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"A veces la gente pondera demasiado la juventud"

La dramaturga, directora, escritora y acrtiz argentina Romina Paula habló sobre lo que se esconde detrás de su premiada película "De nuevo otra vez", que se estrenó esta semana en Cinemateca
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29 de noviembre de 2019 a las 05:04

Es difícil definir a Romina Paula. Le cuesta hasta a ella misma. Se siente cómoda con el rótulo de autora, pero sabe que va un poco más allá. Esta argentina de 38 años, que acaba de estrenar su primera película De nuevo otra vez en Cinemateca, ha alternado estilos, formas y plataformas. Escribió, dirigió y actuó en teatro. Escribió novelas elogiadas y guiones. Ahora debuta detrás de cámaras, pero también se pone delante. Y en De nuevo otra vez no aparece sola: lo hace con su madre, con su hijo, hablan a medias en el alemán nativo de su familia y lleva su nombre. En la película habla de muchas cosas que podrían pasarle a ella, pero que no son reales sino verosímiles. Y ahí está el punto: en la autoficción. La tan divisiva autoficción. ¿Escribe Romina Paula sobre su vida? No, pero salpica todo con ella. No puede evitarlo. Y se nota. ¿Le molesta? Para nada. Porque además lo tiene claro: le sale muy bien. Muy bien.

¿Qué preguntas dispararon esta película?

No son preguntas, pero tengo dos imágenes iniciales. Sabía que quería filmar a mi mamá en su casa, casi como un registro de su vínculo con el idioma alemán. Y desde antes desde tener a mi hijo también tenía la fantasía de contar la historia de una chica de mediana edad que vuelve a la casa de su madre con un niño pequeño. Me gustaba la idea de esa mujer que tiene que volver a su habitación de chica pero ahora con su hijo, a ese lugar donde todavía sigue siendo hija. Porque para el mundo una vez que sos madre ya pasás a ser señora, y en parte es cierto porque sos responsable de otra vida.

¿Cómo fue el proceso de entender que quería mostrar a su madre real y a su propio hijo en pantalla?

La película tiene en su motor mucho de álbum familiar, y en este caso quería capturar algo de ellos en ella. Sentía que estaba ante la extinción de la lengua alemana en mi familia, quería reflejar la coyuntura de mi mamá y de mi hijo, guardármelos para mí. Ese fue un motivo egoísta y necesario, pero creo que esos motivos pueden ayudar a empujar lo demás.

El tema de la lengua es importante en la película y su familia. ¿Cómo la ha condicionado en su obra y en su vida?

El proceso de haber sido criada en alemán en Argentina, un lugar en el que nací yo, mi mamá y hasta su mamá, fue un poco absurdo. Fui a una escuela en donde se hablaba alemán, pero después estábamos en la plaza y mi madre nos gritaba en ese idioma y todo el mundo nos miraba raro. Lo padecí siempre. Era como que elegíamos ser extraños y la pregunta era para qué. Hoy tengo un vínculo afectivo con la lengua y de hecho me resultaba cómodo hablarle a mi hijo en alemán, pero luego, cuando él empezó a hablar, lo hizo en castellano. Y cuando lo hizo, decidí que no podía imponerle el alemán si estamos viviendo acá. Me alivió poder profundizar en una lengua sola. Porque ahí el otro te es cercano y el mundo se te abre. Recuerdo de niña tener mucho temor al otro, porque era distinto. Hacer pie en una sola lengua es como una declaración de principios. Es un placer y una liberación. Y eso en la película está.

Su obra está marcada por la autoficción. ¿Cómo lo vivió en la película, donde además interpreta a una mujer con su nombre y que se relaciona con su propia familia?

Es muy increíble porque siempre sucede que, al usar primeras personas femeninas en mis personajes, la gente da por sentado que todo lo que está ahí es verdad. Es extraño, porque la gente sigue creyendo más en lo verosímil que en la verdad. Me causa gracia y no termino de entenderlo. Algunos se decepcionan cuando no todo es real, y otros cuando sí lo es. Es como que la autoficción nunca termina de conformar a nadie, pero atrae. Y en el caso de la película la situación es radical: está mi nombre y mi cara. Y todos se llaman con sus nombres reales. Así y todo, es una película. El procedimiento del cine ya hace que sea una ficción.

Trabaja en múltiples plataformas y lenguajes artísticos. ¿A qué se debe eso? ¿Necesita buscar nuevas maneras de decir las cosas?

Nunca tuve un plan. Las veces que los tuve, se desviaron. Pensé que quería estudiar letras y terminé haciendo teatro; pensé que quería actuar y terminé escribiendo y dirigiendo. En algún lugar tenía la fantasía de dirigir una película, siempre estuve muy cerca del cine desde el lugar de la fascinación, pero igual no creía posible hacerlo. Pero apareció un productor y se dio. Siento que a veces el mundo puede ser tan adverso que cuando en algo no lo es, doy por sentado que es porque lo tengo que hacer. Y ahí es cuando me tomo en serio los proyectos. Es una extraña combinación de azar y mérito. Y en el medio de los dos creo que está la verdad.

¿Cómo sabe cuándo tiene que sentarse a escribir una idea?

Es raro. Se me empiezan a apelotonar imágenes y las tengo girando. Las voy guardando en la cabeza para ver si decantan, como cuando escuchás muchas veces una canción. ¿Cuántas veces la tenés que escuchar para saber si te gustó un poquito, como si fuera un fin de semana de romance? Y después aparecen cuestiones exteriores a mí que me hacen darme cuenta de que una idea tiene poder, que puedo avanzar sobre ella.

El personaje en la película está por cumplir cuarenta y se debate entre estar a la mitad de la vida y que, quizás, lo mejor ya pasó. ¿Cómo se siente respecto a eso?

Es difícil de contestar. Eso me lo dijo alguien una vez, que a los 40 ya le había pasado lo mejor que le podía pasar, y me pareció el pensamiento más deprimente que se podía articular. A veces la gente pondera demasiado la juventud, el no tener responsabilidades, esa libertad que supuestamente no volvés a sentir. No lo pienso, pero sí me estoy confrontando a la idea de envejecer. Es un sentimiento poderoso. Está bueno poder vivir eso y abrazarlo, ya que es inevitable (risas).

Una de las primeras preguntas de la película es si la melancolía es patrimonio de la juventud. ¿Lo es?

Yo asociaba que la melancolía con el pasado, pero entendí que no es así. Está más relacionado con el anhelo de un futuro que puede llegar a ser o no. ¿A vos no te pasaba que eras más melancólico de niño? Creo que es porque justamente tenés todo por delante, que la melancolía se da por las vidas posibles por vivir.

¿Y por qué la melancolía nos atrae tanto?

Porque tiene algo de poesía. Tiene una nota de placer también, o quizás es todo placer. Y está vinculada al dolor, pero un dolor que vos controlás y que si querés cortás. Es un dolor hedonista.

¿Qué tipo de maternidad quería plasmar en la película?

Quería compartir mi percepción de que nadie sabe nunca nada de la maternidad y que no hay un modo de ser madre, es algo tan particular como cada ser humano. Es muy personal, un vínculo que se construye minuto a minuto y que además está muy idealizado, porque es una persona que te nace, que no conocés y con la que no necesariamente sabés si te vas a llevar bien o no. Por eso la película está llena de preguntas, porque no hay un solo modo de maternidad. Lo mejor que podés hacer es estar atenta y aprender.

Ganadora
De nuevo otra vez, que se exhibe desde el jueves en Cinemateca, ya pasó por esa institución en abril de este año. Fue en el Festival de Cine Internacional, un evento en el que se llevó el premio a la mejor película iberoamericana.

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