaña gobernada por el presidente uruguayo, y otro tanto hicieron muchos medios del mundo, desde España a Japón o Corea del Sur.
En tiempos en que la humanidad anda sofocada en el trance de correr tras las cosas, José Mujica fue un santón de la sobriedad. Dijo lo que muchos necesitaban, o lo que muchos deseaban escuchar, y los ayudó a confortar sus heridas.